Una que aunque ya bastante antigua resulta la novedad del día es el Partido Verde Ecologista, que sin una base social reconocida encontramos literalmente hasta en la sopa, o muy cerca de ella.
A diferencia de otros partidos que a lo ancho del planeta han hecho emblema de la clorofila no se distingue por desplegar campañas en defensa de selvas, bosques o especies en peligro de extinción; nunca, con mínima seriedad, ha realizado denuncia alguna de la devastación ambiental que con el beneplácito de gobiernos de todos los colores perpetran cotidianamente lo mismo Pemex que otras grandes empresas, mineras e industriales, emblemáticamente el siniestro Grupo México; jamás los legisladores de tal agrupación han intentado generar alguna ley que regule el crecimiento canceroso del parque vehicular; y así podríamos seguir.
Se ha caracterizado, en cambio, dicho grupo de interés, en la persona de su ya famoso propietario, y de los socios principales del mismo, por la periódica generación de escándalos: de crimen, corrupción, brutalidad y aun de barandilla.
Contiene su modus operandi mucho más de mercadotecnia que de política; y consiste básicamente en sondeos permanentes de opinión que le permiten por medio de apabullantes campañas publicitarias ofrecer a los votantes (particularmente al sector menos informado) lo que los votantes quieren obtener; ofrecimientos que obviamente no tiene posibilidad y mucho menos intención de cumplir. Curiosamente nada o casi nada relacionado con el medio ambiente.
Los lugares en las boletas, según reconocidos analistas y numerosas evidencias, se venden al mejor postor; y así, una vez más, podríamos seguir.
Pero seamos positivos y propositivos, y veamos las cosas por su lado amable; celebremos en suma las buenas noticias y no veamos a nuestros verdes como a un grupúsculo de safios vividores sin escrúpulos, sino como lo que verdaderamente son: la facción más glamorosa de la delincuencia organizada.■
