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sábado, 18 enero, 2025
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■ Dar positivo en la prueba del VIH cambió la vida de Julio* para siempre

“Mi más grande miedo es morirme en el IMSS, donde mi dolor no sea importante”

■ Además de tener que enfrentar su enfermedad, debe vivir bajo el estigma social y la nula empatía por parte de los médicos

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Por: Mitzi Martínez •

“Has tenido relaciones y no te has cuidado. Sí, tienes VIH”, así es como Julio* recibió su diagnóstico en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Zacatecas, frío, sin empatía ni tacto, recuerda el paciente al preguntarle sobre cómo ha sido vivir con el virus y ser tratado en el IMSS. 

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Julio asistió a uno de sus chequeos semestrales en PREVENIMSS, donde le realizaron una prueba rápida que indica si se tiene VIH o no. Fue ahí donde su vida cambió, al obtener un resultado positivo. Explica que le realizaron dos veces la prueba para eliminar que hubiera sido un error, sin embargo, ambas dieron positivo a VIH. 

Luego del resultado de la prueba rápida, lo canalizaron a un estudio sanguíneo, uno de los momentos más incómodos que ha sufrido, según comenta, ya que la enfermera le llevó al menos con cuatro personas diciéndoles que había salido positivo en la prueba y que necesitaba firmas para poder mandar el estudio. 

Con la mente en blanco y sin saber lo que pasaba o lo que iba a pasar, Julio se realizó el análisis sanguíneo al día siguiente y dos días después recogió los resultados. “Esos tres días fueron un infierno”, comenta Julio, quien explica que, al ir a recoger sus estudios, la enfermera no le quiso decir nada e inmediatamente lo canalizó al área de Infectología. 

“El doctor tuvo cero tacto, cero empatía, solo vio los resultados, me volteó a ver y me dijo «pues has tenido relaciones y no te has cuidado. Sí, tienes VIH, tu prueba es positiva»”. Julio explica que jamás había estado en una situación no sólo difícil, sino incómoda porque el médico lo veía “como juzgándolo”. 

Lo único que recibió fue una receta para surtir pastillas, el comentario “tienes las defensas de un bebé y cualquier enfermedad puede agravarse demasiado en tu caso” y la seguridad del médico de que estaba a un paso de que su VIH se convirtiera en SIDA (la última etapa a la que llega el virus de inmunodeficiencia cuando el paciente no es tratado de manera adecuada y con los medicamentos necesarios), metiendo en la cabeza del joven que estaba a punto de morir. 

“No puedo describirlo. Sientes que tu vida se detuvo, no te dan información, no sabes si te vas a morir, si no, en qué momento pasó. Te dicen que estás en etapa terminal y yo siento que hay incongruencias en mi caso porque el doctor me decía que tenía las defensas muy bajas, o sea, que tenía años de estar infectado. Entonces eso se me hace raro, porque un año anterior me salió negativo, cosa que le comenté al doctor y me dijo que no sabía por qué salía negativa, pero que ahí decía que lo tengo desde hace años y yo pensé, si desde hace años yo tengo esto no checa, porque no llevo años teniendo relaciones sexuales y a lo mejor coincide que me dio en cuanto inicié mi vida sexual, pero obvio me cuidaba muchísimo”, comenta.

Además, explica que meses antes de su diagnóstico positivo su amiga y compañera de casa contrajo influenza y él no se contagió, incluso, él tuvo Covid un año antes y no fue “nada agresivo”.

Julio menciona que tuvo que investigar todo por su cuenta y así fue como descubrió que con el medicamento que le habían recetado, sus niveles del virus bajarían hasta lograr ser indetectable y no poder contagiarlo. 

Otro de los grandes problemas que enfrentó, y aún lo sigue haciendo, es el estigma social que se tiene hacia las personas con esta enfermedad. Comenta que sólo dos de sus amigos saben sobre su situación y que, a pesar de tener ya dos años con el virus, no ha podido contarle a nadie de su familia por miedo al rechazo, miedo a ser tachado de promiscuo y, básicamente, miedo a ser juzgado.

Condenado a tomar una pastilla todos los días por el resto de su vida y a lidiar con la burocracia del seguro social, Julio sostiene que se debe mejorar la calidad del acceso a la salud en el IMSS, pues cuenta que un conocido que se está tratando en la UNEME CAPASITS, está recibiendo atención psicológica y apoyo emocional, así como la entrega puntual y sin trabas de su medicamento. 

Pues Julio cuenta que en una ocasión que no pudo asistir a su cita médica en la que le darían la receta para surtir su medicamento, no le reagendaron hasta después de 20 días, lo que lo llevó a no tener el antiretroviral necesario durante ese lapso, haciendo que cayeran sus defensas y que se frenara su tratamiento. 

 “Mi más grande miedo es morirme en el IMSS, donde mi dolor no sea importante, donde todos actúan como máquinas”, lamenta el joven, refiriendo que para él la muerte ya es un tema muy presente desde que fue diagnosticado y que, aunque sabe que gracias al tratamiento es muy difícil que pueda fallecer por causa del VIH, el tema de la muerte ya es cotidiano para él. Asegura que lleva una vida normal, que ha logrado entender que no es una mala persona, y que no debe culparse por haber contraído el virus; explica que lo importante es lo que haces desde el momento en que te diagnostican.

 *El nombre fue creado con fines periodísticos, el joven prefirió mantener el anonimato por miedo a represalias, ya que comenta que sólo hay un médico en el área de Infectología del IMSS, por lo que al dar su nombre real sería muy fácil ser reconocido.

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