No hay, de plano, manera de darles gusto: ¿No decían que tras lo de Iguala, Tlatlaya, las Casas Blancas, la devaluación y un prolongado etcétera, resultaba indispensable que desde lo alto del poder se enviara una señal suficientemente clara y contundente para comenzar a enderezar el barco?; ¿y qué es lo que sucede cuando tras un pasmo de apenas cuatro o cinco meses por fin el presidente más apuesto de ambos hemisferios decide actuar en consecuencia?: Qué cual hidrofóbica jauría lo acosan a causa de las exiguas 18 páginas del reportaje de la republicana revista Hola, especializada en sesudos análisis referentes a los ires y venires de los ricos y famosos, a propósito de la visita presidencial a Su Majestad Británica; y más aún por hacer manita de puerco a un empresario de la radio para que despidiese, de mala manera, a una comunicadora incómoda.
¿Qué querían? ¿Qué viajara el preciso con un guardarropa surtido por Milano? ¿Qué luciera la primera dama atuendos y bisutería adquiridos en alguna estación del metro; Balderas, por ejemplo? ¿Qué con el proceso electoral en puerta un equipo de reporteros un día sí y otro también sacara a la luz verdades subversivas?
Un principio jurídico universal previene contra la aberración de pedir lo imposible; y así cómo no es exigible a los bukis la ejecución de la Sinfonía Titán de Gustav Mahler, tampoco a quien formado no en una costosa universidad patito sino en la escuela de los Hank, los Montiel y los Gonzalo Santos, acción alguna que requiera sensibilidad, buen gusto y menos probidad.
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Y a propósito de quisquillosos, los hay por ahí que encuentran incompleto el programa de la semana cultural: resulta escandalosa, aseguran indignados, la ausencia de la Chupitos, Jo Jo Jorge Falcón y Paquita la del Barrio. ■
