■ Cuando tenía 7 años le detectaron leucemia; tuvo que ser atendido en San Luis Potosí
■ Él quiere ser normal porque dice que no vive como los demás niños, quiere jugar y correr, comenta
La infancia de Servando dio un vuelco a los 7 años cuando se le detectó leucemia; a partir de esa noticia su semblante, que era alegre, cambió radicalmente y ahora se ha convertido en un niño serio, tímido y habla poco.
Dejó de salir a jugar a las escondidas a la calle con sus hermanas y amigos de la colonia. Tuvo que dejar la escuela y sólo estudió hasta el primer grado de primaria, debido a la intolerancia de directivos y maestros.
Su madre, Josefa Mauricio, menciona que esta situación ha cambiado la vida de todos los integrantes de su familia; sin embargo, reconoce que Servando es quien le da fortaleza a ella y a su esposo para afrontar el cáncer que padece su hijo, quien actualmente tiene 8 años.
“Él era un niño muy alegre, le gustaba jugar, pero cuando se enfermó comenzó a cambiar su vida. Ahora se la pasa triste, decaído, en la cama, sin jugar con su hermana, platicamos con él pero nos contesta sin fuerza. Servando nos dice que quiere ser un niño normal porque no vive su vida como los demás niños, quiere jugar y correr”, dice Josefa.
La madre de familia cuenta que los primeros síntomas que presentó Servando fueron dolor de pies, fiebre y cansancio, pero en la escuela primaria donde estudiaba, y que se ubica en la colonia Las Américas de la capital, los docentes pensaban que el menor no quería estudiar y lo castigaban dejándolo sin recreo y sin que probara alimento.
Josefa llevó al menor a consulta con diferentes médicos para saber la causa de estos dolores, pero sólo le recetaban medicamento para el dolor, argumentando que el niño presentaba malestar estomacal.
Ninguno de los seis médicos que revisaron a Servando logró detectar que tenía leucemia, y fue hasta que le recomendaron visitar a un doctor de la localidad de La Blanca, quien ordenó hacerle unos estudios al menor para saber qué enfermedad presentaba.
Relata que le indicó que fuera al Hospital General Zacatecas para hacer los estudios, pero eso ocurrió en temporada navideña y no había quién hiciera dichos exámenes, por lo que tuvo que viajar al estado de San Luis Potosí, donde le detectaron leucemia.
“Cuando nos dieron la noticia no podía aceptarlo, es un dolor inmenso que no se acaba y el dolor del niño es igual, me sentía como si estuviera muerta y me la he pasaba llorando, pero Servando me hizo reaccionar, me decía: ‘mamita no llores, el niño doctor me va a curar’. Ahí fue cuando me dije: si él es fuerte, yo debo serlo también y tengo fe en dios”, expresa Josefa.
Después de que le detectaron la enfermedad regresó a Zacatecas y comenzó con un tratamiento de quimioterapia durante tres años, de los cuales lleva un año con cinco meses, y con apoyo de la Asociación Mexicana de Niños con Cáncer de Zacatecas (Amanc) recibe medicamentos y alimentación.
Josefa revela que su esposo trabaja en la construcción, por lo que tiene un sueldo bajo, y con ese dinero apenas si les alcanza para comer; y lamenta que esto influya en la recuperación de su hijo, pues debe llevar una dieta especial.
“A veces tenemos para comer y a veces no, y mi hijo requiere una alimentación especial y a veces no se la podemos dar, me siento triste porque lo veo decaído después de las quimioterapias, pero no nos alcanza por los gastos de renta, pero espero en dios que nos acomodemos”, señala Josefa.
“Nosotros tenemos que hacernos fuertes por él para sacarlo adelante con la ayuda de dios, porque me encomiendo a él cada que entra a su quimioterapia. Yo le diría a los padres de familia que ponen a sus niños a trabajar o que los abandonan o maltratan, que no lo hagan, porque los niños son la alegría de la familia y debemos valorarlos”, puntualiza Josefa.
