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jueves, 28 marzo, 2024
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El azote del matlazahuatl, 1736

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Por: MARIANA TERÁN •

La Gualdra 425 / Historia

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Las pestes y epidemias han acompañado a las sociedades a lo largo de la historia. A propósito del Covid-19 donde se han tomado las medidas preventivas extremas para evitar una exponencial propagación en México, a diferencia de China, Italia o España, me permito un par de reflexiones debidas a las investigaciones que historiadoras como América Molina del Villar realizó con la epidemia que azotó al virreinato entre 1736 y 1739.

Toda esta información la expuse en mi libro Interceder, proteger y consolar. El culto guadalupano en Zacatecas,  publicado en 2011.

En 1736 se desató una epidemia, quizá la más devastadora durante el periodo colonial para la Nueva España. Desde luego no fue la primera, ya en 1576 se registraron distintas epidemias de tifus, sarampión, paperas, cocoliztli, viruelas, según información proporcionada por  Günter Vollmer en su capítulo “Enfermedad y muerte en el México colonial”, en el volumen coordinado por J. Jesús Hernández Palomo, Enfermedad y muerte en América y Andalucía,  publicado por CSIC en 2004.

Los datos que pude reunir, resultado de las investigaciones de América y de Nadine Béligand sobre el matlazahuatl es que en el valle de Toluca en dos meses (mayo-junio 1737) hubo más de 200 muertes, no solo causadas por la epidemia, sino por las bajas cosechas y el alto precio del maíz. De ahí se expandió la epidemia a Xalatlaco, Texcaliacac y Ocoyoacac. Para América Molina la epidemia se expandió sobre todo en regiones del Septentrión novohispano: el Bajío, Aguascalientes, Ciénega de Mata, Zacatecas, San Luis Potosí, Charcas y Durango. Retomo sus palabras:

Algunos de estos lugares contaban con criaderos de ovejas que abastecían de lana a los obrajes del centro y del Bajío. Entre los criaderos y los obrajes existía una relación de estrecha interdependencia, pues las zonas ganaderas intercambiaban lana cruda por productos manufacturados de los obrajes, principalmente los del Bajío. Los distritos mineros del altiplano y norte eran otro mercado para los vestidos de lana fabricados en los obrajes. En varios de estos minerales se encontraron indicios de la epidemia como Real del Monte, Sultepec, Temazcaltepec, Guanajuato, Zacatecas, Charcas y Parral.[1]

 

Según la investigación de América Molina (2004), entre las ciudades y villas con más de cinco mil muertos se encontraron la ciudad de México (40,157), Cholula (16,926), Dolores (9,465), Irapuato (8,000). Entre las localidades que registraron entre 3 mil y mil defunciones se encuentran Acatzingo (3,280), Guanajuato (1,127), Aguascalientes (1,018) y Tulancingo (2,377).

Por su parte las localidades que registraron entre 500 y mil muertes sobresalen San Juan del Río (955), Tlaltenango (917), Nochistlán (906), León (550), Antequera (524), Cuernavaca (596).

Las localidades entre menos de 500 fallecidos por la epidemia fueron Colotlán (498), San Luis Potosí (391), Durango (319), San Juan de los Lagos (82), Parras (302) y Parral (74).

El matlazahuatl, como se ve por los datos corroborados por América Molina, fueron alarmantes para aquel tiempo. Las respuestas fueron reconocidas en la tradición religiosa católica. A la Virgen de Guadalupe se le imploró y suplicó el remedio de todos los males. Después que pasó la expansión de la epidemia, la sociedad a través de sus distintas corporaciones, reconoció que fue gracias a la intercesión de su madre ante el Altísimo, que la epidemia había concluido. Las acciones de gracias se multiplicaron por todo el virreinato. Se le llegó a nombrar Patrona de la Salud. Este fue uno de los elementos que la Santa Sede tomó en consideración para promover a la Guadalupana como Patrona Universal del Reino de la Nueva España en 1754 por el papa Benedicto XIV.

Desde luego los milagros no son gratuitos. Hubo toda una trama para que se colocara a Guadalupe como Patrona de Nueva España. La primera patrona de la monarquía española fue Pilar de Zaragoza, la segunda Guadalupe de Nueva España; en los cultos nada es gratuito, nada es inocente. La Nueva España fue la principal proveedora de las arcas de la corona. Esta tenía que recompensarla; para los creyentes este fue un verdadero milagro; para las instituciones eclesiásticas una jugada inmejorable. La Nueva España seguiría contribuyendo con su plata y sus productos para el engrandecimiento de su estirpe. Para las localidades que vivieron y enfrentaron con sus enfermos y muertos el matlazahuatl la Guadalupana a partir de entonces, fue la madre de todos los mexicanos. Esa fue justo la veta que el cura Miguel Hidalgo, desde la parroquia de Dolores reconociera, para justificar su levantamiento al inicio de la guerra de 1810. En la historia nada es inocente. Aquí no hay coincidencias ni casualidades.

Cada sociedad en su tiempo histórico se alarma, se muere, renace y encuentra en distintas soluciones, sea teológicas, metafísicas o científicas, el consuelo de sus males. Ahora nos toca tener cifradas esperanzas en la ciencia, pero por lo pronto, ya le puse veladoras a la Guadalupana.

 

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_425

[1] América Molina, La Nueva España y el matlazahuatl, p. 120

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