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martes, 19 marzo, 2024
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Antologías: la gran estafa (primera parte)

■ Para todos los talleristas de literatura del programa TAOC.

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Hace muchos años escribí acerca de ellas. De las tantas y tantas antologías que abundan en el mercado editorial: en las ferias del libro parecen cucarachas. Ahora me vuelvo a acercar al tema por lo siguiente: hace algunos días participé en la selección de textos para conformar una antología de varia invención de varios usuarios de talleristas de literatura y seleccioné los que me parecían lo mejores textos empleando distintos criterios, todos ellos literarios. Por ejemplo, la capacidad imaginativa del usuario. Por ejemplo, la temática original del usuario. 

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Cuando participas en la selección de textos de una antología de tal tipo aceptas de entrada que los textos no van a ser perfectos, que son resultado de talleres de literatura, pero que aún les hace falta el empuje para que lleguen a ser publicables, digamos, ya no perfectos (y aquí está la técnica, el talento, la voz narrativa del autor, etc.). 

Sin embargo, si se lee bien, si se analiza bien, se ve el trabajo de los talleristas tras de esos textos, quiero decir que el resultado final no sería el mismo si no hubiese estado tras de sí el trabajo arduo del tallerista a quien por cierto hay que felicitar por su trabajo porque no es fácil ser tallerista, de entrada, y menos de literatura. 

Dejé el trabajo de selección de trabajos para la antología por mi culpa (me metí en una odisea de problemas, ofendí a personas y cometí errores estúpidos que no valdría la pena explicar aquí porque para eso tengo terapeuta) y otra persona se encargó de seleccionar los textos. 

Seguramente los criterios cambiaron y entonces muchos de los textos que yo había seleccionado quedaron fuera. Me enteré por los talleristas y por uno que otro usuario. Para mí fue una pena porque muchos de esos textos ya perfilaban para algo más: como para dar el brinco hacia un taller con mayor profesionalidad y perfeccionar la técnica, la narrativa y quizás hasta empezar a armar un proyecto literario mayor (un libro de cuentos, una novela).

II

Las antologías son un misterio en el panorama de la literatura no solo mexicana sino mundial. En primer lugar están los criterios con que se elijen los textos. Algunas de ellas lo explican en una breve introducción; otras, en cambio, salen y ya, punto, nadie sabe qué mano se ocupó de seleccionar los textos (quizás fue la mano de Dios). 

Por ejemplo, en la década de los sesenta, setenta en la literatura mexicana podríamos citar ejemplos de antologías de literatura destacadas compiladas por grandes autores y con una rigurosa selección que iba desde la generación a la que pertenecían los autores de la antología (aquí es importante la teoría de las generaciones de Ortega y Gasset), hasta temáticas muy interesantes y épocas literarias de los autores. 

Uno llegaba a ese tipo de antologías y comprendía una parte del panorama literario actual. En algunas incluso se proporcionaba una breve semblanza del autor y una explicación del texto, los motivos por los que había sido seleccionado, la generación a la que pertenecía o el grupo literario, y la importancia que tenía su texto dentro de la antología. No voy a dar ejemplos. Seguro ustedes los tienen. Aunque se me viene a la mente una bellísima antología: la que hizo el gran Arturo Souto (quien además fue mi maestro en la Facultad de Filosofía y Letras) de Poesía Española. Es una gran antología cuya selección de autores es cronológica y muestra lo mejor de cada época de la literatura española. Ahí están desde Jorge Manrique, hasta Rafael Alberti o Lorca. Es una antología que merecería una nueva edición con comentarios de muchos de los que fuimos alumnos de Arturo Souto, un homenaje al gran maestro de la literatura española (sus clases eran una delicia). 

Sin embargo, durante la época de los noventa y hasta la fecha surgió una manera de hacer negocios mediante las antologías. Este era el mecanismo al que se recurría: se hacía una convocatoria para tal antología con tal temática (y las temáticas en ocasiones daban risa: de gatos, de perros, de flores, de ositos de peluche) y se daba un plazo para recibir los textos cuya extensión de los textos también se estipulaba en la convocatoria. 

Cuando eres escritor joven y nadie te publica ni te pela lo que más anhelas es ver uno de tus textos en papel, esa es una de las razones por las que se escribe, aunque haya autores jóvenes que se engañen (y quieran engañar) y vengan con cuentos de que escriben por musas, por terapia, por autoconocimiento, por novias, por amantes, por abuelitas (chocolate caliente incluido), por tías, por entretenimiento, por mártires, por automarginales (estos son los peores; son unos parásitos para la literatura mexicana), pero en cuanto salen las convocatorias para las becas del FONCA son los primeros en meter sus proyectos. 

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