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jueves, 28 marzo, 2024
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Huidas y encuentros: ‘Los delincuentes’ de Rodrigo Moreno

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Por: SERGI RAMOS •

La Gualdra 575 / Cine / Festival de Cannes 2023

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Los delincuentes, el último largometraje del argentino Rodrigo Moreno presentado en la sección Una cierta mirada, arranca con unos títulos de crédito, movimientos de cámara y zooms que alternan entre el personaje principal y la muchedumbre de la ciudad de Buenos Aires, como un homenaje a la estética de un cierto cine policiaco situado en alguna época entre los años 1950 y 1980. Más concretamente, al subgénero de las películas de atracos.

Morán, un empleado de banco, aprovecha un descuido para robar una importante cantidad de dinero de la caja fuerte de su lugar trabajo, que luego confía sin avisar a uno de sus compañeros, Román, a cambio de una cuantiosa parte. Morán irá a la cárcel, y Román conservará el botín hasta que su inesperado cómplice haya cumplido su pena.

Sin embargo, la película toma rápidamente sus distancias con la referencia al género de atracos propuesta al inicio. Ni rastro de acción, sino una deambulación que acabará llevando a los dos personajes hacia una solitaria zona montañosa. Y una reinterpretación de baja intensidad del humor alocado de algunas comedias de atraco italianas y españolas (cuyo modelo sería Rufufú, de Claudio Monicelli), y que puede recordar al humor frío de un Aki Kaurismaki.

Una vez vaciada la cáscara del género, la propuesta de Rodrigo Moreno alcanza sus mayores aciertos cuando deja deambular a sus personajes por los espacios naturales, convertidos en lugares en los que ocurren azarosos encuentros. En particular con una mujer, Norma, que invierte el proyecto contenido en su nombre de pila, provocando un giro radical en las vidas de quienes cruzan su camino.

En esos esbozos de relaciones posibles, el realizador elabora una serie de variaciones alrededor de la amistad y del amor, construcciones fugaces de marcada ficcionalidad, que recuerdan al trabajo del mexicano Nicolás Pereda. Relaciones marcadas por la discontinuidad de lo inesperado, como una serie de piezas de un puzzle que parecen (sólo parecen) ensamblarse. Como las letras de los nombres de los personajes, formando infinitos anagramas (Román, Morán, Norma y todos los demás). Sin embargo, en la economía general de la película, estos cuentos del azar conviven difícilmente con las cuestionables (anti)peripecias que Morán y Román sufren en su trabajo y en la cárcel, acentuadas por el excesivo metraje de la película. Ciento ochenta minutos exactos que dan qué pensar en los límites de un ejercicio de estilo a veces forzado.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_575

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