Aquellos partidos, candidatos, promotores o grupos de apoyo a estos que durante el presente proceso electoral recurran a un discurso en contra de la reforma educativa como un arma a favor toparan con la realidad. Si los datos que arroja la Primera Encuesta Nacional Ciudadana realizada por Gea- ISA, de marzo de este año, se apegan a la verdad en el sentido de que de todas las reformas del peñismo, es la que tiene que ver con la educación la que resulta mejor evaluada por los mexicanos. El 29 % de los consultados percibe un mejoramiento en la educación, siendo el más alto de todos los temas abordados. Después del “ninguno” con el 34.9% a la pregunta, ¿Cuál cree usted que ha sido el mayor acierto del presidente Peña Nieto? El porcentaje más alto que le siguió fue el de “mejorar la educación” con 12.3%. Presidente impopular pero anhelo de una mejor educación a la que se tiene. También la educativa representa la reforma que los encuestados más recuerdan o tienen en cuenta con un 74%, 20 puntos por encima de la energética. De igual forma de todas las reformas, el 62% de los consultados se muestra optimista y dentro de sus expectativas cree que la reforma educativa contribuirá para cambiar para bien las cosas en el país. Es este último dato en el horizonte del imaginario de los mexicanos, revela que la apuesta por la educación y su mejoría está presente y constituye la base para el cambio.
Los temas educativos son tantos que se nos desbordan como una cascada inagotable. Diariamente los medios nos asaltan con información sobre diversos asuntos que sobrepasan nuestra capacidad y tiempo para analizarlos, al grado que nos conformamos con enterarnos sólo de algunos de estos. Tal es el caso del panorama guardan las Escuelas Normales, instituciones que también juegan y jugarán su rol el transformación educativa.
Toda reforma educativa comenzando por el aspecto curricular y si no se cambian y adecuan a las condiciones dominantes los contenidos de los programas, no es reforma, deberán de empezar ´por cambiar antes los saberes que aprenden los futuros enseñantes que al egresar deben tener los dominios de los conocimientos que van a trasmitir o vigilar que se adquieran por parte de los alumnos con los que habrán de trabajar. Esto casi nunca ha ocurrido. Se cambian planes y programas de la educación básica y después se modifica el curriculum de las instituciones formadoras de docentes, cuando en éstas previamente se deberían conocer la naturaleza de los saberes que serán la materia de trabajo de sus egresados.
A raíz del documento que presentó el instituto evaluador de la educación ante los senadores mediante el documento “Los maestros en México, Informe 2015 del INEE”, en días pasados, se ha venido hablando (en algunos círculos) de las instituciones encargadas de formar docentes. Se habla lo poco atractivo entre los jóvenes que resulta estudiar la carrera de profesor, debido entre otras razones a que a diferencia del pasado reciente, sus egresados ya no tienen seguro un trabajo. A esto se agrega la desmotivación que les produce que a partir del próximo año el piso estará parejo, los egresados normalistas concursaran en igualdad de condiciones con el resto de los de otras instituciones. Por lo tanto se acabarán las preferencias. Los males y problemas no terminan en la estación del egreso. Las Normales son un mar de carencias y disfunciones. Su sostenimiento en primer término, las Normales Rurales parecieran ser una carga y un fuerte lastre para el Estado por lo que se ha desentendido de ellas. Resultado de este descuido o intención deliberada para debilitarlas y dar pie al avance de la iniciativa privada para la cual todo es negocio incluida la educación, las licenciaturas que ofrecen han venido a la baja. En los últimos cuatro años se ha reducido en más de un tercio la matrícula al pasar de 200 mil 931 en el año 2000 a 132 mil 205 en el último año. El decremento de la matrícula ha sido aún mayor en las públicas. De la misma manera también ha disminuido el número de escuelas al pasar de 655 a 428 en todo el país entre públicas y privadas. El rosario de problemas también toca a la estructura interna y aspecto laboral de los planteles. Las normales públicas cuentan con un 41.1% de su planta docente con menos de 20 horas. Se da la aberración que algunas son más los contratados y comisionados que los de base. Los restantes gozan de un nombramiento entre las 20 y 40 horas. Quitando a los pocos catedráticos que se dan tiempo para investigar en las Normales públicas, por comodidad o porque no hay de otra, la aplastante mayoría se dedican casi y exclusivamente a la docencia. Aquí esta uno de los grandes retos: Incrementar el presupuesto para elevar el nivel académico vía el ingreso por oposición para plazas de medio y tiempo completos. Junto con ello elevar la actualización y capacitación de los formadores de formadores, sin dejar de lado la renovación de las plantas docentes. Aunque no es una garantía para mejorar la calidad, pues los ambientes y equipos docentes son muy variopintos y disparejos, la movilidad interinstitucional entre los estudiantes a diferencia de los universitarios, no existe. La formación en sí y los procesos de titulación de los estudiantes se cuecen aparte.
Ante los nuevos tiempos, las normales son y seguirán siendo necesarias, en nuestro país históricamente han sido las instituciones más apropiadas para formar a los maestros, no habrán de desaparecer pero tienen el desafío de reinventarse y transformarse radicalmente. Cada una de las partes y actores deberá de aportar lo que le corresponde.
Utilizar el rechazo a la reforma educativa en esta campaña electoral, a pesar del tinte anti laboral que tiene, atentatoria de derechos, usos y costumbres del magisterio, podría ser contraproducente en virtud de ser ésta la menos impopular de todas las reformas puestas en marcha. Y en última instancia se correría el riesgo de que fuera el partido del y en el gobierno quien terminaría beneficiándose. ■
