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jueves, 28 marzo, 2024
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El carácter de nuestra generación

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

¿Cuál es la utilidad de un sindicato? Mejorar las condiciones laborales. El índice para medir la importancia de una organización de este tipo es la cantidad de beneficios que consiga para sus afiliados. De no tener ningún resultado en ese sentido son otras las razones de su existencia. Con la concertación entre centrales obreras y gobierno federal de las políticas “heterodoxas” de los 1980 para la contención de la inflación se impidió a los sindicatos gestionar mejores salarios. Estos quedaban a la determinación de la inflación proyectada por el banco central. Si el pago por el trabajo ya no es una variable en manos de los sindicatos ¿qué queda? La posibilidad de algunas prestaciones por encima de la Ley Federal del Trabajo. Sin embargo, si como resultado de las “crisis” financieras de las universidades los rectores, junto a los secretarios generales, negocian no otorgar más prestaciones de ese tipo ¿qué beneficios adicionales se pueden lograr? Cuando se recuerda la historia del sindicalismo en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) se asiste al desmontaje de aquel. 

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Durante los 1980 se pierde la promoción por puntos y se introduce el reglamento académico. ¿Logro o pérdida? Después, en los 1990, se suprime el sistema de jubilaciones universitario. Años después, en 2003, se modifica el contrato para que la jubilación otorgada por la universidad se ejerza hasta los 30 años. Todas estas acciones tenían por objetivo redistribuir el presupuesto universitario. Fue en los 1970 que esa distribución benefició a los docentes, a partir de ahí estos comienzan a perderlo todo. Como gremio, porque ciertos grupos conservaron varias de aquellas prestaciones. ¿Cuál fue el papel del sindicato? ¿Evitó la “pérdida del contrato”? No es difícil, si se reflexiona un poco, notar que el Sindicato del Personal Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas (SPAUAZ) no logró detener las transformaciones contractuales. Mas en algún momento se decidió no hacerlas notorias, sino integrarlas al cuerpo del contrato. Por ejemplo, la “venta de prestaciones” es una manera de abatir los beneficios hacia los docentes, por lo que contractualmente es inviable, pero se coloca como cláusula transitoria y lo que es una derrota se asume como victoria. Incluso el SPAUAZ ha sido medio de financiamiento de partidos políticos, como ha traído a colación el Dr. Miguel Moctezuma (“El SPAUAZ está secuestrado desde los 90” NTR Zacatecas, 14/10/22). ¿Por qué es necesario reflexionar acerca de lo que ha sido el SPAUAZ? porque como resultado de las reformas laborales en México se abrió, a partir del 1º de mayo de 2019, y hasta el 1º de mayo de 2023, un proceso de “legitimación” de los contratos colectivos. Esto, según El Gobierno Federal, “garantiza el conocimiento de su contenido por parte de los trabajadores y la opción para ellos, de avalar o rechazar los contratos a través del voto personal, libre, directo y secreto”. Parece, pese a los detalles del procedimiento, algo muy claro. Dado un centro laboral, empresa o universidad o lo que fuere, que tenga un contrato colectivo, este se pondrá a consideración de los agremiados al sindicato titular. Un requisito indispensable es, entonces, que se conozca el contrato colectivo. Esto bien puede ser un problema en muchos casos porque algunos sindicatos, denominados “de protección”, no lo dan a conocer a sus afiliados. No es así en el caso del SPAUAZ, ya que el contrato es difundido, mal o bien, y está disponible para el que quiera leerlo. Otra cosa es que los agremiados no quieran saber nada del asunto. Ahora bien, pese a los exabruptos de muchos universitarios, en particular los agrupados en el Grupo Plural de Delegaciones (GPD), del proceso de legitimación no tienen por qué resultar indemnes ni el contrato ni el SPAUAZ. Los agremiados bien pueden decidir que el contrato no los representa y mucho menos el sindicato. Así, si se deslegitima el contrato, el SPAUAZ pierde la titularidad, no podrá emplazar a huelga y los derechos y beneficios del contrato disuelto quedan consignados en contratos individuales. Por supuesto, se salvaguarda el derecho de asociación y otro sindicato, mejor que el actual, podría ser construido. 

Entonces reflexionar acerca del contrato y del sindicato es crucial si se pretende votar razonadamente. También hay otra cuestión en juego. ¿Es capaz, la presente generación de universitarios, de construir un mejor sindicato, menos corrupto, menos irrelevante, menos contradictorio que el actual? Y de ser así, ¿pueden negociar un mejor contrato? Parece interesado fatalismo de los “conservadores a ultranza” del GPD asumir que nadie puede hacer ni un mejor contrato o sindicato, y por eso de modo histérico aluden a conspiraciones desde las sombras para destruir a uno y otro. Ortega y Gasset, respecto a esto, parece referencia obligada. Escribió el español, en “El tema de nuestro tiempo”, que las generaciones han de tasar el pasado que heredan respecto de su propia espontaneidad. Aquellas que valoran mucho el pasado deciden proseguirlo, “defender el contrato” aunque no sepan de qué va. Pero las generaciones que asumen su propia vitalidad, y sienten el pasado como “peso muerto”, han de enfrentarlo y superarlo. Eso es lo que se juega en el proceso de legitimación: el carácter de una generación.

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