Donald Trump es sin lugar a dudas (si nos tomamos medio enserio las cosas), el personaje más polémico de Estados Unidos de América de los últimos años. El magnate venido a más es lo que en ese propio país bautizaron bajo el concepto de “showman” para describir a aquellos individuos que sobreponen su popularidad a cualquier criterio, valor o moral y que son además adictos a las cámaras de televisión, y muy probablemente como es el caso que nos convoca, al poder.
Trump es el heredero de un constructor de Nueva York, que tiene el mérito de haber empezado de cero, desde abajo como sus construcciones, las cuales fueron hogar de miles de familias del Bronx y de Queen en las décadas de los 50. A diferencia del hijo, al padre no se le conoce por su exacerbado protagonismo.
Este hombre de rubio bisoñé no es el mejor ejemplo de hombre sin ideas, mediocre o sin iniciativas; prueba de ello son sus exitosos negocios, que van desde la construcción de mega obras, hasta las regalías del concurso sexista Miss Universo. Es entonces y en resumidas cuentas lo que EUA merece como representante, si acaso de un sector de conservadores de ultra derecha, o tal vez, de “líder de opinión” televisiva como es el caso de Oprah Winfrey… NADA más.
Lo lamentable del escenario electoral que vive el país de los inmigrantes, es por demás de resultados reservados. Más allá de lo que sucedió en el debate de hace unos días entre republicanos, donde 9 correligionarios de Trump se le lanzaron a la yugular, acusándolo nada más y nada menos de sexista, machista, bélico y por supuesto de ser el representante mundial de la discriminación de los inmigrantes su historial es dudoso. Sólo como acotación debo agregar, que el resto de los aspirantes de este partido de derecha no son precisamente lo contrario al regordete de Trump, el más claro ejemplo es Bush tercero, por así llamarlo, quien en el estado de Texas por décadas ha permeado su política en contra de los mexicanos que cruzan por ese extenso y árido territorio, incluso hay voces que señalan a esta oligárquica familia como promotores de grupos radicales fronterizos, como los llamados Minutemans.
Pero vayamos más allá.
Las últimas encuestas señalan un empate técnico entre los punteros de los dos partidos a despachar en la Oficina Oval. Por un lado Trump con apenas dos puntos debajo de la otra aspirante, Doña Hillary Diane Rodham Clinton quien por si acaso importara goza de la simpatía de un servidor.
Trump representa con exactitud lo que el mundo no necesita, es más, representa principalmente lo que este país vecino no necesita. Vale la pena mencionar que los conceptos vanguardistas de inclusión, de apertura de fronteras, de derechos humanos para los migrantes, de la convención de Viena, de la conformación de los equilibrios en la ONU particularmente en el consejo de seguridad, de los problemas entre países como es el caso de Palestina e Israel o entre el Estado Syrio y el Estado Islámico (herramienta miserable de Estados Unidos en algún momento), lo colocan como el tipo más alejado dentro de los republicanos y los demócratas del concepto de Estadista.
Esta falta de conceptos, y más que de conceptos de claridad en la geopolítica, lo convierten en el peligro número uno para el resto del mundo.
La ex primera dama tiene otro perfil y para analizarlo vale la pena quitarnos telarañas mentales. Hace apenas un par de números de algunos semanarios y columnas de diarios de días pasados, señalaban a la distinguida abogada como la diseñadora de corte y confección de la mal llamada reforma energética, error. Los legisladores, cabilderos del gobierno y de las trasnacionales petroleras y las recetas mágicas del BM y del FMI fueron esencialmente los padrinos de ese bodrio.
Hillary cuenta con una larga trayectoria política propia, con los suficientes créditos para responder por sus acciones y proponer a quienes le cuestionen las deudas en la agenda nacional norteamericana de su esposo y de Obama, como mucha entereza; por ejemplo la muy corta, casi nula reforma migratoria y su papel como mediadora diplomática en Medio Oriente.
El mundo está cambiando, las potencias tienden a un reacomodo, los que antes ponían la mano de obra y el software, muy probablemente también pongan las nuevas reglas del orbe. Mientras eso pasa la hegemonía política y económica seguirán siendo de los mismos, luego entonces es de vital importancia que países como el nuestro, con un número importante de paisanos que podrán votar, estemos atentos a las próximas elecciones allá. Sin lugar a dudas los latinos radicados jugaran un papel fundamental en este venidero proceso, y ese vaticinio de hace algunos años de que esta comunidad terminaría poniendo Presidente en la Casa Blanca es hoy más vigente que nunca.
De algo estoy seguro. La candidata demócrata pondrá a dos de sus múltiples ejes rectores como primordiales: la reforma migratoria integral y un Estados Unidos de América mucho menos intervencionista.
IN GOD WE TRUST. ■
