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viernes, 19 abril, 2024
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Debates sobre las mezclas raciales en la colonia

[La subversión barroca o de la Pintura de castas, de Víctor González]

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Por: SALVADOR CAMACHO SANDOVAL •

La Gualdra 557 / Libros / Historia / Arte

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El libro de Víctor Manuel González Esparza es el resultado de una investigación de varios años de reflexión, búsqueda de información y diálogo crítico con autores del pasado y el presente. El autor analiza e interpreta las pinturas de casta como expresiones de cambios radicales en la población, y para tener mejor comprensión de su objeto de estudio hace historia cultural y social, la cual, como señala Robert Darnton, pertenece a las ciencias interpretativas.[i]

Pero antes de continuar, es necesario presentar información básica para quienes aún no están familiarizados con las pinturas de castas. Se trata de colecciones de pinturas no religiosas que comenzaron a crearse en el siglo XVIII (aunque hay quienes van hacia el XVII) y que fueron incrementándose hasta registrar aproximadamente dos mil cuadros. El tema central es la mezcla de razas en el periodo colonial en México, aunque también se pintaron en otras partes de Latinoamérica. Son cuadros donde están las madres y padres de diferente origen racial y el hijo o hija ya con una raza diferente a la de sus progenitores. Al final del texto, el autor explora un símil o paralelismo con obras de la sagrada familia con José, María y Jesús, y refiere, particularmente, a la obra del pintor Bartolomé Murillo.

Se habla de castas, aunque esta palabra es propia de la sociedad de la India, en donde existía y existe una jerarquía muy rígida e infranqueable, producto, entre otros factores, de las creencias religiosas. En cambio, en América Latina la nueva sociedad que se fundó a raíz de la conquista fue muy flexible y la hibridez resalta como un rasgo central de lo que luego se convertirá en un conjunto de naciones plurales en términos raciales y culturales. Y hablar de mestizaje se incluye la presencia de una destacada población africana que también se mezcló con la gente que ya vivía en lo que hoy es Latinoamérica, a pesar de los impedimentos legales y culturales de los españoles. A raíz de la independencia, el concepto “casta” desaparece y comienza a enfatizarse el de “raza”.

Un origen de estas pinturas está en un encargo que le hizo Fernando de Alencastre Noruña y Silva, duque de Linares y trigésimo quinto Virrey de la Nueva España, (1711-1716) al pintor Juan Rodríguez Juárez. El propósito era que a través de estos cuadros se conociera en Europa la diversidad natural y humana del virreinato desde la perspectiva imperial, aunque con el tiempo tuvieron otros fines.

Las pinturas muestran la diversidad de mezclas raciales: parejas compuestas por un español y una indígena, un español y una negra, una negra y un indígena, un mestizo y una mulata, un lobo y un saltapatrás, etc. Junto a estas parejas están los hijos o hijas con la herencia genética y cultural de los padres mixtos. En los cuadros también pintaron paisajes, animales, alimentos típicos, instrumentos de trabajo, utensilios de cocina, aspectos de una vida cotidiana un tanto bucólica. Todo esto pretendía ofrecer más información de los rasgos de una cultura que estaba apareciendo en el continente. Además, apela -y esa es una aportación muy interesante del autor- a la historia de las emociones, en donde el deseo, la atracción y la imaginación juegan un papel importante para favorecer la mixtura.

Víctor González señala que esta mezcla inició cuando llegaron los primeros conquistadores y, con un deseo sexual y emocional incontenible, abusaron o se “aparejaron” con mujeres indígenas, porque no había españolas. Los descendientes fueron mestizos muchas veces no deseados e ilegítimos. Luego llegaron los negros africanos y complejizaron el panorama de la población. A los ojos de algunos españoles esta mezcla propició una “degeneración”, porque, según ellos, se perdió “pureza de sangre”. A esta nueva generación se le llamó “champurra”. Un español escribió que los negros al mezclarse con los indios, los habían empeorado y habían dejado una “descendencia nociva”.

En otro libro, Resignificar el mestizaje,[ii] Víctor González hace una afirmación que se relaciona con esto. Contrario a la idea de Norbert Elias, de que el “proceso civilizatorio” se explica por el grado de disciplina y, sobre todo, autodisciplina de las personas; se apoya en otro autor, de apellido Shorter, para señalar que más bien los sentimientos y los deseos sexuales son determinantes en la definición de rumbos históricos, aunque aclara que se trata de un tema que requiere mayor profundización.

Hubo una constante discusión y preocupación de las autoridades españolas, porque se concebía que social y genéticamente las mezclas raciales traían males para la sociedad. Por ejemplo, en un informe del virrey Juan de Palafox que dejó a su sucesor le advertía del riesgo del “nuevo pueblo” que se estaba creando en la Nueva España, puesto que esas personas, decía, con diversidad de colores y condiciones, eran imperfectas por naturaleza y se caracterizaban por tener “poca luz de razón y ninguna vergüenza”. Y remarcaba: ellos son dados a la borrachera, la holgazanería y la lujuria. Más adelante, otro virrey les llama “plebe”, la cual, según él, debía ser detenida a la vez que temida, porque era levantisca cuando había problemas, tal como ocurrió en el “alboroto y motín” de 1692, ante la falta de alimentos.

Para otro virrey había degeneración en las mezclas de personas y había que cuidarse de ellas porque aborrecían a la “casta noble del español” y también tenían aversión y menosprecio por los indios. Para las autoridades españolas estas castas estaban “infestadas”. Según el virrey Francisco de Güemes y Horcasitas, solo había dos clases de gente: los nobles y los plebeyos, y estos eran un monstruo compuesto por varias especies, por lo que presentó una solución: traer a la Nueva España más europeos blancos para que mejoraran la raza indígena y, al mismo tiempo, detuvieran la proliferación e incorporación de africanos a la región, puesto que, según él, “en todos sentidos [habían] afeado y empeorado la casta india, y [eran] el origen y principio de tantas castas deformes”.

Según estudiosos de aquella época, el desprecio a la gente de “piel quebrada”, como también se les decía, estuvo alimentada por las pugnas entre los peninsulares y los criollos (hijos de españoles nacidos en América), ya que ambos grupos asumían un orgullo racial francamente absurdo. La Iglesia católica, aunque toleraba los matrimonios interraciales, sobre todo a partir del Concilio de Trento, negaba a mestizos la posibilidad de ser sacerdotes y profesores universitarios.

A pesar de estas negativas y obstáculos, las mezclas interraciales no se pudieron detener y erosionaron –positivamente- una tendencia endogámica entre los grupos raciales. De allí la importancia de la cita de Serge Gruzinski, quien afirmó que “las mezclas y los mestizajes [perdieron] el aspecto de un desorden pasajero para convertirse en una dinámica fundamental”. Tampoco los diques legales pudieron impedir esta realidad, tal como ocurrió con una ley de la corona española de 1776, que pretendió detener “el desorden”, lo “champurro” y “el abuso de contraer matrimonios desiguales”, obligando a los hijos e hijas menores de 25 años a pedir consentimiento de los padres españoles, so pena de perder derechos de herencia o a pedir dote.

La historia de esta población -que también es nuestra historia- es la de una diversidad sociocultural dinámica. Muchos viajeros inteligente y observadores vieron esta realidad con otra perspectiva. Este fue el caso de Alexander von Humboldt, cuando visitó Colombia, Perú y la Nueva España. Él afirmó en uno de sus escritos que en estos lugares había un extraordinario crisol poblacional y vaticinó que de ellas surgirían las nuevas naciones.

La realidad discriminatoria chocó finalmente con una tendencia ideológica y política que apareció con las ideas ilustradas y se llamó “republicanismo hispanoamericano”. Junto a las ideas humanistas que llegaron a la Nueva España, este republicanismo reivindicó el bien común frente al individualismo. La res publica o la “cosa pública” contrastó con el autoritarismo de los gobernantes y mantuvo un pacto entre el rey y los pueblos para beneficio de ambas partes. Esta corriente política se fortaleció en el siglo XVIII con la monarquía borbónica.

El autor del libro señala que en este proceso complejo las élites intelectuales europeas descubrieron e inventaron al “pueblo” y se interesaron por su vida cotidiana y sus creencias. Según el historiador Peter Burke, estas nuevas concepciones se debían, entre otros factores, a motivos estéticos y particularmente políticos, por lo que, al finalizar el siglo XVIII e iniciar el siglo XIX, aparecieron movimientos reivindicatorios, pronunciándose a favor de la “pluralidad de las culturas”, “de la patria chica”.

En las artes aparecieron temas sociales y ya no solo se referían a los “otros”, sino también a “nos-otros”. En este sentido, se habló del pueblo en el sentido inclusivo y frente a la idea de que “la naturaleza americana” era “menos activa, menos variada, hasta menos vigorosa”, debido al clima y al mestizaje, aparecieron expresiones diferentes, entre ellas las artísticas y, más concretamente, las pinturas de castas, las cuales simbolizan y ejemplifican la respuesta, la “subversión barroca”, al debate. Sí, a veces con ingenuidad, fantasía y actitud lúdica, pero también como parte de una tendencia sociocultural avasallante, reivindicadora y sin retorno. El contenido y propósitos de estos cuadros son, en pocas palabras, una “algarabía del mestizaje”. Al autor le gusta mucho la serie de pinturas de Miguel Cabrera, pero, en lo general, toda esta obra -dice el historiador español Diego Angulo Íñiguez- era y es “un canto a la fecundidad de la tierra mexicana”.

Las pinturas de castas rompieron con la tradición de la pintura religiosa, aunque se ha encontrado un cuadro muy importante donde está la Virgen de Guadalupe cobijando prácticamente a todas las castas y representando a un pueblo diverso étnica y culturalmente. Muchas de estas pinturas son anónimas y no representan el discurso dominante de las élites españolas y criollas. Las pinturas de castas fueron el resultado de una conciencia artística mexicana y una postura alternativa sobre el Nuevo Mundo. Frente a la idea de la “degeneración” y lo “inmoral” de las especies en América, estas pinturas referían y refieren todavía, a una tierra fértil con un mestizaje vigoroso y transgresor. En una exploración de registros matrimoniales en archivos parroquiales, el autor compara las mezclas reales con el tipo y cantidad de mezclas en las Pinturas de castas, llegando a conclusiones importantes.

Surgía la mexicanidad y lo latinoamericano. Y, algo muy importante, se comenzó a tener conciencia de ello y a expresarse a través de las artes. Las ideas ilustradas se combinaron con el mundo de las emociones, se revaloró lo local y la pluralidad de las culturas, no hubo una sola verdad y por medio del barroco se abrió la puerta hacia “el pueblo”, a la alteridad. Nacía una nación diversa y es la que hoy tenemos y en ella vivimos, a pesar de que aún existan personas con valores y actitudes francamente racistas. Frente a ellas habrá que resaltar la tesis de Sygmunt Bauman, cuando afirma categórico que “una mezcla de diversas inspiraciones culturales es también una fuente de enriquecimiento y motor que activa la creatividad”.[iii]  La evocación a las pinturas de casta por parte de Víctor Manuel González Esparza es, por tanto, una invitación para repensar nuestro pasado, pero también para valorar y defender la riqueza de la pluralidad y las libertades que tenemos.

 

*Salvador Camacho Sandoval es profesor investigador de la Universidad Autónoma de Aguascalientes; miembro del Seminario de Cultura Mexicana, corresponsalía Aguascalientes, y expresidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación. El libro fue presentado en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, Jalisco, el 3 de diciembre de 2022 [González, Víctor (2021). La subversión barroca o de la Pintura de castas, México: UAA].

 

Nota:

El libro puede descargarse de manera gratuita en: https://omp.uaa.mx/index.php/uaa/catalog/book/115

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_557

 

[i] Darnton, Robert (1987). La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. México: FCE, p. 14.

[ii] González, Víctor (2018). Resignificar el mestizaje tierra adentro Aguascalientes, Nueva Galicia, siglos XVII y XVIII, México: UAA.

[iii] Bauman, Zygmunt (2018). Sobre la educación en un mundo líquido. México: Paidós, p. 11.

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