Observar lo que sucede en la vida pública nacional, aun cuando siempre (y cada vez más) espeluznante se ha vuelto un tanto aburrido, y acaso un pelín reconfortante; y un buen botón de muestra resultan las viejas malas noticias que ocuparon los titulares durante la semana pasada, a saber el más reciente capítulo de la saga de Ayotzinapa, y el ídem de OHL-Edomex, el reality show con mucho más costoso de la historia.
Ocioso señalar que nadie en absoluto ignoraba la “verdad histórica” cocinada por la procuraduría de Murillo Karam no era otra cosa que un montaje para ocultar la verdad a secas, misma que necesariamente implica un reparto estelar, y de la que los inexpugnables cuarteles han sido el último reducto; y qué decir de los manejos de la constructora favorita, de bien ganada fama, en la Península Ibérica, del licenciado de Peña Nieto; y por tanto una lectura que confirma plenamente nuestras peores sospechas su condición aterradora no obstante no deja de ser aburrida, y por corroborar algunas de nuestras más agudas intuiciones también reconfortante… siempre y cuando olvidemos el origen de nuestra suspicacia se encuentra, por lo regular, en la lectura de Proceso.
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Si bien muy hechos a la retórica en uso no pudieron menos, los asistentes a una reciente audición de la Banda del Estado, en la Catedral Basílica, que izar las cejas e intercambiar miradas nerviosas; ya que según el señor obispo ante la maestría desplegada bajo la batuta del maestro García la Virgen Santísima sonreía complacida. Habría tal incidente sido prontamente olvidado de no ser porque unos días después, durante la autocelebración a propósito de su informe de labores, enunció el C. Gobernador era el desarrollo estatal medible en sonrisas, y fue así que cayeron los circunstantes en cuenta se trataba de una política de estado, sancionada al parecer en el más allá. Así sea.■
