Resulta que con su generosidad proverbial y desplegando sus más finas maneras unos caballerosos y atentos agentes de la benemérita P.G.R. apostados en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, cautivados acaso por su tipo acentuadamente popular, mismo que les ha merecido siempre un gran respeto y una especial consideración, escogieron a un joven viajero que regresaba de Sudamérica para hacerle un costoso regalo, y transportarlo gratis a Tepic, Nayarit, donde lo proveyeron de cómodos atuendos y le practicaron un sofisticado arreglo capilar.
¿Y todo para qué? Para que el malagradecido sujeto no sólo no aceptara el regalo sino se dijera víctima de un delito fabricado, y se quejara además del presunto robo de la maleta que según él era realmente la suya.
Afortunadamente se trata de un caso aislado, ya que los más de los beneficiarios de este tipo de operativos no sólo no se quejan, sino tras malbaratar su patrimonio acuden al santuario de su devoción para agradecer a la potestad correspondiente haber salido del trance con vida.
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En el marco de un debate de interés continental acerca de la pertinencia o no de la intervención de las fuerzas armadas en el combate del estado mexicano a un cierto tipo de delitos, distintas voces habían vertido ya diversas razones, incluidas las no muy claras o concretas de los comandantes de dichas fuerzas.
En ese punto estaban las cosas cuando un vocero oficioso del ejército y la armada tuvo a bien revelarnos, en su colaboración semanal para un diario, cual es el verdadero contendiente a vencer o abatir por el ejército y la armada: “El enemigo se conforma por algunas ONG, Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Corte Interamericana de Derechos Humanos y, por supuesto el Poder Judicial mexicano, que es débil ante lo que determine (sic) la Corte Interamericana”.
Merecedor de una mención especial en el escrito citado es el Centro Pro de Derechos Humanos, y no omite a la C.N.D.H. n
