El 22 de enero de 1826 quedaba en Zacatecas abolida la esclavitud luego de muchos sufrimientos, largos pesares y angustias, crueldades sin límite y una hipócrita sinrazón en la que unos y otros se aprovecharon a lo largo de los siglos.
Desde un principio a la violenta entrada de los conquistadores españoles se arroparon con el trabajo forzado de cientos de miles de indígenas, de esclavos negros traídos del África vía la Habana y en cuyas miserias se aprovechaban con el lujo histórico que les daba ser los amos traficantes de vidas humanas y de toda voluntad cristiana por impedirlo.
Lo curioso es que en nuestra Ciudad de Zacatecas hasta los miembros de la iglesia tenían esclavos a su servicio. El censo de 1550 se habla de “2 mil esclavos negros” y un “sinnúmero de casas donde viven los españoles”.
Muchos eran distribuidos en las grandes zonas mineras del estado, principalmente en Mazapil, Sombrerete, Fresnillo, Pinos, Zacatecas y Veta grande, donde eran obligados a trabajar como mineros, arrieros, cocheros, servidumbre doméstica y sexual, y en un sinfín de trabajos forzados en donde acaso sólo ganaban algo de ropa y pan para su manutención.
Que era difícil también saber el registro de negros y mulatos esclavos ya que a muchos cronistas sólo tomaban en cuenta a los españoles e indios, sin embargo, en numerosos documentos aparece ya como parte de herencias, dotes, testamentos y deudas. Algunos obtenían su libertad luego de años de sumisión y sacrificio.
Muchos negros optaban por el suicidio, otros por embarazar a indígenas con lo que sus hijos nacerían libres, los más por desaparecer a lo largo de las centurias en medio de epidemias, desastres naturales, desnutrición criminal o fugas masivas.
Se daba el caso de amo Pedro Rincón de Ortega que hacia 1683 tenía en su poder 146 esclavos entre “niños, adultos y ancianos” y que los ocupaba en sus haciendas de cría de ganado y cuya riqueza se expandía gracias al intenso comercio que mantenía con sombrerete, Fresnillo, Pinos, etc.
Miguel Marín Barragán y Pedro Mendoza se contaban entre los principales comerciantes de esclavos y que a la sazón un niño esclavo dentro del rango de 1 a 7 años costaba 350 pesos y uno joven entre 17 y 39 años a 380 pesos.
Que los amos y señores de minas y haciendas zacatecanas les tenían terminantemente prohibido a indios, negros y mulatas, moriscos, lobos y mestizos tener aspiraciones de ser libres y a las indias, negras y mulatas de “traer joyas, vestidos de castilla o vestidos suntuosos” so pena de quitárselos en plena vía pública.
En el testamento de Doña Francisca de Aranda en 1674, que está en el archivo de Notarias de nuestra ciudad, en el Protocolo de José Laguna, aduce: “que dice tener entre su propiedad a una mulata llamada Antonia de 14 años, otra llamada Marta de 5 y una negrita de 3 años llamada Magdalena, además de 3 colchas y 4 sábanas de ruan”.
Se entiende por esclavo a quien fue traído de las selvas africanas de manera forzada y fueron vendidos en forma abierta y pública a los señorones zacatecanos, sin embargo, muchos también fueron esclavos forzados, como el caso de un decreto de 1865 en el que “presos de Fresnillo están obligados a trabajar como esclavos en el trabajo de minas y obras públicas”.
Es de suponerse que mucho antes de la llegada de los españoles, portugueses, lusitanos y flamencos a estas tierras de dios y sus zacatecales, las naciones indígenas practicaban cierto esclavismo para sus rituales, trabajos forzados y otros menesteres.
“Es la gran pena del mundo, la esclavitud de los hombres”, escribía el Prócer José Martí y a pesar de decretos, constituciones novedosas como la de nuestro estado en 1826 en la que se condenaba abiertamente el esclavismo, este siguió de manera subrepticia, cobarde y con cierto freno. Largo es el historial en la época moderna en donde la trata de personas, la esclavitud salarial y el manoseo a las libertades del hombre y la mujer son de un largo historial lleno de quejumbres. ■
