En noble visita diplomática del embajador de los Estados Unidos a Zacatecas, el tópico de seguridad no sólo fue contrastante, sino que se exhibieron los compromisos del Gobierno Norteamericano, las opiniones casi irrelevantes de los empleados públicos y hasta los tweets de veto turístico para Zacatecas, escritos desde la cuenta verificada del embajador Ken Salazar.
Con los manteles largos y la cuchara grande, se sirvió el banquete para recibir al representante del vecino país con la delgada línea que separa lo cortés de lo burgués.
Sin un marco de acción claro, intercambiaron mensajes dentro de las normas del protocolo político. Señalamientos históricos se hicieron a la clásica manera confrontativa que es tan característica del perfil profesional que corre en la función pública. Sin convenios ni formalidades jurídicas, al estilo de María Antonieta, comieron pastel.
También frente al altar del milagroso Santo Niño de Atocha, el embajador fue a encargar su manda -codo a codo- con Monreal, quien iba con Monreal, y también invitaron a Monreal y desde luego a la hija del primero: también Monreal, por cierto.
¿Qué le encargó al santo que cuida de Plateros y de todo _el mineral_? Dato desconocido. ¿Qué necesita Zacatecas (vía requisición y no sólo en el discurso) del Gobierno que encabeza Joe Biden? Dato desconocido también. Ojalá la visita de Salazar para la muy noble y leal ciudad con su respectiva comida facturada con cargo al bolsillo del Gobierno del Estado, se desquite no sólo en las fotos que circula en sus redes, el cuadro chico del gobernador; ojalá se les quite de los hombros paisanos, el enorme peso que tienen en la economía zacatecana. Ojalá los migrantes que con sus divisas alimentan las bocas del millón y medio que siguen en el Estado, sean un tema prioritario: los que están allá, los que nunca pudieron regresar y los que todavía no saben que se van a tener que ir.
