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martes, 19 marzo, 2024
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Tríptico del Cangrejo

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Hay latitudes desde donde se comienza la escritura. Eso es algo indiscutible. Una geografía sin retorno. A partir de ese momento se avanza conforme el talento lo permita. A trompicones si se quiere. De manera pertinente y suave, como si se deslizara sobre la escritura lo mismo que sobre el más apacible de los océanos nocturnos. Y de entre tantas latitudes, destaca una que consigue aullar dentro del que la genera. La escritura es para él lo mismo que una ruinosa embarcación en medio de la más terrible tempestad desdibujada por Shakespeare. 

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Y una vez que comienza con la palabra el escritor, en este caso Álvaro Uribe, consigue dejar, a su vez, memoria de lo que en ese momento le ocurre: la maldita embestida del desgraciado cáncer que no hace otra cosa sino minar y minar su salud y su cuerpo hasta deteriorarlo poco a poco. 

Y así es como llegamos a “Tríptico del Cangrejo” (Alfaguara, 2023), del destacado autor Álvaro Uribe, libro que, al menos para mí, debería inaugurar un nuevo género literario. Porque en realidad se mienten quienes afirman que se trata de un diario porque nadie puede escribir con el dolor y los medicamentos en las manos de su día a día. Porque en realidad se mienten quienes afirman que se trata de un testimonio de las distintas enfermedades (tres tipos distintos de cáncer a través de 14 años) a las que Álvaro les hace frente cuando él mismo en ocasiones casi se da por vencido y, no obstante, vuelve a la vida, casi se ahoga y regresa, se pierde en los laberintos ignotos del dolor, y es casi hasta el final que decide la publicación de este libro. 

De hecho, el mismo Álvaro lo nombra en repetidas ocasiones como “el cuaderno de la paciencia” o un “bitácora de la paciencia”: “Cuando le aclaré que no podría escribir nada más por ahora, que estas páginas son sólo un registro de la paciencia y que no sé qué voy a hacer con ellas”, “Sólo me falta imaginar qué podría yo escribir cuando este cuaderno ya no sea una bitácora de la paciencia”. 

No sé, quiero pensar que, a final de cuentas, conforme transcurre “Tríptico del Cangrejo” Álvaro entiende que tendrá que hablarle de frente a frente a la muerte. Y lo hace poco a poco. Es así como la acepta en sus días. Acaso sin confesarlo, en la más absoluta resignación. Pero sí que lo hace. Por eso, me parece, que ya al llegar al final sabe bien cuál es su destino: “Yo escribo en cambio mientras vuelvo a la vida. Porque sé que en el momento en que deje de escribir en este cuaderno será en el momento en que vuelva a vivir con cierta normalidad. A no ser, por supuesto, que me equivoque. Y estos meses sólo sean los primeros. Los inocentes. Los ignorantes del horror que vendría después”.  

Ya se ha preparado para ello. Durante las páginas de “Tríptico del Cangrejo” no hacemos sino ser testigos de tal preparación. Y eso que para Álvaro y para su pareja, la poeta Tedi López Mills, las esperanzas nunca se apagan, trascienden incluso más allá de la muerte, pero los dos se concilian con los procesos naturales de la vida, y en ese concilio acaso va incluida la resignación, sin algún miramiento católico, por supuesto. 

“Tríptico del Cangrejo” también se puede leer como un bosquejo que juega con las estructuras temporales. Por eso está dividido en periodos de años, aparte de que esos años marcan las tres ocasiones en que Álvaro se ve abatido por tres distintos tipos de cáncer: el primero en el pulmón derecho; el segundo en la próstata, y el tercero nuevamente en el pulmón. 

No obstante, aparte de esta división, que de alguna forma también le ayudan a Álvaro para delimitar la estructura tanto de su proyecto como de su propia escritura, una vez que se ve inmerso en la marisma del cáncer el tiempo sucumbe para él: “El tiempo me pesa. Tal vez sea más preciso decir: el tiempo se materializa a mi alrededor. Es como un fluido que se adensa según pasan los días y me envuelve sin sofocarme del todo. Sólo me sumerge en un magma sedante del que a veces no puedo y otras veces no quiero salir”. 

Por una ignorancia mía en tecnología perdí una entrevista con la poeta Tedi López Mills donde íbamos a hablar de Álvaro Uribe y de “Tríptico del Cangrejo”, sin embargo, me di a la tarea de leer otras entrevistas y ahí me di cuenta, en una de tantas respuestas de Tedi López, que al transcribir uno de los “diarios” de Álvaro daba cuenta de la exactitud de su prosa al no tenerle que hacer casi correcciones. Y debo agregar que a mí “Tríptico del Cangrejo” me parece uno de los libros con una prosa muy equilibrada y con momentos de una belleza deslumbrante. Claro que estamos hablando de un autor que sabe lo que escribe, que a pesar de la enfermedad se toma su tiempo de escritura y que incluso llega a aceptar cuando comete uno que otro atropello (¿acaso ocurre en una o dos ocasiones?). Me encantó, también, el tono narrativo que Álvaro emplea: en ningún momento es condescendiente; tampoco se revictimiza o pretende causar pena a sus probables lectores para los que escribe, aunque desde el primer momento nos deja en claro que escribe para soportar las embestidas de una enfermedad (el maldito cáncer) que desconoce, que lo asusta terriblemente, pero que conforme pasan los días lo conoce a tal grado que casi se vuelve un experto, nos vuelve a nosotros unos expertos, no sin ese punto y aparte que equilibra muy bien su narración y que se construye a partir de los otros, los que lo rodean, y Álvaro le da un toque especial cuando describe las reacciones de sus amigos más cercanos, de los parientes, pero también de los doctores y de los enfermos que lo acompañan en sus desventuras, de sus altas y sus bajas, porque a fin de cuentas “nadie sabe a ciencia cierta cuando algo sucederá por última vez”.   

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