Se han emprendido propuestas contra la corrupción por parte de la sociedad civil y la academia, pero la clase política es dura e impermeable ante las mismas y no ha construido propuestas creíbles o medianamente factibles. Desde la opinión de quienes apuestan a la solución de este mal apelando a la moralidad de los políticos de su partido: “poner gente honesta” —dicen, y rematan—: “eso de políticas públicas no sirve. Ya existen leyes, solamente hay que aplicarlas”. Apostar a la moralidad de sus seguidores, equivale a presentar pirita en lugar de oro. Falsa solución. La corrupción se ha convertido en el discurso más recurrido en las campañas porque en los estudios de opinión se encuentra entre las preocupaciones principales de la ciudadanía; y no sólo se encuentra con rasgos alarmantes: absoluto escepticismo al respecto. La percepción de su alta frecuencia se acompaña con la creencia de que, en las condiciones actuales, es inerradicable. Por ese motivo, decíamos, los candidatos usan la bandera del combate a la corrupción en sus discursos. Pero se ve como discurso-pirita, porque la arenga contra “los corruptos” no va acompañada de propuestas serias y factibles, ni de perfiles que la hagan creíble.
La ciudadanía espera medidas efectivas como perfiles solventes moralmente. No se puede sermonear contra la corrupción y al mismos tiempo ofrecer candidaturas que (en algunos casos) históricamente han sido cuestionados por haber sido públicas sus prácticas de moches, desvío de recursos, enriquecimiento misterioso y otras lindezas. No se puede predicar contra la corrupción sin ofrecer mecanismos ciertos para evitarla. Se tiene la propuesta del Sistema Nacional Anticorrupción, con siete leyes en total; pero las dirigencias partidarias la detienen, la mutilan y quitan dientes. Y al mismo tiempo, los candidatos gritan que “acabarán contra ese cáncer social”. El resultado es, contrario a lo que quiere la clase política, un mayor escepticismo de la población y la creencia en su erradicación disminuye.
Sin embargo, este mal, como podemos observar, no será atacado con verdadero interés por los militantes de los partidos políticos, menos por aquellos que se ven a un paso del ejercicio del gobierno. Así como la propuesta más acabada y seria fue elaborada por la sociedad civil organizada, junto a la academia y la prensa libre (la triple hélice), en una propuesta no sólo de la visión sistémica del problema, sino la última propuesta de Ley conocida popularmente como 3de3; asimismo, se debe continuar por la misma ruta, e insistir en la aprobación e implementación de estas medidas. Pero ahora en el nivel local: ¿podremos constituir en Zacatecas la triple hélice local? ¿Hay en Zacatecas la sociedad civil organizada, la academia y la prensa libre que articule iniciativas concretas para fundar la lucha contra la corrupción? Tenemos claro que si eso no ocurre, la corrupción no será erradicada por la clase política. Esta última, ahora mismo, es parte del problema y no de la solución.
