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sábado, 15 febrero, 2025
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La hipocresía del gobierno de EEUU en el combate a las drogas

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Por: BENJAMÍN MOCTEZUMA LONGORIA •

El informe del Departamento de Justicia de Estados Unidos que reconoce que el 74 por ciento de las armas que usa el crimen organizado en México proviene de esa nación. Así se corrobora lo que aquí he venido argumentando: que la lucha contra el narcotráfico y la inseguridad en México es, en el fondo, contra un poder económico y político transnacional que tiene su epicentro a EEUU, del que participan las propias autoridades norteamericanas a través de la Administración para el Control de Drogas (DEA), quien haciendo honor a su nombre sólo administra y hay evidencias de que forma parte de la estructura criminal del mundo.

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Invitado por un grupo de profesionistas de la ciudad de Zacatecas, expuse la tesis de que el neoliberalismo desarrolló y fusionó al resto de la economía imperial un gen criminal (“El Genoma Criminal del Neoliberalismo”). De esta manera, las actividades ilícitas sufrieron cambios cualitativos pasando de la marginalidad a procesos complejos constatados por su organización, transversalidad con otras actividades económicas, diversidad de mercancías ilícitas y el elevado grado de los procesos productivos.

Estadísticas emitidas por el propio gobierno de Estados Unidos no dejan lugar a duda de que el Patrón de Crecimiento Económico Neoliberal alentó y ahora promueve que las actividades ilícitas maduren como grandes empresas económicas de corte monopólico. El funcionamiento clandestino de las ilicitudes no evita que sus remantes financieros se enfoquen a inyectar recursos frescos al resto de la economía norteamericana y esta realice el proceso de la acumulación y concentración de la riqueza. Mucho menos si tiene el aval discreto de sus gobiernos. 

Está claro, al capital le interesa apropiarse de toda riqueza. No importa el origen. Tampoco los estragos a la naturaleza, trabajadores, consumidores o al mundo entero. Las guerras entre naciones son, en el fondo, guerras por intereses económicos, igual que los ecocidios mineros. Lo mismo con los más de cien mil jóvenes norteamericanos que fallecen al año por el consumo de fentanilo, o el grave clima de inseguridad y muertos en México.

Demos unos cuantos datos: la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), calcula que en el 2005 la venta de drogas en Estados Unidos representó un valor de 639 mil millones de dólares; en el 2011, 6 años después (no poseo el dato del 2005), la exportación de automotores fue casi similar, al colocarse en 770 mil millones de dólares; la producción de la refinación de petróleo llegó a 668 mil millones y la extracción de petróleo y gas natural a 617 mil millones. Nótese el caudal de recursos de origen ilícito como para que el gobierno gringo “no se dé cuenta”.

De estos datos y razonamiento se desprenden varias hipótesis: 

Que varios capos mexicanos están siendo sacados como pivotes del mercado porque ya no son compatibles con la transformación acelerada de las actividades económicas del narcotráfico. Ya cumplieron su ciclo y una nueva generación de narcos está siendo requerida por el capital transnacional. En esa condición están Caro Quintero, Joaquín “el Chapo” Guzmán, los Hermanos Arellano Félix e Ismael “el Mayo” Zambada quienes purgan condenas en las cárceles del país del norte.

Otra hipótesis: 

Que los propios organismos del gobierno vecino y los meganarcos gringos, encubiertos de “respetables” empresarios, prefieren mantener la secrecía, a la manera de patente, de todo lo que los capos mexicanos saben. Por eso secuestraron a “El Mayo Zambada” y; por la misma razón, obstaculizan la extradición de los campos a México, incluyendo a Genaro García Luna, exfuncionario de Felipe Calderón quien no sólo protegía al narcotráfico, también exportaba droga, secuestraba empresarios mexicanos e importaba armas. El programa “Rápido y Furioso” fue una manera de hacerlo legalizada y convenidamente con el gobierno gringo.

Esta hipótesis cobra fuerza cuando sabemos que DEA y CIA, que son organismos del Gobierno de Estados Unidos, realizan funciones subrepticias de distribución y administración de la droga; mientras que fuertes empresarios, como los de laboratorios y farmacéuticas se suman y conviven con ellos. Igual sucede con los empresarios fabricantes de medios de destrucción quienes envían, cuando menos el 74 por ciento, de la variedad de armas que porta el crimen organizado de México.

Se verá, hay mucha hipocresía en el Gobierno norteamericano. No combaten a los megacapos gringos, tampoco a los productores de armas. Al contrario, la violencia es una herramienta del capitalismo imperial para apropiarse de territorios. Los norteamericanos escogieron, de hace tiempo, a México para hacerse llegar de todo tipo de drogas que les producen inimaginables ganancias, mientras sus jóvenes fallecen en las grandes urbes y envían a México una mercancía que sólo sirve para matar. La derecha mexicana debiera reflexionar mucho antes de abrir la boca y suplicar que entren los gringos. 

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