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viernes, 19 abril, 2024
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Zacatecas: la consagración de la impunidad

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

  • Historia y poder

Las nobles causas por las que ha peleado este pueblo para que sus hijos tengan el decoro para vivir, se han visto envueltas en muchas fechas que no podemos ni debemos olvidar y no es un rosario de quejas sino el recuerdo vívido y sufrible, pero también victorioso de las masas populares conquistando espacios ante la impunidad, el descaro del hurto, el fraude y la rapiña.

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Son muchos los mártires en los grandes retos que en más de 450 años de historia se pusieron en la mira para la conquista activa de la esperanza, y de ayer data una Universidad combativa y atenta a los devenires populares, mineros y campesinos, comunicando sus deseos de organizarse y vencer, y de aquella “lucha enconada que registra la dolorosa revolución”, como escribiera el gran Maclovio Herrera.

La juventud zacatecana fue quien hizo todas las tareas más arduas en los procesos de cada revuelta, sublevación y dominio del territorio conquistado, son innumerables las listas en donde salen con frecuencia muchachos de 17 y 18 y 19 años de edad en las que se batieron  cuerpo a cuerpo, descalzos y con hambre, pero con la infalible terquedad de ayudar en las conquistas o salir de las derrotas o el asedio.

Las dolorosas páginas de la historia de nuestra patria chica registran que son y serán para siempre mártires y víctimas inocentes de la miseria quien murió de tifo en los lazaretos, de hambre y desnutrición en los hospitales, de epidemias y de la violencia que genera la desigualdad y las castas sociales en su clase y su repudio a las manifestaciones populares. Giraba la tuerca del garrote en las plazas públicas como  un escarmiento y el azote, la bala perdida y la versión del infierno, además de una rueda de la historia acomodando cada cosa para que siguiera el transcurso de los días y los años.

Mártires quienes morían de tuberculosis y de la violencia irrefrenable a causa del alcoholismo y de la sífilis, mártires los que fueron rematados en los hospitales víctimas de una guerra que no entendían y que nunca alcanzó para mantener con decoro a sus familias: la niña Encarnación Cortes, de escasos 12 años, muere en el Hospital Civil de Zacatecas  el 8 de octubre de 1916, por falta de medicinas ante su enfermedad de la pobreza y así como otros 143 niños que en ese mes ilustró para siempre un dejo de vergüenza y calamidad en los rostros de la gente.

¿Qué debía hacer las autoridades sino evitar el despilfarro, lo suntuoso, lo innecesario y en cambio acudir desde temprana hora a atender a las grandes masas de desheredados? Plan macabro de la historia: lo sabían, pero debía evitarse la ayuda social efectiva y verdadera y en cambio, dar migajas, diagnósticos falsos, solo limosnas o simplemente, evadir el tema ante el escándalo social inalterable.

Hoy mismo en nuestro estado aún persisten infinidad de heridas que son difícil de olvidar: se ocupa en quinto lugar en secuestro y extorsiones, una lacerante desigualdad que crispa los nervios y sin embargo, persiste  la postura inflexible y despótica de una autoridad que desconoce la historia popular y callejera, consagrando con su actitud omisa y proclive a que se olviden para siempre las causas reales por las que seguimos en el camino que el pueblo eligió desde hace muchos años. ■

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