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jueves, 28 marzo, 2024
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El balón que construye sueños y aligera los domingos

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Por: E. ANDREA ROBLES G. •

En cierta entrevista dada en algún domicilio de Coyoacán, en abril del 2020, el periodista deportivo Roberto Gómez Junco le preguntaba a Juan Villoro sobre el papel del fútbol en la sociedad mexicana; el escritor respondió que «el ser humano necesita cosas en qué ilusionarse. No podemos vivir sólo en el mundo de los hechos».

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Villoro afirmaba la misma premisa que, en varios de sus trabajos editoriales, hizo sobre la cosmogonía del balón pie: la vida misma es insatisfactoria, por lo que los humanos nos vemos impulsados a abrazar anhelos desde ciertos constructos sociales como la religión, el amor y también el fútbol.

Desde la sociología del fútbol de Villoro, el deporte en cuestión es una formación disciplinaria y un ejercicio de resignación, que en la historia melancólica del mexicano implica un acto de congregación y contagio emocional social, como dar el grito en el Zócalo o cantarle las mañanitas a la virgen en la basílica. Así que la afición futbolera no resulta extraña en el estudio de los actos colectivos que acompañan los rasgos más característicos de una nación como la de México.

Y en medio de triunfos inesperados, no pasa desapercibido recordar que la industria futbolera en el país tiene deudas importantes con la afición y con la sociedad en general; la brutalidad de La Corregidora en Querétaro es sólo una nomenclatura de los muchos casos y las muchas veces que ha habido lágrimas y tragedia dentro de los estadios.

Y además de la vinculación con situaciones de violencia, está pendiente en la mesa de debate de este país, la importancia del deporte como una estrategia de prevención social del delito, con un fino seguimiento y su respectiva evaluación a los programas públicos que favorecen desde el gasto público al deporte, puesto que todos casi como vituperio, afirman con la gastada analogía del balón y el arma que ése es el secreto del rescate al tejido social y sin embargo, en lo métrico, sigue habiendo saltos lógicos y conclusiones apresuradas en esta serie de tópicos.

Lo que sí es cierto, es que, al mexicano, más allá de lo que en cifras que obran en la burocracia federal, estatal y municipal, el fútbol le resulta un elemento indispensable de esparcimiento, convivencia y recreación. Al mexicano le apasiona en el estómago el juego de veintidós en la cancha. Gritar tres palabras que juntas se extienden en la vocal: al sonido de un <<¡GOOOOOOOL!>>, a los compatriotas les hierve desde el plexo solar. Esa parte instintiva, la tradición heredada, la portación de la camiseta del equipo, es el afecto colectivo que construye el tercer tema más controversial del país.

Sea como multitud aficionada, como espectador de estadio o de televisión, como beneficiario de los programas deportivos, como analistas, como sociólogos del deporte, o como mexicanos cualquiera, la realidad es que hay una gran parte de la historia urbana construida alrededor de la redondez de un balón y que, en la conciencia colectiva, implican un referente en la línea del tiempo, y también -como decía Villoro-, es una forma de elegir cómo pasar los domingos.

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