Autor: Edgar Ismeray Martínez Victorino
Residencia: Guadalupe, Nuevo León, México
Ha llegado nuevamente la fecha memorable
de recordar a los que en el camino se adelantaron.
No importa si una persona fue buena y amable,
a ella no le importa si rogaron o cantaron.
La Muerte visitó el estado de Zacatecas;
aprovechó para conocer sus monumentos,
sus hermosas iglesias y solemnes bibliotecas,
así como para dejar llantos y tormentos.
Comenzó muy brava, buscando a Alejandro Tello,
desde Melchor Ocampo, hasta Trinidad de la Cadena.
Al encontrarlo rápido, lo atrapó por el cuello,
y muy pronto se lo llevó, sin alguna pena.
También se encontró a Fabiola Torres,
trabajando en el municipio de Calera.
«Pierdes el tiempo si gritas y corres.
Eres la siguiente en la lista de espera».
Siguió por Fresnillo rumbo a La Quemada,
anhelando encontrar una vida para ser arrebatada.
Sabiendo que no respeta jerarquías ni horarios,
aprovechó para llevarse a Los Temerarios.
Llegó al cerro de La Bufa una vez en la capital.
Recordó cuando se llevó a Villa, Ángeles y Natera.
«Cuando yo decido, no los salva ni el hospital,
así disponga llevarme a la ciudad entera».
Al ver la hora, se dio cuenta que no era tarde,
así que decidió agregar más personal al panteón.
«Ya me llevé a Antonio Aguilar y a López Velarde,
me voy a dar la vuelta por el teatro Calderón».
«Me faltan más políticos, artistas y del deporte.
Ahí están Gema Mercado, Benjamín Galindo y Doña Florinda,
a la tumba directo que no necesitan pasaporte.
Toda esta gente de la tierra de los vivos se deslinda».
Estaba más que decidida a ir por Carmen Lira.
«No importa que esté dormida; sólo hasta hoy respira».
A Raymundo Cárdenas, tampoco lo perdona.
«También tú me acompañas, aunque seas gran persona».
A punto de retirarse estaba La Muerte,
pensando que no olvidaba absolutamente nada,
cuando recordó que venía por toda la gente,
que trabaja arduamente en La Jornada.