Decíamos ayer (me disculpo por la paráfrasis) nuestro inminente gobernador podría integrar su tripulación con veteranos, novatos o una mezcla de ambos, y de cualquier manera erraría; aunque no se contempló la posibilidad de un coctel, asunto que como sabemos implica una sutil combinación de diversos ingredientes; y si bien la calidad de los insumos facilita o dificulta grandemente la ejecución no es, en este caso, totalmente imposible.
No obstante las condiciones en que el heredero reciba el gobierno distarán astronómicamente de ser las mejores, en general, no necesariamente en particular; porque aun cuando en su mayor parte quienes acá sobreviven lo hacen en un estado de extrema penuria; y son cotidianamente lacerados por la gama completa de los agravios; de los cuales la parte recibida del dúo integrado por el crimen organizado y la autoridad omisa (con todo y su cauda monstruosa de soldados, marinos y policías) no deja de crecer; y pudiera por ende devenir el cetro una bomba de tiempo; imposible es ignorar con un mínimo de buen trabajo y por ende buen gobierno bastaría al señor Tello para ser considerado si no el salvador de la Patria, con mayúscula, sí cuando menos de la patria chica, probablemente con minúsculas, que es la que más nos importa.
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Amén de las dudas enormes, a propósito de la perfectibilidad humana, que los atroces acontecimientos franceses de la semana pasada no pueden sino suscitarnos; tendrán para nosotros, mexicanos y zacatecanos, consecuencias inmediatas, cuyo carácter y alcance no podemos aún ponderar.
Es muy probable fortalezcan a nuestro caricaturesco peor enemigo, y lo es también acrecienten la hostilidad con qué el mundo nos percibe; mas en tanto esperamos los dudosos beneficios del infausto suceso conviene reconocer a dos de mexicanos, que en un momento clave actuaron (u omitieron hacerlo) en el mejor interés de su país: Adolfo Aguilar Zinzer y Vicente Fox Quezada (en estricto orden alfabético), sin cuya resistencia en 2003 a las asfixiantes presiones del gobierno de Bush, apoyadas decididamente por buena parte de los grupos dominantes por estos contornos, nuestro lugar en el mundo verosímilmente resultaría aún más precario. ■
