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martes, 23 abril, 2024
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Formar o formatear a los docentes (segunda y última parte)

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Por: RAMIRO ESPINO DE LARA •

Finalmente, existen pocas oportunidades
de profesionalización y formación continua.
Los cursos de actualización ofrecidos por
las autoridades educativas o líderes sindicales,
revelan una falta de empatía y conocimiento
de las verdaderas necesidades de los
profesionales de la educación.
Erik Juárez Pineda (La Jornada México, 22/dic/2021 p. 16)

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Se reafirma que las instituciones formadoras y/o actualizadoras de docentes, no cumplen cabalmente con el apoyo que estos requieren para que profesionalicen su práctica; por encima de ello, los someten a proceso formativos rígido, lineales y sin posibilidad alguna de que puedan instituir su propia práctica. Con esto, se confirma lo expuesto en la primera entrega y, que puede servir de preámbulo, solo es cuestión de que los docentes lo vean como una oportunidad para que puedan así problematizar su propia práctica y actúen con posturas de autogestión. Son muchas las alternativas a las que el docente puede recurrir cuando le surja realmente la necesidad de profesionalizarse en, desde, con y para su propia práctica; debe incursionar en un proceso que sea cíclico, en espiral y ascendente.

Para que el docente le encuentre sentido a su práctica profesional, debe vivir un proceso continuo, mismo que, iniciaría con la revalorización de su propia práctica, hasta llegar a la construcción de proyectos innovadores, el proceso sería el siguiente:

Revalorización de la práctica docente propia

Es el docente quien debe generar alternativas didáctico-pedagógicas, lo debe hacer, a partir del estilo que tiene para ejercer su profesión, de entender que una cosa es “el ser docente” y, otra, “el docente como ser”; cada docente está en posibilidad de revalorarse de acuerdo a las experiencias pedagógicas que viva, del nivel de aceptación que tenga con sus alumnos y, los objetivos que persiga con el ejercicio de su práctica profesional. Es el maestro quien debe valorar su práctica y la experiencia que le deja la misma, esto le permite incursionar en un proceso de autoformación, en contraparte con el de formateo al que lo someten un gran número de instituciones formadoras y actualizadoras de docentes. La tendencia del docente sería, siempre, la de ejercer su práctica desde una perspectiva profesional, o sea, formarse y profesionalizarse desde su propia práctica.

Análisis de la práctica docente propia

El docente, permanentemente debe interrogarse acerca de hacia dónde lleva o conduce y se conduce con los educandos, cómo le puede hacer para no repetir el mismo patrón de conducta con el que lo formaron a él. Hacer el análisis de la práctica docente propia, implica, que, en un primer momento, el docente se reconozca a sí mismo como tal, ello lo llevará a generar su propio lenguaje, a desarrollar un estilo propio de ejercer la docencia y, a fortalecerse y profesionalizarse. Tal vez la formación académica de un alumno en el seno de una institución formadora de docentes, no dice mucho sobre la manera de cómo se pueda desempeñar en el campo de la docencia.

Investigación de la práctica docente propia

Por lo general, cuando el maestro construye su propio conocimiento, le surge la inquietud de saber qué es lo que hay detrás de su práctica profesional, seguramente ello lo llevara a investigarla, ¿de qué manera?, no podemos decir que el docente se convierta en investigador educativo, pero sí que el docente investigue su propia práctica; hacer esto, el propio maestro adoptaría posturas innovadoras, problematizaría su práctica teniendo como referentes principales a sus alumnos, el contexto, su propia práctica y, en buena medida, el currículum. Si aborda su práctica en términos de problema, realizará diagnósticos de manera permanente para que se encuentre en condiciones de priorizar los problemas, generarles alternativas y, diseñar proyectos de intervención de su propia práctica.

Construcción de proyectos innovadores para intervenir la práctica docente propia

Refirmando el contenido del tercer párrafo, digamos que el docente cuenta con una doble personalidad, doble perfil o doble rol; de “ser docente” y “docente como ser”, cuando le queda claro lo que implica cada una de estas dos facetas, tal vez estará en posibilidades de incursionar en un proceso constante de introyección para decirse a sí mismo, qué es lo que requiere en el ejercicio de su práctica profesional; de esta manera, trascendería en ella. Muchas interrogantes le pueden surgir en este proceso, mismas que serán objeto de análisis acerca de lo que es su propia práctica, tal vez sea el inicio para asumir el rol de investigador escolar, esto le servirá al docente para que se identifique como tal, con su contexto y los sujetos con los que interactúa. Cuando el docente investiga su propia práctica, por lo general se identifica con la misma, tiene la oportunidad de verla con otra perspectiva y se proyecta de manera diferente, con posturas innovadoras, mismas que le permitirá construir proyectos de igual naturaleza; en consecuencia, dimensionará y problematizará su práctica mediante la realización permanente de diagnósticos.

Si al docente, desde el momento en que se encuentra en instituciones formadoras de docentes se le permitiera investigar en contextos educativos, si no se le sometiera al manejo de contenidos curriculares descontextualizados, saldría formado con el perfil de docente investigador de su propia práctica y, contará con el conocimiento suficiente para construir proyectos contextualizados y trabajarlos en escenarios de colaboración mutua y de autoformación.

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