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sábado, 20 abril, 2024
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■ ¿Qué es el asalto a un banco comparado con la fundación de un banco? -Bertolt Brecht, La ópera de los tres centavos.

Elucidaciones sobre la lucha contra la corrupción

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Por: RICARDO BERMEO •

Existe un débil involucramiento de la sociedad en la agenda anticorrupción, lo que obedece tanto a factores de carácter general, como a factores más específicos, más que describirlos, me interesa en esta colaboración, problematizar este tema; de inicio pongamos en la mira de la agenda anticorrupción el logro del objetivo estratégico de transformar la actual situación que podríamos caracterizar como resultado de proyectos agotados, que en algunos casos han desembocado en “democracias corruptas”, cuando no en regímenes autoritarios o protofascistas, situación que debería obligarnos a dar cuenta y razón de la forma en que la lógica mortífera sistémica continúa definiendo el rumbo actual del mundo; pensemos en las múltiples consecuencias -a escala mundial- de todo lo que rodea -y desborda- a la guerra Rusia-Ucrania, para solo señalar este conflicto bélico.

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Esa lógica sistémica global tiene, en su núcleo, el imaginario social dominante del capitalismo neoliberal -en su fase actual-; su resultado, la concentración de grandes porciones de la riqueza social en cada vez menos manos, mientras se empobrecen y precarizan amplios sectores, entre ellos partes de las clases medias. Para tratar de arrojar luz sobre lo que subjetivamente sucede, el concepto de “neoliberalismo desde abajo” es útil. Con el mismo, se buscaría dar cuenta del modo en que operan los procesos de subjetivación, para una parte de quienes viven la creciente precarización; habiendo -previamente- interiorizado el “emprendedurismo” neoliberal, -con el mantra: eres el único responsable de tus éxitos-. Interpretando -a mi modo- a Roberto Nunes, se podría analizar cómo, diversos sectores sociales, explican la precarización que viven (o que perciben como amenaza) culpando a las políticas que buscan paliar las injustas desigualdades, -políticas sociales, impuestos progresivos, etc.-, y las descalifican y rechazan, aplicando un “igualitarismo perverso”, por medio del cual pretenden que “todos por igual sean víctimas de la brutalidad y la explotación”, consecuentemente son opositores a un reparto más justo de las rentas, agregando a su ideología, entre otros elementos, la bandera contra la corrupción -según la entiendan-, ligándola, (en su caso) con su rechazo a las medidas de protección social, pensión a la tercera edad, becas a jóvenes, etc. Mientras sostienen esas posiciones, mantienen “la ilusión de volver a ser vencedores”.

Ese giro del “neoliberalismo desde abajo” (acuñado por Verónica Gago), es un ejemplo significativo de cómo, para nuestro tema, la “lucha contra la corrupción” ha tenido, y continuará cobrando, distintas valencias, su “contenido programático” dependerá con cuáles de las distintas fuerzas económicas, sociales y políticas, y en qué contextos será esgrimida como “bandera”, pues estas distintas fuerzas tienen diferentes -e incluso- contradictorios objetivos e intereses, y utilizan, para dirimir sus conflictos, -entre otros elementos- la agenda anticorrupción. Tentativamente podemos señalar: los usos democrático-liberales (hoy, en el límite); los usos neoconservadores y/o autoritarios (entre ellos están quienes capitalizan ese giro perverso del “neoliberalismo desde abajo”), o bien, los usos democrático-emancipatorios, cuando irrumpen procesos de participación efectiva colectiva en la toma de decisiones en todo lo que concierne a la construcción de un mundo común. En suma, un espectro cuyas orientaciones estarían vinculadas a proyectos identificados más a la “izquierda” o a posiciones más a la “derecha”, sin cerrar por ello el significado de estos conceptos. 

El contexto mundial -y nacional- actual, incluido dentro de un horizonte histórico extremadamente crítico, debería llevarnos a realizar una decidida apuesta estratégica, trabajar en común a través de una auténtica acción política colectiva, democrática, reflexionada, lúcida y prefigurativa, lo que -para el tema que nos ocupa- -articulado estratégicamente al conjunto de temas torales del presente- significaría -entre otras implicaciones- dejar de considerar a la corrupción desde una perspectiva exclusivamente tecnocrática o subsumida únicamente bajo la diferenciación -problemática- entre lo público y lo privado, en que se basan las definiciones más empleadas: la corrupción es el uso de lo público, en provecho de intereses privados.

Para profundizar en el cuestionamiento de la función real de la lucha contra la corrupción, es necesario estudiar los análisis más críticos, entre otros, aquellos que establecen una diferenciación de lo que históricamente sería la corrupción, entre la concepción antigua, y la propia de la modernidad, (tema sobre el que espero volver en otra colaboración). Analizando esta diferencia, Peter Bratsis sostiene tajantemente:

“La tarea hoy es ir más allá de las posiciones moralistas, tecnocráticas y formalistas, hacia donde nos conduce el concepto moderno de corrupción. El problema real no es algo que está fuera de su lugar, es que no hay proceso político alguno por medio del cual podamos proponer lo que pensamos como buena sociedad, para conocer si nos estamos moviendo en la dirección correcta o si estamos en un estado de diaphthora*. Las ilusiones de la pureza y el deseo de orden han remplazado a la política real, ese es el problema”.

*Diaphthora. significa soborno, en la antigua Grecia, según Bratsis, “en lugar de algún interés público que se somete a intereses privados; quien es depositario de un soborno (en la democracia griega antigua) ha perdido su habilidad para ser ciudadano al abandonar su autonomía”. 

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