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miércoles, 24 abril, 2024
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¿“Nueva guerra fría”?, ¿ante la 3° Guerra Mundial?

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Por: RICARDO BERMEO •

Los análisis se suceden unos a otros: tendríamos a los que le llaman una “nueva guerra fría”, y a quienes consideran que estamos ante el “inicio de la Tercera Guerra Mundial”. Un porcentaje considerable de los análisis se limitan a reproducir la propaganda de las respectivas partes en conflicto; la parte correspondiente a Ucrania-Estados Unidos -y la OTAN-, que conforman la corriente principal (mainstream) reproduce una narrativa, bajo un guion con pocas variaciones; mientras que, por el otro lado, en sus propios ámbitos, la parte correspondiente a Rusia -y Bielorusia-. Mientras que un tercer polo estaría conformado por un actor, China, al poner en riesgo la dominación ejercida en las últimas décadas por el hegemón norteamericano. Un cuarto grupo de actores es el de los no alineados, si cabe llamarlos aún así. 

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Más allá del reparto de los papeles, de las narrativas, de los posicionamientos, y de los efectivos en juegos de poder, no hay duda de que Ucrania ha sido, desde hace bastantes años, el territorio elegido para una escalada bélica de consecuencias inmensas e impredecibles -por el riesgo de una conflagración nuclear, capaz de daños incalculables a nivel territorial específico, pero, con más que probables repercusiones a escala planetaria-. Se trata, sin duda, de una “guerra por proximidad”, programada y dirigida para “sacar” a Rusia de la lucha por la hegemonía, para poder, una vez neutralizada, o incluso, “regresada a la edad de piedra” (¿!¡?), por la alianza atlantista, comandada por el hegemón que concentraría los esfuerzos bélicos, (guerra total) en someter, si es posible de manera posterior, o en uno de los escenarios simultáneamente, al gigante asiático, China, para impedir la transición hacia un nuevo orden internacional multipolar.

Reparto del mundo, donde las potencias atlantistas buscan no perder su sitio dentro de la jerarquía de élites a cual más voraces y depredadoras, dando, de este modo, continuidad a la dinámica producida y reproducida que da vida a un capitalismo depredador y demencial, proyecto mortífero, necropolítico, cuyos portadores parecen no tener más cerebro que la defensa de un status quo abiertamente crimilegal, que puede caracterizarse, sin ambages, por la proliferación de la “doble moral”, las fake news, las “mentiras verdaderas”, la violencia, las guerras y “nuevas guerras”, imbricadas en la lógica propia de la acumulación por la acumulación -sin fin-, con lo que, al entrar en la guerra como única salida concebible, contribuyen activamente a destruir proyectos, instituciones, significaciones ligadas a una etapa histórica donde el empate adversarial entre las clases sociales en liza, y las luchas que hicieron posibles esas conquistas (logrando creaciones como el New Deal, el Estado de Bienestar, la progresiva protección de los derechos humanos, la democracia representativa, el creciente multilateralismo, la mitigación de las desigualdades sociales, etc.), creaciones que, más allá de su localización colonialista, se instituyeron, pero, pueden considerarse ya, programas agotados, lo que es aún más visible si los proyectamos sobre la crisis multidimensional en curso: basta señalar el cambio climático, la depredación ecológica imparable, la crisis energética, las abismales desigualdades sociales, la economía de casino, la carrera armamentista, las guerras (en especial el horizonte bélico que da pie a esta reflexión), la creciente militarización global, la delincuencia organizada y las redes de macrocriminalidad, entre otros factores que deberían obligarnos a luchar colectivamente en distintos ámbitos y escalas, enarbolando la exigencia impostergable -no negociable- de “tirar de los frenos de emergencia” la definición de revolución de Benjamin, y re-emprender la reconstrucción (o creación) de módulos donde sean posible otras formas de vivir en común que no desemboquen en la entronización de distopías crimilegales, dentro de cuyas matrices nos encontramos actualmente, intentando elucidar nuestras opciones efectivas para hacerlas persistir, resistir, existir, en medio de las extremas turbulencias que supone plantarse y avanzar decididamente a contracorriente (las otras salidas, ofrecidas por el “mainstream” , es más que evidente para quien quiera ver, que la lógica de expansión ilimitada del dominio pseudo-racional no es sostenible, se derrumba ante nuestro ojos, y -especialmente- tampoco se trata de un pasado, un presente, -y menos aún si cabe- de un futuro consistente, con los valores propios de una vida colectiva fincada en el funcionamiento efectivo de una verdadera democracia; todo lo contrario, como nos avisan recientemente, el golpe de estado en Perú, el intento de provocarlo en Brasil, y en general el “asalto a las instituciones” encabezados por la extrema derecha, eso, junto a un urgente e indispensable “balance”, no terminado aún, que debería permitirnos comprender mejor los alcances y límites ofrecidos por los regímenes denominados progresistas, como es el caso de Chile, Colombia, Bolivia, Brasil, México, entre otros, sin dejar de lado, ni por un momento, el análisis e integración al contexto mundial de las “confusas guerras” libradas al interior, como es nuestro caso. 

No podemos dejar de considerar como un elemento determinante el tiempo, advirtiendo -una y otra vez – que la ventana de oportunidad de que disponemos, velozmente se cierra, ante el fracaso global -criminal- de por ejemplo, la mitigación del cambio climático, o en el caso que nos ocupa, la negociación -arbitrada a nivel internacional- para establecer la paz entre Rusia y Ucrania, lo que constatamos es justo lo contrario, más leña a la hoguera escalando la confrontación bélica. Si no somos capaces de pensar colectivamente en las consecuencias que tiene, por ejemplo, el hecho de que la alianza atlantista proporcione tanques a Ucrania , aviones, y otras armas, sabemos, fehacientemente, que, en su conjunto, esta dinámica demencial escala la guerra -peligrosamente cerca- del empleo de armamento nuclear, y deberíamos estar absolutamente seguros, a estas alturas, de que no existe nadie -en su sano juicio- capaz de garantizar que al recurrir a ellas, los bloques bélicos en pugna se limitarían a un uso exclusivamente táctico. 

Este breve argumentario, que cualquiera, con acceso a internet, si está realmente interesado en conocer la verdad, puede corroborar, debería, junto con todas las elucidaciones necesarias, ofrecernos una orientación para construir nuestra carta de exposición de motivos, tenemos a nuestro alcance -desaliénandonos- la posibilidad de conjuntar una serie de razones necesarias y suficientes, para generar un movimiento de movimientos de convergencia contra la guerra. No sabemos si estamos en estos momentos -o si ya hemos cruzado- el umbral que Castoriadis señalaba con su apotegma… “Nadie podría salvar a la humanidad de su propia locura… o del suicidio”.

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