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martes, 19 marzo, 2024
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Tenéis que venir a verla, de Jonás Trueba

El cine sin saturar

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Por: CARLOS BELMONTE GREY •

La Gualdra 558 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Cine

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Y qué pasa cuando los amigos de años se mudan fuera del barrio o de la ciudad, cuando deciden irse a vivir a las afueras de la ciudad y dejar el centro, cuando para visitarlos se necesita de coches y citas y ya no es suficiente con caminar un par de cuadras o simplemente darse un mensaje y juntarse en el café de la esquina en un minuto. O bien, parece que ahora entre los jóvenes y no tan jóvenes existe el orgullo de sentirse ciudadanos del mundo y tener amigos por todo el mundo, pero no conocer siquiera el nombre de los vecinos de casa o departamento. Urbanismo y sociabilidad parecen ser los meollos de la nueva película de Jonás Trueba, Tenéis que venir a verla (2022).

Pero no, no son esos los temas centrales, son tan solo “falsos amigos o falsa premisa”, es decir, temas o imágenes que aparecen para enrollar la narración. En realidad, la forma de la película nos lleva a otro terreno, al de la velocidad de nuestra vida cotidiana.

Premiada en el Festival Cinelatino de Toulouse en el 2022 como mejor director, la cinta fue presentada en el cine Utopia de Aviñón con el apoyo de la asociación Contraluz en presencia de Trueba este 11 de enero y ahí pudimos charlar con el joven (de la edad de quien esto escribe) director.

Tenéis que venir a verla comienza con cuatro planos de cuadros cerrados sobre los rostros de los cuatro personajes escuchando a un pianista tocar, sin movimiento de cámara se pasa de uno a otro por más de un minuto, duran en total unos 7 minutos antes de que se abra la primera toma al conjunto. Luego, los cuatro son mostrados en grupo sentados alrededor de una mesa con cuatro copas de vino. Apenas si hay diálogos: visitarse más seguido, embarazos, pagar la cuenta. Fin de la escena y largo plano secuencia de caminata sobre Madrid hasta volver al departamento de los que viven ahí.

Estelarizada por Itsaso Arana, Irene Escolar, Vito Sanz y Francesco Carril, la película da la sensación de limpieza, de pulcritud, de propiedad o, como comentó Trueba, de “transparencia, la idea de hacer las cosas de una manera lo más honesta y directa posible. Me gusta esa idea de que las cosas sean transparentes, como somos las personas y los actores. Filmar las cosas con cariño y cuidado”.

Es una película intuitiva, que no busca ser intelectualizada, sino que su estructura se buscó para llevar las sensaciones hacía la escucha y hacia un ritmo de parsimonia, esa primera escena, que también fue la primera filmada, era una entrada suave a la historia, señalaba Trueba mientras comíamos algún bocadillo.

Una película que lleva a los placeres simples: un vino, un paseo, un diálogo, las cosas esenciales y recordar que el cine puede servir para serenar y no acelerar ni saturar más nuestras vidas de actividades. Por eso, hay pocos elementos en la escena, hay pocas acciones, hay pocos diálogos. Ese paseíto en el campo, por ejemplo, no es más que una pequeña caminata de unos cuantos metros en un terreno al lado de la carretera y cercado por las rejas de las vías del tren, nada que ver con campos bucólicos, pero es una caminata en el verdor de lo más simple.

Una película que se empezó a filmar en diciembre del 2020, unos 3 días se paró, y luego en verano del 2021 otros días, en total 8 días. Un costo de apenas 250 mil euros y un año de trabajo. Fue una película que Trueba la sintió en el confinamiento y la hizo rápido para no perder la emoción de ese primer sentimiento. Las cosas simples.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra558

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