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miércoles, 24 abril, 2024
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■ EL PÉNDULO

A nadie sirve una nueva guerra fría

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Un buen número de estudiosos de las relaciones internacionales afirman que Estados Unidos ha iniciado una nueva ‘guerra fría’, ahora con China y Rusia a la vez. No obstante que la estrategia comunicacional de la dirigencia estadunidense la presenta como una confrontación entre la democracia y el autoritarismo, las alianzas que tejen activamente con países violadores sistemáticos de los derechos humanos como Israel en perjuicio de los palestinos, y como Arabia Saudita con su propio pueblo y sus vecinos de Yemen, debilitan esa narrativa y conducen a pensar que de lo que se trata, al menos en parte, es de una disputa por la hegemonía global, indiscutiblemente detentada por Estados Unidos durante la década que siguió a la disolución de la URSS, y puesta en duda por las desastrosas guerras en Medio Oriente, el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera global de 2008, el aumento de la desigualdad en el mundo y en el propio Estados Unidos; la inexplicable fortaleza política que todavía hoy mantiene Donald Trump después del intento de golpe en el Capitolio, los numerosos tiroteos con víctimas inocentes, los intentos de supresión de votantes por parte del Partido Republicano, y los frecuentes eventos racistas, son pruebas más que suficientes para poner en duda la superioridad del “Sueño Americano”.

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En el contexto creado a raíz de la guerra en Ucrania y las sanciones de la OTAN se puede entender que el presidente Biden haya expresado su desacuerdo con el comentario del presidente López Obrador en relación con el superior crecimiento de China, pero expertos como el premio Nobel, Joseph Stiglitz, han subrayado que “es sencillamente inevitable que China supere a EU en lo económico, cualquiera que sea el indicador oficial que se use. No sólo su población es cuatro veces mayor a la de Estados Unidos, sino que su economía también creció al triple durante muchos años, de hecho, ya superó a Estados Unidos por paridad del poder adquisitivo en 2015”. Tanto en Washington como en las cumbres de dirigentes de los países desarrollados hay consenso respecto de que China constituye una amenaza estratégica, y en el debate mundial ya se abre paso la idea de que la actual política norteamericana incluye un conjunto de medidas preventivas, aunque eso implique violar las normas de la Organización Mundial del Comercio, en cuya redacción y promoción Estados Unidos tuvo una importante participación. Todo indica que los resultados reales de la globalización neoliberal difieren mucho de los esperados por sus conductores y, en consecuencia, que podrían apostar a una nueva geometría en la economía global, sin considerar las graves consecuencias de una nueva guerra fría.

Sin embargo, el descontento en buena parte de la población europea ante el curso de la actual confrontación global, y de sus secuelas en las economías desarrolladas, podría convencer al actual liderzgo estadunidense de la conveniencia de introducir cambios para mantener la confianza de sus socios europeos y, por otra parte, que debe ganarse la buena voluntad de miles de millones de personas en los países en desarrollo y emergentes, no sólo para equilibrar los números de las poblaciones involucradas, sino también para garantizarse acceso a recursos críticos. Para mejorar su imagen en el mundo, Estados Unidos tendrá que hacer una profunda autocrítica. La llegada de gobernantes progresistas a distintos países de América Latina debería aconsejarles iniciar con compromisos explícitos sobre su respeto a las respectivas soberanías, y con la elaboración y aplicación de una nueva política económica hemisférica alejada del Consenso de Washington impuesto por los organismos financieros (FMI y BM) durante las últimas décadas. La interlocución con la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac) es indispensable para enfrentar los retos de la pobreza, la desigualdad y la emigración forzada, así como la violencia propiciada por los grupos criminales transnacionales.

Otro gran tema global que se debe abordar con mucha seriedad es lo relacionado con el cambio climático, que afecta en forma desproporcionada a los países del Sur Global, que son los menos preparados para hacerle frente. El mundo desarrollado no deja de sumar emisiones, y ni siquiera ha cumplido sus exiguas promesas de ayudar a los países pobres a manejar los efectos de una crisis climática que causaron los países ricos. Estados Unidos no tiene alguna autoridad moral para violentar la soberanía de ningún país con el pretexto de impulsar la transición energética y económica. El neoliberalismo y la economía del derrame jamás gozaron de mucha aceptación en el Sur Global, y ahora están perdiéndola en todas partes. Si Estados Unidos se embarca en una nueva guerra fría, tiene que comprender que en el continente americano sólo se podrá ganar, en última instancia, con el poder de la atracción y la persuasión. Tiene que ofrecer a los países en desarrollo y emergentes ayuda concreta, comenzando con la suspensión de derechos de propiedad intelectual sobre todo lo relacionado con la salud, para que esos países puedan fabricar medicamentos, vacunas y tratamientos por sí mismos. Esa es una dura lección dejada por la pandemia. 

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