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sábado, 15 febrero, 2025
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Vivir es increíble (Tres)

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Por: EDGAR KHONDE •

La Gualdra 590 / Río de palabras

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De niños habíamos jurado que el día que decidiéramos acabar con nuestras vidas, uno le avisaría al otro. Teníamos la idea de morir pronto. Calladamente y casi sin darme cuenta, Daniel tomó su camino y yo el mío. 

De querer hubiera sido mago y viajado por el oriente para que todos los hechiceros de esos países me enseñaran a prestidigitar y desaparecer elefantes y cortar por la mitad a la gente. De querer me habría convertido en piloto y surcado el cielo, hubiera roto los récords de aviación, me habría vuelto supersónico e incluso tenido la valentía de subirme a un transbordador espacial para conquistar la Luna. Y de querer hubiera escrito la obra cumbre de la Literatura en lengua española. 

Cojo papeles y los archivo, actas de defunción, de nacimiento; alguna demanda de pensión alimenticia; escrituras de casas habitación. Salgo a comer a las 2:30 de la tarde y regreso a las 3:30. Nunca tomo más tiempo ni menos. Llego a la oficina a las 9 de la mañana y me retiro a las 6 de la tarde. No hago horas extras a pesar de que las pagan triple. Soy el único en el despacho que prefiere no trabajar los sábados. Todos mis compañeros quieren ganar más plata. Yo creo que con lo que me pagan, tengo suficiente. Vivo solo, en una habitación de una pensión. Ningún mueble es mío, tengo algunos libros, no más de diez, mi ropa, el ordenador, un par de zapatos, viajo ligero, según dice Soto. Ya no guardo relación con mis amigos de la infancia, adolescencia, juventud. En realidad sólo salgo de la pensión hacia la oficina y de la oficina hacia la pensión. Estudié derecho, pero mi jefe dice que desperdicio mis conocimientos y talento, básicamente archivo documentos y es todo lo que hago. De querer, habría sido asesino o asaltabancos, bromeo. Mi compañeros se divierten con los chistes que hago. Vivir es increíble, de verdad lo creo y lo practico. 

Ayer me avisó la familia de Daniel que se había metido un tiro, dejó una carta para ti, dijo su madre. 

Daniel quiso, fue mago, piloto, tuvo una banda y fue un asesino, se asesinó a sí mismo, y yo creo que eso cuenta en su récord. 

Yo nunca quise nada, ni que me escribiera una carta, pero lo entiendo. 

En la carta, Daniel me culpó de su suicidio. Él no entendía ni concebía por qué mi vida tan gris era suficiente para mí. Él, que lo tenía todo, se sentía constantemente insatisfecho, deprimido, hastiado. Aunque no nos veíamos, manteníamos una conversación constante por mensajes. Siempre me dijo que mi vida era una mierda, un desperdicio. Pensaba que yo podría hacer más, querer más, convertirme en alguien importante. Daniel me culpó de su muerte, me dijo que la realidad era insuficiente y triste. Yo nunca he querido más, bajo la premisa de que vivir no es creíble; es irreal, ilógico, debería estar muerto como Daniel, junto a los gusanos, hundido en el lodo. 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra590

 

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