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miércoles, 1 mayo, 2024
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El Movimiento juntero y la revolución de independencia mexicana

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Cuando el monarca de España fue apresado por la tropas de Napoleón Bonaparte, las fuerzas vivas de la metrópoli y los reinos del imperio, todas integradas por ilustrados (entiéndase por ello; educados e instruidos) llegaron  a pensar que el  hijo de Carlos IV, _ el mismo al que Manuel Tolsá le esculpió la muy hermosa y famosa estatua del Caballito_; Fernando VII al que apodaron “el deseado”, porque sus súbditos deseaban que regresara al trono, llegaron a pensar quizá en sus adentros que quizá el obscuro y mediocre rey ya no regresaría al poder. Por eso es que esas fuerzas vivas (económicas, políticas y religiosas) tomaron la iniciativa de convocar al mayor número de representarse de los territorios y provincias y reunirse en Cortes. Sería Cádiz por su ubicación estratégica el lugar para discutir, deliberar y darse una nueva constitución mientras estuviera acéfala la corona. 

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A lo largo del periodo que comprenden la 2ª y 3ª décadas del siglo XIX, los episodios de la historia mexicana más notorios fueron la guerra de independencia que se tradujo, como ya se ha dicho, en una lucha por la autonomía y el deslinde que los criollos buscaban con respecto a los gachupines, la consumación de la independencia sucedida por el efímero imperio de Iturbide y el advenimiento de la Primera República Federal. Periodo de una gran agitación social, de disputas políticas, banderías y facciones, caudillos-caciques y partidos que buscan imponer su proyecto para la nueva nación.   

En el caso de la Nueva España, aunque parezca contradictorio e irónico, los bandos que luchaban, ambos lo hacían defendiendo a Fernando VII, Manuel Ferrer,1993, p. 193).       ¿Cómo es que queriendo la independencia se defienden símbolos del despotismo como al monarca y a la religión? Esto lo hacían por temor a ser engullidos por los franceses y para mantener la unidad con el lazo de la religión también abogan por “el deseado”. 

Los habitantes de ultramar acatando las resoluciones de las Cortes eligieron a sus propios diputados a la vez que reconocieron tanto a la Junta de Sevilla como a la Junta Central, pero sin depositar toda su confianza en ambas formaron sus propias juntas en América. Según Ferrer Muñoz, la participación de los novohispanos en relación con las Cortes estuvo matizada por los siguientes elementos: a) los americanos no desean la independencia de los españoles europeos, sino de la península; b) consecuentemente, su pretensión es gobernarse durante el cautiverio del rey “por juntas que ellos formen, porque no tienen confianza en las que se han instalado en la península”; c) tampoco quieren la independencia de la monarquía, puesto que han reconocido y jurado como rey a Fernando VII y precisamente invocan su nombre para justificar su sublevación contra unas autoridades que no reconocen. (Ibíd., pp. 193-194)   

Bonita independencia por la que peleaban los novohispanos. No la quieren en relación con respecto a los europeos radicados en la península, aunque combatan a los de la Colonia e invocan al monarca depuesto para deslindarse de las autoridades peninsulares que los gobiernan en sus regiones, no obstante que éstas detentan el poder de manera provisional en tanto regrese el rey a su trono. Todo este embrollo, ¿No constituye acaso todo un galimatías histórico? Por eso es que relacionado con el inciso b), no faltan autores que han caracterizado al movimiento insurgente como una lucha por la autonomía más que por la independencia. El movimiento, guerra o revolución de independencia según se le quiera llamar, de los reinos y provincias americanas más que un proceso independentista fue en sus orígenes un movimiento autonómico. Sólo hasta el final de la guerra y consumación se habla con persistencia de independencia cuando ante la efervescencia por el regreso de las ideas liberales y la nueva jura de la Constitución de Cádiz. Sobre este tema un destacado historiador ha escrito: “La ley, la teoría y la práctica confirmaban la convicción americana de que sus reinos eran iguales a los de la Península. Era un principio en el que los dirigentes del Nuevo Mundo insistieron durante el periodo que siguió a la crisis imperial de 1808. De hecho, la mayoría de estos líderes demandó igualdad más que independencia. Buscaron la autonomía y no la separación de España. Esta distinción resulta fundamental, porque cuando los documentos utilizan la palabra independencia, por lo general quieren decir autonomía. Sólo cuando España rehusó concederles su demanda de autonomía fue que la mayoría de los americanos optó por la emancipación”, (Jaime Rodríguez, 2005, p. 27).

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