La Gualdra 633 / Don Quijote / Literatura
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[Cuenta la Señorita Saigón, en la segunda parte de esta historia y tercera salida del autor, que los del taller y los de internet estuvieron casi dos años sin verlo, por no advertir y pasar por la memoria las cosas incómodas, pero no por eso dejaron de leer palabras encomendadas a su madre y hermanos, encargados de guardarle las pastillas, dándole de comer frutas y verduras para el corazón y el cerebro, de donde pudieran hallarse, según sus párrafos, toda su buena locura. […] / Estaban presentes en la plática la madre y la terapeuta, y se cansaron de escuchar su Voz, con tan mal entendimiento; pero el psiquiatra, cambiando el primer objetivo, que era de no hablarle de cosas literarias, no quiso hacer de esto todo un drama. / —¡Ay! —dijo en ese mismo punto la terapeuta—. ¡Que lo salven si mi paciente desea volver a ser escritor frustrado! / A lo que dijo Daniel: / —Escritor cambiante he de morir, y si sube o si baja el mundo, cuando las letras quisieran y cuan débil me encuentre, otra vez digo que su verbo hoy me confunde.]
Todos caemos en esa trampa. Más allá de los libros de autoayuda o la cuenta de seguidores en redes sociales, me di cuenta de que «compararme» había sido este último año el verbo más dañino de mi lenguaje. Escuché decir a alguien: «Si te estimas demasiado, vigílate bien…»; y no fue claro hasta darle oportunidad a estas manos sus páginas y leer de nuevo las palabras de Miguel de Cervantes Saavedra. Lo tomé por sorpresa, sencillo y rudimentario, cuando creía que mi forma de leer era la menos adecuada, sobre todo para una dieta cargada de medicamentos, hojas naturales, verduras, carnes, sopas, rutinas de ejercicio, meditaciones forzadas y largas horas de terapia. Decidí indagar el viaje de «Don Quijote de la Mancha, Segunda parte» (Alfaguara, 2004), ¿con qué propósito? Reconocer mi locura en un café de la ciudad, mientras mis días corrían hacia otra sala de urgencias con la excusa de responder: «Aún mis adicciones y mi cerebro están desfasados del hito holograma de la sociedad convencional». Y henos aquí, con lo mejor, escribiéndonos para: …escribirles.
En esta ocasión, el Quijote y Sancho han salido en busca de más aventuras, por la proliferación de un libro apócrifo, donde hablan de hazañas engañosas del Caballero de la Triste Figura y su escudero. Qué cosas tan sencillas fueran el crecer sin heridas o el morir sin marcar la piel de nadie. Hemos pronunciado con astucia y lo hemos publicado para compartir a tantas personas: «Vive el presente y con humildad…», pero la parte más fea es que no bastaría, porque llegó a ser etéreo el sermón de: «El problema es que no eres abierto»; o el simple: «Eres muy egoísta»; así como el: «Soy un animal feliz, manda DM…». Lo presentí mucho antes de estar a punto de internarme: …la autoestima había sido profanada por una terrible burocracia del Ego.
[—A nosotros nos hace falta una verdadera inversión —respondimos—. Falso es que tengamos un vehículo del año; pero lo cierto es que me muevo con dos ruedas más que con mi cerebro. Buena suerte me dé la Literatura, ya sea lo que me otorgue, si escribiera por usted, aunque me ofrecieran millones de seguidores como los de su perfil público. Mandaría al carajo a toda su gente por el valor de mi forma de sobrevivencia; ya que anaranjado es el color de mi juramento. Pues años me han de sobrar para seguir tecleando, habiendo faltado tanta moral en mi ciudad; y más, cuando entonces la escritura se vuelve gratificante junto a personas sin exigencias ni gente que busca su autoestima a costa de la tuya.]
Y así ni don Quijote, o el mismo Sancho, me pusieron al centro del tablero, las piezas siempre hemos sido nosotros, lo hemos escrito antes. De esa manera, pregúntese: «¿Qué Dios detrás de Dios ha comenzado la trama de su vida?, ¿hacia dónde se dirige tan campante?, ¿quién es el menos humilde ahora?, o acaso usted, ¿no comete errores?, ¿dónde los esconde?, ¿a quién?, ¿por qué?».
Cuántas veces el problema de Alonso Quijano fue mostrar el lado más ficticio como la solución de las verdades. En el mismo fragmento en el que se enfrenta al Caballero de los Espejos, tal vez, se haya puesto de acuerdo con sus palabras, y por ello, vence y no es vencido. El conflicto no es la pregunta. No. El dilema es que pocos son los que se ofrecen al mundo sin avergonzarse de sus montones de mentiras.
Hoy lo supe, el problema no habían sido nuestras máscaras en nuestros perfiles. Es mejor que no lo ignore, es hoy el año en el que le envío mi cuerpo vestido. La peor versión de mí para el Mundo. Lo confieso. Me avergoncé de mí mismo cuando me di cuenta de que la vida era una fiesta de disfraces: …y yo asistí con mi rostro real.
Me gustaría saber qué ha sido de usted y su autoestima, ¿por qué sigue sentado en aquella banca leyendo libros?, escríbame si gusta al siguiente correo: [email protected]
*Mérida, Yucatán.
https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_633