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sábado, 20 abril, 2024
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Entre la fortaleza y la esperanza

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

En un incesante palpitar del planeta, en que cambios de origen impensado irrumpen en el ya de por sí deteriorado modelo de vivencia y convivencia que rige el sentir y manifestar adaptaciones en formas de vida que, a cada individuo, grupo, etnia, munditos y mundotes, le tocó padecer en su momento. Cuando de pronto se aparecen circunstancias sorpresivas que ponen en riesgo la estabilidad y el comportamiento general, surge la necesidad de crear los mecanismos para enfrentar con éxito las nuevas realidades que se siguen reproduciendo incesantemente, como si el mundo fuera un laboratoriote en el que se aplican infinidad de variables que aumentan las preocupaciones entre el presente y el futuro, aunque el pasado mantiene su postura como fuente de referencia para diseñar. construir y mantener vivo y bien en cualquier circunstancia.

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Lo anterior ocurre en todos los ámbitos, desde lo individual hasta lo más complejo. Como individuos, el mundo se descompone todo, si se pierde la estabilidad económica, emocional o física. Cualquiera de estas que falle, acarrea un caos que afecta todo con lo que se ha tenido que lidiar en las etapas de vida anteriores. Y como nadie se ha dedicado al oficio de prevenir lo que pueda presentarse. Esto último, aunque todo mundo lo sabe, muy poca gente está preparada para enfrentar exitosamente un futuro incierto y aunque hay una razonable cantidad de éxitos estos no parecen ser la regla general. Cuando se pierde la capacidad económica, cuando se pierde el aplomo, el control emocional, conductual y de salud, el entorno colapsa.

En lo social ocurre algo similar. Hay que estar al pendiente de muchas cosas como la educación pública, la visión científica, el proyecto cultural, la estabilidad económica, el tejido social, la amplitud de miras en la participación política, la convivencia civilizada y la seguridad. Por lo que se ve, pareciera que la única importante es la que aparece al final, curiosamente como consecuencia en los repetidos y trepidantes fallos y sofocones en todos los puntos anteriores. Y ante estas carencias proyectivas y de convicción en la solución de todos los asuntos olvidados o dejados a la deriva, se seguirán dando los permanentes palos de ciego a los que no se ha aprendido a evitar y, por consiguiente, seguir adoquinando el camino al infierno con puras buenas intenciones. Hay mucho que hacer en el terreno del aprendizaje y aplicarlo en formas efectivas y perfectibles. En el país, parece que, en forma fatalista, la gente se ha resignado y acostumbrado a vivir sin los puntos buenos que aquí se enuncian y a aceptar la violencia y la inseguridad como parte del paisaje cotidiano al que se ha condenado a la población.

En el terreno internacional no se andan cantando mal las rancheras. Hay tantas invasiones y agandalles de las potencias militares y económicas dominantes en el planeta, que la verdad, resulta desesperante vivir con tan pocas expectativas que conduzcan a una vida digna y placentera como una constante en el devenir histórico de la humanidad. Hay un escándalo político por el más reciente conflicto en Europa, pero de manera por demás hipócrita se da carpetazo a las atrocidades que se están cometiendo en Asia, África y Latinoamérica sin contar las guerras de baja intensidad en las islas del Pacífico Sur en los ya muy acumulados últimos años. Incluso, no hace mucho hubo intensos bombardeos por parte del conglomerado militar del norte del Atlántico contra la antigua Yugoslavia y algunos países vecinos. Pero la memoria es flaca y los medios de comunicación masiva internacionales opinan y publican de acuerdo a los caminos que les marca el Gran Chayote.

Pero ante tales circunstancias, lo menos que se puede hacer es tirar la toalla, como dijera Monsiváis en sus mejores y más lúcidas peroratas y soliloquios, hay que seguir documentando el optimismo. No se puede renunciar a la Esperanza (con mayúsculas) de lograr, con un esfuerzo general que vaya de lo individual a lo colectivo por parte de los pobladores del mundo que se encamine con toda la Fortaleza que se derive de la sabiduría acumulada a través de tantos miles de años, hacia una paz duradera y armónica donde se pueda vivir el sueño largamente acariciado de convivir en esquemas de amor verdadero y paz universal permanente. Si se logra sustituir los esquemas de odio e ignorancia, por otros más adaptativos, entonces podremos aspirar a reproducir los preceptos de convivencia y supervivencia armónica que los grandes políticos, pensadores y sabios de la historia han sabido sembrar, aunque el suelo sea yermo. Es tiempo de aplicar fertilizantes y estupidicidas orgánicos con principios y filosóficos que encaminen a individuos y naciones a vivir bajo bases diarias de esa sensación cada vez más extraña que se llama felicidad.

Y para tal propósito se debe concentrar todos los esfuerzos en fortalecer a la gente en los aspectos donde debiera hacerse, principalmente, para empezar, en diseñar y aplicar modelos educativos universales basados en el respeto por lo que se tiene y la permanencia de nuestro planeta en formas que se parezcan cada vez más a la Naturaleza original. Solo a través del fortalecimiento de los valores más universales se tendrá la oportunidad de rescatar la Historia del Futuro.

Luego continuará.

El próximo domingo es el Día Internacional del Teatro. No dejen de asistir desde muy temprano al Teatro Calderón a atestiguar lo mejor del trabajo de la Comunidad Teatral de Zacatecas. Además, el sábado temprano habrá mesas de trabajo sobre temas de teatro desde muy temprano. No dejen de estar atentos.

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