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jueves, 28 marzo, 2024
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Articulador de voluntades y constructor de instituciones: Rogelio Cárdenas Hernández

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Por: Marcelo Sada Villareal •

19 de febrero de 1952 al 24 de marzo del 2021

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El Ingeniero Químico Rogelio Cárdenas Hernández fue un universitario y político nativo del Estado de Zacatecas, mexicano con visión universal y perspectiva y espíritu trascedente. Nada humano le era ajeno y por eso mismo exploró durante su larga vida una gran diversidad de intereses intelectuales y culturales. Además vivió su vida con intensidad reflexiva poco común. Sabía de dónde venía y conocía a dónde quería llegar. Por eso mismo supo encontrar vientos favorables que le llevaron a buen puerto.

Hombre atento a su familia, acostumbrado a cultivar las amistades, bondadoso y muy incisivo en el diálogo político, conversador infatigable, dedicado a las tareas académicas, brilló con su autonomía moral individual y logró para su universidad grandes beneficios.

Las circunstancias institucionales, locales, nacionales y mundiales limitaron los éxitos de su gestión como rector en la Universidad Autónoma de Zacatecas, pero sus éxitos son muy visibles aún hasta hoy. Su trabajo cambió el futuro de la universidad, dotándola con una mejor infraestructura -un nuevo y funcional campus-, pero sobre todo con un nuevo proyecto académico orientado a la consolidación de los procesos docentes, de investigación, de servicio y reglamentarios. Una nueva ley orgánica, un renovado estatuto general y algunos reglamentos fueron también frutos no menores de su gestión, y de un congreso interno de reforma que él impulsó.

La innovación en la extensión y divulgación de las ciencias y las tecnologías ocupó muchos años de sus tareas universitarias. También el trabajo en colaboración con diversas disciplinas y vinculado a las necesidades regionales, pero a la vez con atención a las personas de los colaboradores más cercanos y aún de los que pudo encontrar en el camino, legó así una multitud de alumnos y profesores agradecidos e identificados con su proyecto universitario.
Como funcionario, en los diversos encargos que asumió nunca fue alguien abandonado a las inercias heredadas. No se dejó llevar por la corriente caracterizada por el mínimo esfuerzo y tampoco por “flotar” en el pantano de la mediocridad, medrando en la nómina de funcionarios ó de docentes. Tampoco cultivó el conflicto por sí mismo, pues para él la política universitaria no podía ser descrita como una relación bélica contra quienes pensábamos diferente a sus ideales y propuestas. Sus reclamos y polémicas fueron justos, oportunos y moderados.

De talante crítico y siempre bien informado, no perdió el tiempo en discusiones estériles y fue un hábil e incansable negociador. Algunas veces siendo más amigo de sus enemigos, de lo que aquellos estaban dispuestos a corresponderle. Tanto fue así que algunas veces llegó a pedir a sus amigos sacrificarse para resolver y atender necesidades institucionales superiores a sus propios intereses personales o universitarios.

Austero por hábito de vida, sin presunción u ostentación, no se enriqueció con el servicio público. Vivió de su trabajo y para su trabajo, su familia y sus amistades. Pero se entregó también a la labor política pensando que cumplía un deber ingente para con el pueblo y la nación.

Por supuesto que siempre fue un educador, un profesor reconocido y entregado con todo su ánimo, estudio y mejor intención posible. Muchos de sus colaboradores y amigos, recibimos sus enseñanzas, siempre acompañadas de una sonrisa, con la apertura que él mismo ofrecía para contradecirlo los que pensábamos diferente.

Escéptico y no dogmático, pero sólido -no relativista- en sus ideas, estaba siempre dispuesto a volver a pensar todo si las personas, la realidad o las circunstancias así lo demandaban. Y además lo disfrutaba. Como también fue constante al disfrutar un buen café, una buena copa y una diversidad de platillos, cuando estuvieran acompañados de una conversación casi interminable, pausada, atenta e inteligente.

Quién desde su primera juventud siempre participó y tomó partido, sin demagogia, con gran espíritu de libertad personal, no será olvidado por aquellos que permanecimos cerca de él a lo largo de su congruente y fructífera vida. Y aún cuando se dió algún distanciamiento, el trato cálido, con cortesía natural, nunca desapareció.

Rogelio Cárdenas estará presente también en la memoria de quienes además de haber compartido de alguna manera el camino, su andar constante, lo vimos de cerca o de lejos padecer la difícil enfermedad y la vejez que conduce sin duda alguna a la muerte del cuerpo. Y estará presente entre nosotros porque así mismo junto con él, cultivamos la esperanza de alguna forma de trascendencia de su espíritu. ■

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