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martes, 30 abril, 2024
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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

El cine, la literatura e incluso la música han explorado la paradoja de la creación de seres autómatas que se revelan ante sus creadores, los seres humanos. Es un tema, que quizás en la década de los 80, causaba aún curiosidad y cierto ánimo de fantasía, sin embargo ya en este siglo 21 la realidad nos ha rebasado.

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Ya no se trata del ser humano creando cyborgs sino de humanos que se convierten en cyborgs. Ver la película Matrix o Trainspotting, escuchar el disco Ok Computer de Radiohead o incluso leer al escritor zacatecano Tryno Maldonado en su novela Temporada de caza para el león negro es echar un vistazo a este nuevo tópico.

La monótona repetición que nos gobierna es una inercia inquebrantable. Vivimos inmersos en la utopía robótica de la búsqueda de la perfección, es decir, no cometer errores, no fallar y no hacer cosas que nos perjudiquen; todo eso es imposible en nuestra raza, inclusive en la naturaleza misma no hay pureza.

 

Primer subtítulo

La maquinaria del reloj que nos gobierna, o mejor dicho que nos esclaviza, es aceitada de manera habitual con nuestra sangre y con nuestros más íntimos deseos. Hay en ella un macabro hilo titeretero que simula ofrecernos libertad y felicidad. Pero ese delgado hilo, al tiempo que ahorca da estabilidad, de tal modo que lo colocamos voluntariamente en nuestro cuello creyendo que se trata de un collar más que un yugo.

En las películas Matrix y Trainspotting por ejemplo, las tesis principales giran en torno a la automatización en que vivimos los seres humanos en el presente; es un modus vivendi en el que creemos conocer el exterior sin conocernos íntimamente, lo que provoca que lo externos nos absorba y de este modo perdemos identidad. El exterior nos ofrece imágenes diversas de lo que pudiera ser nuestra identidad y sin embargo es solo un holograma, como lo es de por sí el exterior. Hemos olvidado aquella máxima de Hermes Trimegisto: Homo, nosque te ipsum…

Así, los jóvenes que se fugan de la realidad a través de drogas o los cibernautas que salen del sistema computacional se convierten en rebeldes anarquistas del sistema. Pero al renunciar a ello, se renuncia también a lo que creen de ellos mismos. De ahí que Neo, el protagonista del film de los hermanos Wachowski, tiene que morir para lograr una verdadera liberación, mientras que el personaje principal de Irvine Welsh se mantiene renegando del sistema desde adentro, razón por la cual será visto como un ladrón, en otras palabras un traidor.

 

Segundo subtítulo

La canción Fitter, happier de Radiohead o el libro Temporada de caza para el león negro de Tryno Maldonado reflejan a un hombre que se ha convertido, sin saberlo del todo, en un autómata. En la canción de los británicos el androide se propone todas aquellas metas del hombre moderno: comer bien, dormir ocho horas, hacer ejercicio, no beber alcohol, etcétera. Por su parte, Golo, creación de Maldonado, busca el placer en una de las actividades más humanas como lo es el sexo, de forma automática, es decir, sin involucrar sentimientos, emociones o sensualidad; todas sus experiencias sexuales son narradas en una infinita repetición de acciones que llegan a parecer sin sentido, como si se tratase de una máquina que lleva a cabo un trabajo diario.

Esto debería, tal vez, provocarnos ciertas preguntas, porque todos vamos a la escuela o al trabajo o realizamos nuestras actividades de manera mecánica, como si estuviéramos programados para hacerlo indeterminadamente. Quizá un día nos ocurra como en algún capítulo de aquella serie de los 50,  La dimensión desconocida, en la que una joven se da cuenta de que es un androide, lo cual la lleva a una crisis existencial terrible que la hace odiarse a sí misma.

Enamorarse, casarse, reproducirse y morir, parece ya también un ciclo de un procedimiento digitalizado que nadie detiene. Incluso en nuestros sueños seguimos presos de esta inercia robótica: el oficinista se sueña tras de su escritorio, el estudiante en clases, el chofer en el estrés del tráfico…

Cuando alguno de nosotros se detiene de repente a contemplarse, cuando alguien se rehúsa al casamiento o a la reproducción, cuando se deja de trabajar y ser productivos, cuando se abre un grito de desesperación en medio de la multitud o bien cuando se llora o expresa alguna emoción que nos recuerde la propia humanidad, el sistema colapsa.

Aquellos que intentan salir de esta inercia son vistos como un error en la programación, un virus que se debe exterminar, lo cual desde luego resulta irónico dentro de una civilización tan preocupada por el contagio de enfermedades… El anhelo de libertad es visto como un padecimiento que se tiene que erradicar.

Es tiempo de humanizarnos, de volver los ojos hacia el interior, de bebernos la frase de Trimegisto hasta el fondo “hombre, conócete a ti mismo”, y reconocernos. Saber quiénes somos lleva mucho tiempo y más aún cuando estamos tan alejados de siquiera preocuparnos por ello. El mundo afuera es tan monótono que resulta cómodo y sin embargo, tan abrumador que puede exterminarnos. ■

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