■ Entre flores, música y rezos, miles de personas recordaron a sus fieles difuntos
La tradición de visitar a los fieles difuntos se mantiene en la capital. Miles de personas llegaron desde temprana hora a los panteones a recordar a sus muertos. Objetos personales, comida, bebidas, es lo más común que se deja en las tumbas.
El Panteón de Herrera es uno de los más visitados por personas originarias de diferentes colonias y comunidades de la capital. Algunos portan flores, otros llegan con las bebidas preferidas del ser fallecido, sin faltar el típico pan de muerto. Este 2 de noviembre las tumbas se llenan de colores con las flores. En algunas, después de meses en silencio, grupos de músicos, intérpretes de música norteña, mariachis o tríos, amenizan la reunión.
Afuera del camposanto la vida pasa más rápido, y los vendedores de gladiolas blancas, ramos de flores de cempasúchil, pata de león y nube, no se dan abasto atendiendo a los marchantes que quieren llegar con un presente para su familiar.
No solamente se dejan ofrendas y objetos, algunos como la familia Ramírez, llegan con tinas de agua, jabón, escoba y cepillos, para dejar reluciente la última morada de sus difuntos en este panteón.
“Venimos a visitar a mi padre, pero de pasada, dejamos ramos de flores y le damos una limpiada a las tumbas de una tía y de una hermana de mi madre. Lo hacemos por lo regular esta fecha, cada año, sin faltar”, dice Juan Carlos Ramírez.
Menciona que ésta es una tradición que hace que su familia sienta aún la presencia de su padre. Dice que cada año repiten las mismas historias, las mismas anécdotas con la que lo recuerdan con cariño.
Juan Carlos dice que aunque es triste visitar la tumba de su padre, mantiene una tradición familiar que hace que el dolor por la partida de sus familiares sea menor; pensando que los acompaña en esta festividad de muertos. Para él es un día en que conviven los vivos con sus muertos.
