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viernes, 29 marzo, 2024
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Rusia, Dostoievski, Ucrania

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Por: Mauro González Luna •

Ucrania es hoy sin duda el tema mundial: la punta de lanza del militarismo de Estados Unidos contra una Rusia acosada con la posibilidad de armamento nuclear en su frontera misma. Mas Rusia no está manca y siempre ha sido rebelde, enemiga de las formas vacías; además, tiene un destino histórico profetizado por Dostoievski. Para el europeo occidental, dice Spengler, Rusia es ininteligible, un mundo aparte. Ya es tiempo de que la comprendan los filisteos occidentales de hoy.

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La prensa occidental, salvo alguna que otra excepción, sigue a pie juntillas la propaganda machacada a diario por el gobierno de los Estados Unidos. A pie juntillas, ya sea por servilismo o ingenuidad culpable. Dicha prensa no lleva a cabo una reflexión crítica de lo que ocurre en esa zona del mundo, a la luz de la cultura, de la compleja historia pasada y reciente.

La propaganda diseminada por los habilidosos voceros estadounidenses se fundamenta en el maniqueísmo político que desconoce de manera burda los matices de todo fenómeno político, por naturaleza harto complejo.

Maniqueísmo que se reduce a decir que Estados Unidos es el bueno por antonomasia, y Rusia, el malo, como en las películas de Hollywood. No importa que el primero a raíz de la caída del Muro de Berlín, se haya convertido en los hechos, en el azote de muchos países, como Irak, por ejemplo.

En el caso de Irak, la «inteligencia» militar del Gran Hermano, alegó la existencia de armas de destrucción masiva para justificar el ataque mortal a dicho país destrozado por las garras del bushismo. Y resultó que no había tales armas: una vergüenza moral e histórica; y ahora se dan baños de pureza farisaica hablando de respeto al derecho internacional, cuando lo violan a diario con descaro en su propio país con los migrantes pobres y negros, y a lo largo y ancho del planeta.

Los fines, entre otros, de Estados Unidos y secuaces: desprestigiar a Rusia y desviar la atención para encubrir hipócritamente la expansión militarista de la OTAN hacia el Este, en violación de acuerdos internacionales atestiguados por los líderes del mundo occidental del momento en 1990; para invisibilizar el sinnúmero de bases militares de Estados Unidos en todo el mundo con el fin de hacer lo que se les antoje en detrimento de la paz.

Además, siguen partiendo de un hecho falso los instrumentadores de tal propaganda y de la concomitante expansión militarista: la guerra fría. Ya no hay guerra fría, ya no existe la Unión Soviética. ¿Por qué no entonces establecer amistad con Rusia? Para Europa sería ello una garantía de paz, de estabilidad política. Pero la Unión Europea se ha convertido en títere de Estados Unidos.

Europa está sumida en una especie de sonambulismo histórico; sumida en una nueva minoría de edad bajo la tutela del mandamás del mundo; sumida en la mímesis de la conducta de los Estados Unidos.

Habló con sensatez en medio del delirio, Emmanuel Macron, presidente de Francia. Habló, dialogó con Putin y Biden, como debe hacerse entre humanos, y convocó a ambos a reunirse para encontrar salidas a la crisis geopolítica mundial. Fue un intento valioso de Macron en la búsqueda de la paz. Lástima que ahora Macron, se vuelva a alinear y proponga sanciones a Rusia por el reconocimiento que más adelante se comenta.

Rusia ha manifestado hasta el cansancio que no quiere guerra. Lo que demanda racionalmente Rusia es respeto a su seguridad, es que impere la neutralidad en Ucrania, es que cese la expansión militarista de la OTAN que amenaza tal seguridad. Kiev ha incumplido en la práctica los acuerdos de Minsk. Acuerdos ideados para resolver la crisis en la región de Donbass -al este de Ucrania- cuya población prorrusa pretende ser borrada del mapa por los ultranacionalistas neonazis ucranianos, a raíz del golpe de Estado -de un gobierno elegido democráticamente- en Ucrania en 2014, con el apoyo de los Estados Unidos.

Ahora Ucrania, históricamente ligada a Rusia por siglos, se ha convertido en secuaz del Occidente en decadencia, en amenaza real para los rusos.

Es de esperarse, en aras de la paz, que Estados Unidos se sacuda la soberbia de asumirse como el amo inapelable del mundo para evitar que Rusia sea fuerte, para desestabilizarla como propuso Obama; es de esperarse se libere del maniqueísmo ramplón que por su simplismo precisamente, pone en peligro la estabilidad del orbe. Hacemos votos porque se escuchen en Occidente las voces cuerdas de Chomsky y de otros personajes sensatos alemanes que han señalado públicamente el error de perspectiva occidental: no ver en Rusia la posibilidad de un aliado para una Europa poderosa e independiente de los caprichos imperiales de Estados Unidos.

El papel del gobierno de Alemania en esta crisis ha resultado por decir lo menos, triste, torpe, sumiso. ¡Cómo se extraña el talento, la seriedad, la visión, la cordura de Angela Merkel!

La retórica y movimientos militaristas de la OTAN contra Rusia, incluso provocando angustia al decir Estados Unidos que habrá ataques terroristas en Moscú, así como la actitud hostil y desafiante de Ucrania ante Donbass, han orillado a Rusia, a partir de este 21 de febrero, a asumir una actitud más enérgica de legítima defensa frente al asedio de un Occidente en evidente declive moral.

La cerrazón occidental ha obligado a Rusia a reconocer la independencia de las dos repúblicas de Donetsk y Lugansk, hartas de los bombardeos constantes, de las agresiones e hipocresías de Ucrania. Kiev ha incumplido en la práctica, insisto, los acuerdos de Minsk que significaban la salida racional y pacífica a la crisis. Por otro lado, los pueblos de las dos repúblicas tienen el derecho a la autodeterminación conforme a las normas internacionales, al margen de lo que piensen los escribas occidentales. El presidente ruso podrá tener muchos defectos, como todos, pero es un genio político que defiende a su nación del asedio, grisura, mezquindad y pequeñez de miras del de Estados Unidos.

La paz depende de que la palabra franca impere frente a violencia y cinismo mercantilista occidental, cuyo fin, entre otros, es medrar con armas y destinos de pueblos enteros. Ojalá que la cordura triunfe, que Occidente se sacuda tanta estulticia y fariseísmo, y, sobre todo, que lea a Dostoievski -máximo conocedor del alma humana- para entender a Rusia, a sí mismo y al mundo.

Dedico este artículo con simpatía y cordialidad a los amables lectores de La Jornada Zacatecas.

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