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martes, 23 abril, 2024
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La izquierda y la cuestión nacional en América Latina: de Bolívar a Túpac Katari (Primera parte)

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Por: ALBERT NOGUERA •

Todo proceso de transformación social es siempre un proceso nominado y territorializado. Es decir, tiene un sujeto colectivo que lo protagoniza y un territorio donde sucede. Sin sujeto histórico territorializado no hay proceso de cambio. La aparición de estos sujetos transformadores se da fruto de la confluencia de causas objetivas y subjetivas.
Los procesos no son fabricados en laboratorios. En la mayoría de casos, surgen fruto de reventones sociales inesperados en el marco de los cuales la colectividad toma conciencia de la excepcionalidad del momento y se pone al servicio del mismo conformándose en un nuevo sujeto político. Sin embargo, un acontecimiento no es algo que surja del vacío.
Dicho proceso no existe si no hay, previamente, un deseo, una voluntad colectiva y un imaginario social de vivir de otro modo y, por tanto, si no ha habido un proceso previo de construcción de identidades unificadores de los sectores populares capaz de convertirlos en un sujeto federado por discursos políticos que problematizan el orden. Los sujetos históricos, en consecuencia, «surgen» pero también se construyen.
En este sentido, uno de los debates tradicionales de la izquierda ha sido el de cómo construir tales sujetos y qué papel juega la cuestión nacional en esta tarea.
A menudo, cierta izquierda española se ha referido a cómo lo nacional ha servido a las experiencias revolucionarias latinoamericanas (Fidel, Ortega, Allende, Chávez, etc.) para crear procesos identitarios colectivizadores de igualdad-identidad universales, capaces de unificar a todos los sectores populares en un «nosotros» nacional (¡patria o muerte!) en alteridad con un «ellos» extranjero (el imperialismo). A la vez que, seguidamente, intenta justificar y defender, por analogía, una estrategia de utilización, también en España, de lo nacional-patriótico español para la construcción de un sujeto colectivo, teniendo la izquierda el deber de disputar los símbolos nacionales del régimen del 78 a la derecha y resignificarlos a su servicio.
Ésta no sólo es una analogía tramposa: el Estado español no es América Latina; sino también desfasada: la relación de la nueva ola de procesos emancipadores latinoamericanos con lo nacional se ha invertido con respecto a los procesos de la segunda mitad del s. XX. Hoy, la subjetividad política de las nuevas fuerzas sociales ya no se construye «desde» lo nacional sino «contra» lo nacional. Vayamos por partes:

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1. Una analogía tramposa: el régimen del 78 no es América Latina.
Respecto a la primera cuestión. Los símbolos nacionales son una forma de unificación social a partir del culto al momento fundacional de la nación y los valores asociados a él. Sin embargo, como ya he dicho en algunos de mis textos, el tipo de historia de la que surgen y los valores que llevan asociados los momentos fundacionales de los países latinoamericanos y del Régimen del 78 son totalmente distintos y ello hace que los símbolos generados por los primeros sean disputables y los segundos no.
Los países latinoamericanos surgen de momentos fundacionales abiertos o populares derivados de una historia social que lleva asociados valores de autodeterminación social. La bandera y el día de la patria en México son la objetivación de un momento fundacional asociado a valores abiertos de resistencia y libertad, el Grito de Dolores, por el que el pueblo se alza en armas, en 1810, contra el gobierno colonial español y logra su independencia. Ello hace que sus símbolos derivados sean disputables en beneficio de los objetivos de la izquierda, ya que, a pesar de ser usados también por la derecha, los valores de autodeterminación social que reproducen pueden ser también una herramienta discursivamente poderosa para mostrar que es el Poder y no los dominados quienes los están vulnerando. Por el contrario, el Régimen del 78 surge de un momento fundacional cerrado y oligárquico derivado de una historia de Estado que lleva asociados valores de sobredeterminación. La imagen del acto del 22 de noviembre de 1975 en el que Juan Carlos I presta juramento, por Dios y sobre los santos evangelios, es una visualización de estos otros momentos asociados a valores cerrados conservadores. Ello hace que sus símbolos derivados constituyan formas de unificación alrededor de valores sobredeterminados y cerrados de adhesión al régimen del 78 (Monarquía, unidad nacional, etc.), nunca de autodeterminación ni rebeldía. Su utilización reafirma la lógica de unificación social en torno a valores pro-régimen y reasegura el rechazo social a todo discurso que problematice con el statu quo (República, independentismo, etc.). Por eso los símbolos españoles oficiales actualmente no son disputables por la izquierda por mucho que algunos lo pretendan. No todos los símbolos nacionales son disputables. A nadie se le ocurriría decir que durante el III Reich alemán lo que hubiera tenido que hacer la izquierda hubiera sido disputarle a la extrema derecha la bandera oficial del Estado con la esvástica.

*Profesor de derecho constitucional
**Este artículo se encuadra dentro del monográfico sobre la cuestión nacional en distintas regiones del mundo publicado conjuntamente por el Institut Sobiranies y el diario Público.

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