La Gualdra 633 / Café / Río de palabras
Fenomenología de una taza de café o la experiencia secreta del objeto
Contemplo la taza. Su estructura ergonómica perfectamente acabada sugiere geometrías perfectas. Al tacto es un objeto armónico silencioso que guarda la dicha más directa que constituye un sorbo de café como experiencia universal. Imagino que la primera y la última taza de café tiene la, do, re, mi fa, sol, es decir: la música del universo en un cuenco. Ahí está la taza, parecería inerte, objeto meramente instrumental, pero no, de ninguna manera, una taza nunca es mero recipiente, ni siquiera una desechable si la contemplamos bien; atesora un vasto cúmulo de relaciones que se expresan y simbolizan en cada interacción.
La relación afectiva y personal que establecemos con los objetos los desidentifica, los retrotrae a su singularidad única e intransferible. Ningún objeto tiene un significado en sí mismo, tampoco nosotros somos pequeños demiurgos que dotamos de significado a las cosas. Ni somos pequeños dioses ni las cosas están muertas. El significado de las cosas flota entre nosotros y las cosas. La relación que establecemos con las cosas personales e íntimas siempre es una relación poética, una forma de habitar el universo desde el asombro sin más. No hay significado que no sea ya una configuración estética del mundo. La imagen de la taza precede al objeto. Toda taza antes de ser realizada ya había sido proyectada como tal, es decir, como una taza para tomar algún líquido. Desde el guijarro más elemental y primitivo hasta la última taza biodegradable, la taza sirve de recipiente para tomar alguna bebida, pero su ingesta siempre es cultural y simbólica. Entre la proximidad y la lejanía, como las arañas, vamos construyendo una red de significaciones que amueblan el mundo de sentido.
Mientras escribo esto en el teclado de mi computadora y lo leo en un ultramoderno monitor, contemplo los objetos circundantes que van habitando mi entorno de sentido: una fotografía familiar, anteojos, una ventana, libros y más libros y una taza de café y manchas de café en el escritorio. En su lenguaje silencioso los objetos queridos me hablan el idioma secreto de los afectos, añoranzas y recuerdos reinventados. No es una oficina, ni siquiera un pequeño estudio sino un fragmento de la sala de mi casa que funge como sucedáneo de la habitación propia del escritor, de un escritor de medio tiempo –y medio pelo– recluido en un rincón de su casa escribiendo mientras la familia duerme.
El espacio íntimo queda simbolizado en la taza del café que al ser degustado me regresa a la morada íntima: experiencia originaria de estar en casa. El aroma del café que exhala la taza me reconecta con el mundo de los ensueños y con la memoria íntima. El sorbo del café activa la imaginación material en tanto estado de metamorfosis pura, es decir, en tanto imaginación vital en su devenir plástico creador. Hay objetos animados por el ánima íntima impertérrita e inmemorial.
En la taza del café habita la ensoñación de multiversos contenidos en cada trago que abre un paisaje de eternidad como pasadizo secreto a otra temporalidad virtual. Y la taza deja de ser tal y deviene el rostro mismo del enigma en sus mutaciones más desconocidas y desconcertantes, por fortuna, otro trago, regresa el alma al cuerpo que es donde verdaderamente logra recobrar vitalidad. Y entonces una taza de café es un médium para comunicarse con los espíritus entre reinos. La transparencia y la impenetrabilidad del objeto se vuelven refractarias al lenguaje que al nombrarlo lo petrifica y lo borra.
Pero justo antes, un fulgor exhala como último suspiro y nos dice que las cosas nunca son lo que parecen, pero tampoco lo que creemos. Su ser muta en el misterio que se expresa como epifanía del milagro, así pues, una taza de café es únicamente una taza de café, pero también es, y siempre será, otra cosa que suma y resta algo que se contrae y se excede; entre el exceso y la falta, la objetualidad de la taza adquiere una extraña consistencia repelente a nuestra humana búsqueda de sentido. Por fortuna el sorbo delicioso de la taza de café nos regresa la tranquilidad y el confort anhelados.
[La última parte la próxima semana]
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