Autor: Emilio Román
Residencia: Guadalupe, Zacatecas, México
Mi querido amigo Mario,
que cómodo estabas sentado
en un lugar cerca de tu barrio;
se te veía ya muy cansado.
Estabas ya fastidiado
de ver al cielo grisáceo.
-Cómo extraño- decía él
-poder ver el cielo azulado.
Juicioso, miraba el entorno;
a lo lejos, una mujer él vio,
y ella, con euforia, le nombró:
“Mario, por la naturaleza has peleado,
a todo pulmón has gritado;
sin embargo, en este punto,
el fin del ciclo te ha alcanzado”.
El pobre, asustado,
a la Huesuda ha notado.
-¿Al fin viniste por mí?- preguntó él.
“Sí, he venido por ti,
pero tranquilo deberías estar,
pues del Edén podrás disfrutar,
y al final, lograrás admirar
ese cielo azul que tanto has de extrañar”.