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martes, 30 abril, 2024
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El narco controla territorios, (así) el problema no tiene solución, ¿y qué proponen los candidatos?

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

Hace unos días observamos atónitos cómo un grupo criminal rodeó el estado de Jalisco y bloqueó los accesos a dicha entidad con vehículos quemados, además del derribo de un helicóptero y la muerte de varios militares. Este hecho es ahora mismo de alta relevancia por lo que puede significar. ¿Por qué los narcos hicieron este operativo tipo militar? Al perecer la acción misma era el objetivo: una demostración de fuerza al Estado. Y a su vez, la mostración de su capacidad operativa y de fuego, ¿con qué objetivo lo hacen? Pues sabemos que estos actos se hacen generalmente en circunstancias donde hay un tipo de negociación (formal o fáctica). De tal manera, lo que hacen es presionar para poner condiciones en la gestión del territorio que ocupan. Pero lo que devela a su vez, es la imposibilidad de ganar una guerra a esos grupos. Veamos esto último con calma. La idea de acabar con el narcotráfico por vía de la prohibición de la venta de enervantes y su combate militar, ha mostrado ya, ser absolutamente quimérica: es tal el poder económico de esas organizaciones criminales que se ha convertido en un poder corruptor imbatible. Con ingresos brutos anuales (en todo el país) que rebasan los 400 mil millones de pesos, o ganancias por tráfico de cocaína, donde un solo cargamento de 8 toneladas de droga pura rebasa los 500 millones de euros o 9 mil millones de pesos; con ese poder económico que les ha dado a las organizaciones mexicanas del narco el control de las rutas marítimas ya sea en Australia o los puertos asiáticos (ver Mares de Cocaína de Ana Lilia Pérez), tienen la posibilidad de mantener un ejército de colaboradores y una penetración del Estado que nadie lo puede detener. Este narco-globalizado se fortalece porque su demanda en lugar de disminuir está creciendo: la cocaína aumentó 27 puntos porcentuales y los opiáceos lo han hecho en 34 puntos más (en sólo una década). Así, la previsión es que sus capacidades económicas sigan creciendo en los años que vienen. Y la respuesta del Estado a esta situación ha sido de “guerra al narco”, lo cual ha dado como resultado un altísimo costo humano que generó el paso de 8 mil homicidios en 2007 a 27 mil en 2011; y sin embargo, ningún resultado a favor de la estrategia.

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Con este escenario, o cambia la respuesta del Estado a este problema o (paradójicamente) el poder del crimen seguirá siendo cada vez mayor. Debemos caer en la cuenta de una vez por todas: CON ESTE ENFOQUE EL PROBLEMA NO TIENE SOLUCIÓN. Lo que ahora estamos viendo es la escalada del crimen de controlar directamente territorios enteros. Al principio eran municipios, donde también pasaban a usufructuar los recursos públicos; ahora están escalando a controlar estados completos. Hay quienes piensan que asegurando controles contra la corrupción el problema pueda disminuir, pero ni así se detendrá. La única posibilidad es cambiar radicalmente de estrategia: permitir la libre y legal compraventa de droga, para que de esta manera se diluya el poder corruptor de estos grupos. Con ello, abandonar el supuesto francamente imbécil sobre el que se edifica la política prohibicionista: pensar que el consumo de droga se evita impidiendo la venta. Supuesto a su vez fundado en la creencia de que la causa del consumo es la oferta de los enervantes. Cualquier psicólogo puede dar cuenta de la idiotez de esta creencia: la causa de que una persona se drogue no es el acceso comercial a esas sustancias, sino una serie de causas psicosociales distintas a su libre compra. Así, no se resuelve el problema del consumo, pero si se genera un problema gravísimo y mucho peor que el consumo: la violencia social y la destrucción del propio Estado. Debemos voltear a ver a Uruguay.

En México urge cambiar ya de estrategia y legalizar las drogas, porque son justo los grupos mexicanos del crimen los que están más empoderados en este proceso de globalización de la venta de enervantes. El control de territorios completos por parte de los cárteles genera una descomposición social que es irreversible en el corto plazo. Es decir, los efectos del control territorial de las organizaciones criminales es de largo alcance. Es notorio que ningún partido político en estas elecciones intermedias ha propuesto la agenda legislativa necesaria para cambiar el paradigma del que hablamos. Los candidatos parecen loros repitiendo los mismos lugares comunes sin sentido, y sin entrar realmente a los problemas urgentes como este. Otros, de plano se han olvidado de los problemas y llaman al voto con espectáculos grotescos donde aparecen como monos bailando y cantando su cancioncita; mientras el país se incendia, los territorios se pudren, y la población sufre lagrimas amargas por la amenaza a la seguridad de sus familias.

Señores candidatos: ¿quién va a proponer ya la legalización de las drogas en México? ■

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