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martes, 23 abril, 2024
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Dostoyevski y los eternos calumniadores de Rusia

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Por: ATANACIO CAMPOS MIRAMONTES •

Mis artículos sobre el papel que han jugado Estados Unidos y Europa Occidental en la gestación y prolongación de la guerra en Ucrania, así como el lamentable papel de las élites de Ucrania que permitieron hacer de su territorio el campo de batalla de intereses y juegos geopolíticos ajenos, sacrificando su pueblo, territorio y, muy posiblemente, hasta la viabilidad de su Estado, han suscitado en algunos de mis amigos y conocidos un reclamo por no ser “equidistante”, y “defender la guerra de Putin, personaje impredecible y autoritario con ambiciones imperiales…”.
Los más indulgentes, y que mejor me conocen, objetaron que el amor por Rusia me impedía ver las cosas con objetividad, pero que “pensadores de la talla moral de F. M. Dostoyevski, si viviera, jamás la apoyarían” (gracias por tremenda e inmerecida comparación). No puedo negar que tengo una profunda admiración y fascinación por la historia, la literatura, la cultura rusa y su pueblo, así como por no pocos de sus personajes ilustres y de Estado.
Pero como el motivo de esta entrega no es mi persona, sino Fiodor Mijailóvich, les comparto un fragmento de los diarios del gran escritor y pensador ruso que muestra su inmenso amor-compasión por Rusia. Dostoyevski, profundo conocedor del alma humana, supo también escudriñar el alma de su pueblo. Se trata de anotaciones de asombrosa actualidad, correspondientes a noviembre de 1877, que hizo al fragor de la guerra ruso-turca (1877-78) y respecto al, por decirlo suave, comportamiento errático de las nacientes naciones eslavas en los Balcanes, recién liberadas por Rusia:
Según mi convicción interior, la más completa e insuperable, Rusia no tendrá, y nunca ha tenido, tales detractores, envidiosos, calumniadores e incluso enemigos manifiestos, como todas estas tribus eslavas, que tan pronto como Rusia las libera, ¡Europa se apresta a reconocerlas liberadas! ¡Y que no me desmientan, no discutan, no me griten que estoy exagerando y que odio a los eslavos! Yo, por el contrario, amo mucho a los eslavos, pero no me defenderé, porque sé que todo se hará realidad exactamente como digo, y no por el carácter bajo, supuestamente desagradecido, de los eslavos; no en absoluto, tienen un carácter en este sentido, como todos los demás, precisamente porque tales cosas en el mundo no pueden suceder de otra manera.
No me extenderé, pero sé que no necesitamos exigir gratitud a los eslavos, debemos prepararnos para esto con anticipación. Después de su liberación, comenzarán su nueva vida, repito, precisamente mendigando a Europa, a Inglaterra y Alemania, por ejemplo, garantía y patrocinio de su libertad, y aunque Rusia estará en el concierto de las potencias europeas, dirán precisamente que se les defienda de Rusia. Seguramente comenzarán por decir para sus adentros a sí mismos, sino directamente y en voz alta, se declararán y se convencerán de que no le deben a Rusia la más mínima gratitud; por el contrario, que apenas lograron escapar de la ambición de poder de Rusia al concluir la paz gracias a la intervención del concierto europeo; y que si Europa no hubiera intervenido, Rusia, habiéndolos arrebatado de los turcos, los habría engullido inmediatamente, «teniendo en mente la expansión de las fronteras y la fundación del gran Imperio de todos los pueblos eslavos, sometiéndolos en esclavitud a la codiciosa, astuta y bárbara gran tribu rusa”.
Por mucho tiempo, oh, por mucho tiempo, no podrán reconocer el gran desprendimiento de Rusia y el gran, santo e insólito en el mundo, levantamiento por ella de la bandera de la más grandiosa idea, de esas ideas por las cuales vive el hombre y sin las cuales la humanidad, si estas ideas dejaran de vivir en ella, se paralizaría, lisiada y muriendo en úlceras e impotencia (…).
Quizá durante todo un siglo, o incluso más, trepidarán incesantemente por su libertad y temerán las ansias de poder de Rusia; buscarán el favor de los estados europeos, calumniarán a Rusia, murmurarán de ella e intrigarán contra ella.
Oh, no estoy hablando de las personas: habrá quienes comprenderán lo que Rusia significó, significa y siempre significará para ellos. Comprenderán toda la grandeza y toda la santidad de la causa de Rusia y la gran idea, cuyo estandarte emplazará en la humanidad. Pero estas personas, especialmente al principio, aparecerán en una minoría tan lamentable que serán objeto de burla, odio e incluso persecución política.
Será especialmente agradable para los eslavos liberados expresar y proclamar a todo el mundo que son tribus educadas, capaces de la más alta cultura europea, mientras que Rusia es un país bárbaro, sombrío coloso del norte, que ni siquiera es de sangre eslava pura, perseguidor y enemigo de la civilización europea.
Ellos, por supuesto, tendrán, desde el principio, una administración constitucional, parlamentos, ministros responsables, oradores, discursos. Estarán extremadamente consolados y encantados. (…)
Rusia debe prepararse seriamente para el hecho de que todos estos eslavos liberados correrán con frenesí hacia Europa hasta que pierdan su identidad, se infecten con las formas europeas, políticas y sociales, y así tendrán que transitar por un largo y completo período de europeísmo antes de comprender al menos algo de su importancia y vocación eslava como parte de la humanidad. Entre ellos, estos terruños siempre pelearán, siempre se envidiarán e intrigarán entre sí. Por supuesto, en el momento de alguna desgracia seria, todos seguramente recurrirán a Rusia en busca de ayuda. Por mucho que nos odien y calumnien, que chismorreen y coqueteen con Europa, asegurándole amor, siempre sentirán instintivamente (por supuesto, en un momento de apuro, y no antes) que Europa es enemigo natural de su unidad, siempre lo fue y lo será, y si existen en el mundo, entonces, por supuesto, es sólo porque hay un gran imán: Rusia que, atrayéndolos irresistiblemente a todos hacia sí, preserva su integridad y unidad. Incluso habrá momentos tales en los que podrán estar casi conscientemente de acuerdo en que, si no fuera por Rusia, el gran centro oriental y la gran fuerza de atracción, entonces su unidad se desmoronaría instantáneamente, se dispersaría en pedazos, de tal manera que su misma nacionalidad desaparecería en el océano europeo, como unas pocas gotas de agua desaparecen en el mar.
Durante mucho tiempo, Rusia tendrá la angustia y la preocupación de reconciliarlos, de hacerlo razonar e incluso, de ser necesario, de sacar la espada por ellos en más de una ocasión. Por supuesto, surge de inmediato la pregunta: ¿cuál es el beneficio de Rusia, a cuenta de qué luchó por ellos durante cien años, sacrificó su sangre, sus fuerzas, dinero? ¿Acaso tan solo para cosechar un poco de odio ridículo e ingratitud?
Oh, por supuesto, Rusia siempre será consciente de que es ella el centro de la unidad eslava, que, si los eslavos viven una vida nacional libre, es porque ella así lo quiso y lo quiere, porque fue ella la que lo hizo y creó todo. Pero, ¿qué beneficio traerá esta conciencia a Rusia, además del trabajo, la molestia y la preocupación eterna?
Noviembre de 1877.

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Fiódor Mijáilovich Dostoyevski. Obras completas en 30 tt. Tomo 26, pp 77-82. En ruso. Ed. Naúka, Leningrado, 1984.

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