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viernes, 19 abril, 2024
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La Jornada, 38 Aniversario

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Por: SOCORRO MARTÍNEZ ORTIZ •

   La Jornada es uno de los periódicos mexicanos nacionales más relevantes. Surgió en una época difícil y adversa, en medio de una crisis económica, y en un entorno institucional represivo, antidemocrático y hostil a toda divergencia. 

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     Este diario tuvo sus orígenes en un grupo destacado de periodistas encabezados por Carlos Payán, y entre otros como Miguel Ángel Granados Chapa, que por limitaciones a la libertad de prensa, dejaron el proyecto del diario Uno más Uno y quienes, a su vez, también habían abandonado masivamente el diario Excélsior, luego del boicot que llevó a cabo el gobierno de Luis Echeverría Álvarez. De ahí que surgió sin el visto bueno de los poderes políticos y económicos.

     Fue en este contexto que, en la madrugada del 19 de septiembre de 1984, los fundadores de La Jornada acudieron a los talleres de Alberto Bitar para ver salir de las máquinas los primeros ejemplares en su edición número uno. Así, en aquella fecha comenzó a circular entre sus lectores. 

     Era entonces de pocas páginas, vacilante en la edición y periodísticamente débil, aunque apegado a los principios de la editorial. Por esos días, algunos se refirieron al naciente diario como: panfleto, hoja parroquial y “Mejor nada”. Sin embargo, unos meses después el tiraje llegó a 20 o 30 mil ejemplares. Inicialmente no tenía un respaldo importante de capital, los recursos indispensables se obtuvieron fundamentalmente de la venta de acciones entre la sociedad, y de las aportaciones que realizaron generosamente muchos artistas plásticos encabezados por Rufino Tamayo y Francisco Toledo. A pesar de todo, La Jornada, por lo general, sólo tenía dinero garantizado para cinco días y en tales circunstancias, era imposible aspirar a una institución periodística sólida y perdurable. 

     Por eso se actuaba simplemente en función del deber y éste a su vez, era dar una publicación cotidiana necesaria para el desarrollo político, social y cultural del país, así como para dar, al mismo tiempo, voz y tribuna a voces de sectores de la población que carecían de ella.   

     De manera paulatina, La Jornada se ha convertido en parte fundamental del panorama de México y del exterior. Se ha vuelto un punto de referencia para miles de lectores, y ha ganado credibilidad y prestigio, pues rehúye las estridencias y el sensacionalismo y busca mantener un equilibrio para dar a conocer todos los puntos de vista de los involucrados en los temas que cubre. 

      Se debe mencionar que ha padecido bloqueo de publicidad: el manejo discrecional y patrimonialista de los anuncios del poder público; sigue siendo una amenaza para la subsistencia de los medios independientes y, por consiguiente, para la libertad de expresión y el derecho a la información.

     El ámbito institucional no ha comprendido que la comunicación social es una obligación y que los recursos destinados a ella son dinero público que debe ser distribuido en forma equitativa y proporcional entre los medios, al margen de diferencia o de disgusto por sus respectivas líneas editoriales. 

      Confrontó el proyecto neoliberal que desde su inicio se esbozaba apenas, y que en el transcurso de estos 38 años ha trastocado profundamente al país. Cuestionó el régimen político caracterizado por la cerrazón, la antidemocracia, la simulación, la represión, y propuso siempre la necesaria democratización de las instituciones nacionales, poniendo énfasis en la desigualdad social que ya entonces era alarmante y que hoy es abismal, señalando la necesidad de reducirla. También defendió la importancia de la soberanía nacional, en un momento en que empezaba a ser socavada por la globalización económica, y considerando la debilidad de las autoridades nacionales ante gobiernos y capitales extranjeros. 

     A la fecha, el país y el mundo se han transformado, y con ellos el oficio periodístico se enfrenta a nuevos desafíos conceptuales, metodológicos, tecnológicos y organizativos. La evolución digital no sólo cambió radicalmente la cotidianeidad laboral de los periodistas, sino que los puso ante experiencias nuevas y fascinantes, pero también ominosas, como el estremecimiento mundial causado por las acciones de Chelsea Manning, Julián Assange y Edward Snowden. 

     La Jornada ha tenido participación en esa historia, toda vez que este diario fue seleccionado por Wikileaks para difundir la porción mexicana de cables secretos del Departamento de Estado y que, desde diciembre de 2010, ha trabajado con esa organización, en la difusión de documentos que los gobernantes pretenden escamotear a la mirada de la opinión pública, y en una lucha por la transparencia que ha impactado profundamente en los poderes políticos y en las sociedades del mundo.

     Finalmente, diremos que una generación creció leyendo las páginas de La Jornada y otra, la actual, que emergió a las redes sociales. Para ambas, el trabajo de este periódico ha sido un referente de importancia y una ventana al acontecer mundial, minimizado, distorsionado o negado por el periodismo mercantil, que no busca informar sino entretener para, como objetivo único, lucrar. En contraste, La Jornada no ha buscado hacer periodismo para acumular dinero, sino para conseguir dinero para hacer periodismo, su público lo sabe y puede confiar en que esa determinación no va a verse alterada por presiones externas ni por eventos internos.    

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