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miércoles, 1 mayo, 2024
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■ El Péndulo

Dos de Octubre, ni perdón, ni olvido…

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Eran casi las seis de la tarde, el mitin estaba por finalizar, de un helicóptero que sobrevolaba la plaza se dispararon bengalas, era la señal del Batallón Olimpia, los francotiradores abrieron fuego, estudiantes, madres, hermanos, vecinos, obreros… todos corrieron por la Plaza de las Tres Culturas y las inmediaciones del Edificio Chihuahua. Corrieron para tratar de salvar sus vidas, pasando incluso por encima de quienes ya habían caído, de gente herida, muerta…El saldo oficial fue de20 fallecidos, sin embargo, las terribles fotos que después de pocos años dieron la vuelta al mundo por su atrocidad revelan la verdad: se trató de una “masacre”.

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Hace 55 años, la tarde del 2 de octubre de 1968, miles de personas se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas ubicada en Tlatelolco. El ejército vigilaba con el pretexto de existia el riesgo de que fuera asaltada la Torre de la Secretaria de Relaciones Exteriores. Vestidos de civi, portando un guante blanco en la mano izquierda, miembros del Batallón Olimpia, se infiltraron en la manifestación hasta llegar al edificio “Chihuahua” donde se encontraban los oradores del movimiento y varios periodistas. Se trataba de un evento convocado por el Consejo Nacional de Huelga.

 

Cerca de las seis de la tarde, casi finalizado el mitin, un helicóptero sobrevoló la plaza y del mismo se dispararon bengalas,  esa fue la señal para que los francotiradores del Batallón Olimpia, apostados en el edificio “Chihuahua”, abrieran fuego en contra de los manifestantes y militares que resguardaban el mitin, para hacerles creer a estos últimos, que los estudiantes eran los agresores. Los militares en su intento de defenderse, repelieron “la agresión de los estudiantes”, pero ante la confusión, los disparos no fueron dirigidos contra sus agresores, sino hacia la multitud de manifestantes que se encontraban en la plaza de Tlatelolco.

Algunos manifestantes que lograron escapar del tiroteo se escondieron en los departamentos de los edificios aledaños, pero esto no detuvo al ejército, que, sin orden judicial, irrumpieron a cada uno de los departamentos de todos los edificios de lo que conforma la Unidad Tlatelolco, para capturar a los manifestantes. Las imágenes de ese momento muestran a unos estudiantes apaleados, indefensos, desnudos algunos, rodeados por los soldados del ejército mexicano.

Los antecedentes fueron los siguientes: El 22 de julio de 1968 los granaderos reprimieron una riña entre alumnos de la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional y la preparatoria particular Isaac Ochoterena. Irrumpieron en las vocacionales 2 y 5, hiriendo a profesores y alumnos. Tres días después, la UNAM se declaró en huelga indefinida. Tras otra represión de los granaderos a jóvenes del IPN y de la Preparatoria 2 de la UNAM, así como a miembros del Partido Comunista el 26 de julio de 1968, estudiantes del IPN en solidaridad declararon un paro de actividades. En un pliego petitorio demandaron la excarcelación de los estudiantes detenidos, así como indemnización a los lesionados.

El 29 de julio, el conflicto se extendió por toda la Ciudad de México, mientras las autoridades pretendían calmar el ánimo previo a los Juegos Olímpicos que iniciarían el 12 de octubre de ese año. Hubo autobuses quemados, se paralizó el transporte público, además, de que autoridades de seguridad reportaron artefactos explosivos y combustible en escuelas. En este contexto de represión y descontento en gran parte de la comunidad universitaria del país, el Ejército irrumpió la Escuela Nacional Preparatoria 1 (el actual Colegio de San Ildefonso): de un bazucazo, destruyó la puerta, para así iniciar la presencia militar en el conflicto, autorizada por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.

No obstante, el secretario de Defensa Nacional, Marcelino García Barragán afirmó que el atentado fue responsabilidad de los estudiantes: una explosión interna. 

El movimiento repuntó cuando, el 1 de agosto el rector de la UNAM, Ing. Javier Barros Sierra encabezó una manifestación de alrededor de 80 mil universitarios y politécnicos, en protesta por la represión. Las demandas del movimiento eran seis: 

Libertad de todos los presos políticos. Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal. Desaparición del cuerpo de granaderos. Destitución de los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiolea y A. Frías. Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto. Deslinde de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.

Pocos días después se creó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) con tres representantes por plantel en huelga. Pero el Ejército continuó con sus ocupaciones en las escuelas, plazas públicas del centro de la capital del país y las calles. Barros Sierra anunció su renuncia el 23 de septiembre de 1968. El 1 de octubre de ese año, el Ejército desocupó todas las instalaciones de la UNAM y el IPN que mantuvo tomadas, como un movimiento estratégico previo a la masacre del día siguiente en la Plaza de las Tres Culturas, descrita lineas arriba. Hoy existe el consenso de que este movimiento y su terrible desenlace propició una permanente y más activa actitud crítica y opositora de la sociedad civil, una intensa movilización campesina, sindical y urbana, la irrupción de varios grupos que optaron por la vía armada y, sobre todo, la gran reforma politica de 1977 que inició la gradual transición democrática.  Resumen de un texto de la Fundación UNAM, con adiciones propias.

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