Autor: José Manuel Galindo Espino
Residencia: Ciudad de México, México
Andando febrero, la Muerte estaba
deambulando los campos de maíz,
cavilando si cenaría frijol o haba
o algún indio de este país
Decidió fumar la noche profunda
hasta el miércoles por la madrugada,
cuando presenció, pasmada, iracunda,
en Amilcingo cruenta canallada.
Previo a concientizar por la radio,
Samir Flores gustoso desayunaba
saliendo de casa al llamado,
desconociendo la traición fraguada.
Sicarios florescervantinos se develaban
prestos para la gubernamental caza;
dos disparos a bocajarro impactaban
la cabeza del macehual nahua.
La Catrina le abrazó enseguida,
cubriéndolo con su oscuro manto,
y él, con la dignidad erguida,
dejó a su familia empapada en llanto.
Con alegrías regresan en estos días
con tamal y atolito en mano,
cabalgando tierras zapatistas
con el Atila suriano,
para dar fuerza y energías
a la autonomía de antaño.
Guadañando, vienen a evocar
que el Volcán, frente al discurso abyecto,
la Termo neoliberal debe socavar,
pues la podredumbre, del megaproyecto
a los pueblos intenta despojar.