Autora: Rosaura Tamayo Ochoa
Residencia: Celaya, Guanajuato, México
La Muerte entre sembradíos camina
por San José de Guanajuato, sin parar.
Busca, elegante, con el nombre de Josefina
a ranchero político adinerado para amar.
Le contaron del rancho de un fulano,
dicharachero, rico, grandote y bigotón,
de inmediato quiso ir tras su mano,
perderse y darse con él un reventón.
Su nombre muy conocido era Vicente
Fox, nacido en tierras de Guanajuato,
hombre y su trabajo estaba excelente,
para llevarlo al panteón en atraco.
Fue gobernador y presidente,
con su par de botas al pueblo enamoró,
en sus modales el pueblo estaba pendiente,
siempre donde se paraba lo ranchero asomó.
Martita sola ha quedado muy triste,
le han roban a su primer gran amor;
de marca europea, con negro viste,
tiene que ser un luto de fino color.
Ya no sufran mujeres mexicanas,
la Muerte tiene a su ex presidente;
sus oraciones al cielo serán vanas,
con él ya no tendrán un presente.
Fox, triste, quedó muy resignado,
por esa ilusa suerte que le tocó,
quién le manda ser tan mandado
con los escándalos que provocó.
Con sus picudas botas de charol
relucientes, bailará con la Muerte,
aunque se mueva como caracol
y de su polilla saque algo de suerte.
La Muerte en festejo lo desposará
en un bello matrimonio eterno,
y sus labios en su boca posarán
de la primavera al frío invierno.
Yace para siempre en el panteón
este inolvidable y singular señor,
que como padre fue un camaleón
y en la tumba cantante ruiseñor.
Ella ya no quiere otro marido,
este ranchero grandote le bastó,
pero él no estará más deprimido,
puesto que el infierno le gustó.
