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miércoles, 24 abril, 2024
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Jean-Paul Sartre: en pos de alternativas en las ruinas de la modernidad capitalista

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Por: SIGIFREDO ESQUIVEL MARÍN •

La Gualdra 549 / Filosofía

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Ahora que he leído ataques, denostaciones y crítica furibundas contra Jean-Paul Sartre, no puedo dejar de repetir con Gilles Deleuze, que Sartre es el verdadero héroe intelectual de muchas generaciones de la segunda parte del siglo XX. En efecto, desde joven leí a Jean-Paul Sartre, La Náusea junto con El extranjero de Albert Camus y me siguen pareciendo obras maestras de la literatura filosófica moderna; junto con La insoportable levedad del ser, de Milán Kundera, son lecturas que han marcado a muchas jóvenes generaciones inquisitivas de su entorno social.

¿Cómo no identificarse con un anticuario excéntrico entregado al universo de los libros que experimenta el sinsentido humano como náusea existencial? Antoine Roquentin, personaje central de la novela de Sartre, es un autodidacta que experimenta la absoluta banalidad de la existencia humana, la lucidez extrema con la que verifica el absurdo humano da cuenta de la crisis del nihilismo cultural de la modernidad europea y del proyecto del sujeto universal del idealismo alemán: “lo esencial es la contingencia” concluye el monólogo libre de Roquentin que cierra la obra y cierra el capítulo del proyecto fundador de la modernidad.

Y dicha contingencia humana radical llevada hasta las últimas consecuencias nos conduce al desamparo, la angustia y la errancia, pero a diferencia de los demás existencialistas, para Sartre dicho nihilismo humano limítrofe es condición para repensar nuestra humanidad desde su poder autocreador de sentido: El hombre no es nada más que su proyecto de realización.

Sartre pensó problemas singulares nuevos con odres conceptuales viejos, de ahí muchos malentendidos y contrasentidos. Podría enumerar las críticas que se pueden hacer con justeza y justicia a Sartre, sería una obra poco menos voluminosa que sus obras completas. Como cualquier humano, es hijo de su tiempo y tiene un sinnúmero de limitantes, prejuicios, sesgos. No alcanzó a comprender muchas expresiones culturales, políticas e intelectuales emergentes, sus equívocos son de antología, pero sus aciertos, chispazos y golpes de lucidez resultan tan formidables que, sin disculparse sus fracasos y tropiezos catastróficos, se puede salvar su obra de la hoguera mediática a la que desde hace tiempo está expuesta y sobreexpuesta.

No obstante que sus posiciones y apuestas políticas parezcan chocantes y fallidas, ya el simple hecho de repensar la filosofía y la literatura desde un ejercicio crítico de militancia activa da cuenta de un hombre que se atrevió a encarar, hasta donde alcanzó su entendedera –según decía mi abuela—un presente convulsivo tomando partido por lo que creía en su momento “correcto”.

El existencialismo es un humanismo (Buenos Aires, Edhasa, 2009) da cuenta de un hombre que asume valerosamente los asuntos vitales cotidianos desde una postura libre comprometida con el mundo. Con absoluta honestidad, Sartre no se concibió más allá del horizonte de su época, mientras que Heidegger –Carta sobre el humanismo– intentó situarse más allá de los intereses políticos de las refriegas de su tiempo y pensar(se) desde el Olimpo de ideas sempiternas, empero, sabemos desde La Política de Aristóteles que, no siendo ángeles ni animales, los humanos nunca estamos más allá de la conformación sociopolítica que nos constituye. No podemos situarnos en una atalaya ahistórica para ver el espectáculo del mundo porque somos parte de ello.

Por su parte Sartre contratacó recordando que los intelectuales que permanecen en su torre de marfil no se equivocan porque la inacción los conduce a la peor de las complicidades con el status quo. Su lectura es indispensable para comprender la modernidad en sus cimas y simas. Síntesis de la fenomenología, hegelianismo, existencialismo y marxismo, su obra es clave para leer el siglo XX.

El ser y la nada –traducido por Losada al castellano–nos invita a pensar desde una subjetividad herida de finitud, tiene pasajes verdaderamente memorables sobre la mirada. Y aunque tengan cierta razón Heidegger y sus seguidores en cuestionarlo por haber “trivializado” el existencialismo y la fenomenología, sus textos filosóficos, con una clara vena literaria ensayística, han permitido a muchos jóvenes acercarse a la filosofía desde una perspectiva vital que asume la experiencia intelectual como ejercicio de libertad sin más.

No obstante que hoy se pueda leer en sus márgenes la fecha de caducidad, sus obras de teatro, sus textos literarios y de crítica tienen un estilo literario sugerente que nos interpela a pensar por cuenta propia, incluso, no pocas veces, yendo contra el mismo autor. La puesta en juego de la experiencia viva singular del escritor hace que sus obras sean arsenales para pensarnos críticamente. Sus obras guardan un arsenal aforístico que percute y repercute en nuestra subjetividad como ráfagas mortales de lucidez. Lo suyo es la lucidez rapsódica. Sartre representó el intelectual crítico por excelencia, el gesto de rechazar en 1964 el premio Nobel enfatiza su coherencia e integridad extremas.

Y ahora que se ataca con virulencia por diversos sectores tanto de derecha como de un feminismo radical de izquierda, lo mejor que se puede hacer con un pensador tan vasto, complejo, contradictorio es leerlo. Su lectura es el mejor homenaje, también la mejor crítica. Ignoro si en estos tiempos digitales de interfaz y cibercultura a los jóvenes Sartre les sea útil para pensarse, en todo caso, recomiendo su lectura como una forma de autoconocimiento y antídoto contra la estulticia propia y ajena. El mandato délfico de conocerse a sí mismo es el argumento central de la obra sartreana, quizá su lectura pueda dar luz en una época paradójica de oscuridad luminiscente al no dejar nunca de buscar alternativas en las ruinas de la modernidad capitalista. En todo caso, la lectura de Sartre aporta cierta dosis de placer furtivo, lo garantizo de antemano, a menos, claro está, que la lobotomía cultural generalizada haya hecho efecto irremediable.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_549

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