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viernes, 29 marzo, 2024
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■ El Péndulo

Mi viaje por los cambios políticos

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

El próximo 3 de junio de 2023 se celebrará el evento de presentación del libro “Mi viaje a través de los cambios políticos”. Como el título indica, el hilo conductor de mi texto es mi participación en el tránsito de nuestro país durante el lapso que va de 1950, año de mi nacimiento, hasta la actualidad. Ese año porque tuvo lugar un acontecimiento político de importancia estatal protagonizado, en uno de los polos, por el candidato oficial Lic. José Minero Roque, con el apoyo decisivo del hombre fuerte y gobernador en funciones, Leobardo Reynoso y, en el otro polo, el general Manuel Contreras, aspirante a sucederlo. El contenido de fondo era la disputa entre la continuidad del reynosísmo, o el inicio de la vigencia real de la democracia. Luchas similares ocurrían también en estados como San Luis Potosí, Jalisco, Guerrero, Tabasco, etc., dominados también por sendos caciques regionales. Miles de zacatecanos, entre ellos mi papá Cruz Cárdenas; mi abuelo Basilio Hernández, y mi tío Baldomero Hernández, participaron en el movimiento encabezado por el general Contreras, fueron derrotados y mi papá resultó encarcelado, hasta que él y otros presos políticos fueron liberados por la voluntad del nuevo gobernador. Durante buena parte de mi vida, en reuniones familiares o de amigos, escuché platicas sobre el asunto, lo que hizo brotar en mí una noción elemental de la importancia de la política en la vida de las personas. La época de los caciques estatales terminó cuando el presidente Adolfo López Mateos escuchó el clamor popular, y concentró en sí mismo el poder de decidir las candidaturas oficiales. Había nacido el presidencialismo autoritario.

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Aunque la economía mixta existente resultó muy exitosa, la represión frecuente de distintos movimientos, como el de 1968, solo agudizaba la contradicción entre la élite del poder autoritaria, y unas clases medias crecientes de la vida democrática. El sistema de partidos integrado por el PRI, como partido casi único, acompañado por varios partidos paraestatales, y el PAN, en su confortable nicho de oposición conservadora, pero leal al sistema, mostraba una disfuncionalidad creciente para conducir la nueva sociedad, lo que se mostró claramente cuando, en el proceso electoral federal de 1976, José López Portillo fue el único candidato registrado. 

Mientras lo anterior ocurría, las izquierdas excluidas de la legalidad política se expresaban en los movimientos campesinos y populares, sindicales, en los ámbitos magisterial, universitario y en el de la cultura. Se debatían las distintas formas de lucha, entre ellas la lucha armada, opción que tomaron quienes participaron en varias opciones urbanas y rurales. En ese contexto, la dirigencia del Partido Comunista Mexicano (PCM), encabezada por Arnoldo Martínez Verdugo, abrió un debate del que resultó la decisión de asumir la lucha por la democracia política y por la unidad de las izquierdas como su prioridad. El primer paso en ese rumbo fue la decisión de participar en el proceso electoral de 1976 con candidato propio a la presidencia, y con las demandas de Reforma Política y Ley de Amnistía para los presos políticos. Esa definición me convenció de ingresar al PCM. La respuesta positiva del presidente López Portillo, a esas demandas, representó el inicio de la denominada Transición Democrática de México que se desarrolló los siguientes cinco lustros.  

Como dirigente estatal del PCM participé de cerca en su mutación en el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), que dirigió Pablo Gómez, afinando le estrategia de lucha por los derechos políticos de todos, y por la unidad de las izquierdas. 5 años después, en acuerdo con Heberto Castillo, PSUM y PMT unieron fuerzas y crearon el PMS, que postuló a Heberto como su candidato para la elección de 1988. Al mismo tiempo, los progresistas del PRI integraron la Corriente Democrática, se escindieron del PRI para crear el Frente Democrático Nacional junto con varios de los partidos paraestatales. Las campañas de Heberto Castillo y Cuauhtémoc Cárdenas clarificaron la necesidad de dar otro paso unitario, y el primero de ellos declinó su candidatura y apareció la organización de izquierda más fuerte de la historia, que no llevó al Ing. Cárdenas a la presidencia sólo por el fraude orquestado por el PRI-Gobierno y solapado por el PAN. En esa coyuntura apareció el PRIAN, y con ello ocurrió la primera traición grave al democrático. Por otra parte, como producto de esa gesta política, y de 10 años del proceso unitario de las izquierdas, el 5 de mayo de 1989 nació el PRD. Esos dos años resultaron definitivos en mi transformación en político profesional.

Los siguientes 2 años fueron el escenario de la aplicación a rajatabla, por parte del PRIAN, del paradigma neoliberal, expresado principalmente por su política salarial y las llamadas reformas estructurales, y de la resistencia inquebrantable de las izquierdas. Durante el año previo a la elección presidencial de 2006, el PRIAN utilizó, por primera vez, el llamado Lawfare, golpe de estado judicial, quitándole el fuero a AMLO para impedirle ser candidato a la presidencia; al no lograrlo, el PRIAN volvió a utilizar el fraude para evitar su llegada a la presidencia. Esa segunda traición representó el final de la transición democrática. La firma del Acuerdo por México, entre Enrique Peña Nieto y los dirigentes formales del PRD, ocurrida en diciembre de 2012, implicó el abandono de ese partido histórico de la trinchera antineoliberal, y tuvo como consecuencia que el amplio movimiento, construido durante cuatro décadas, hoy se exprese a través de MORENA, como único polo progresista.

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