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viernes, 19 abril, 2024
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Ábaco de granizo o habitar un lugar

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Por: ILEANA GARMA ESTRELLA •

La Gualdra 566 / Libros

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Quizás se trata finalmente de fundar nuestra propia antropología: la que hablará de nosotros, la que buscará en nosotros lo que durante tanto tiempo hemos copiado de los demás. Ya no lo exótico sino lo endótico.

Georges Perec, Lo infraordinario

 

Este libro es una antropología personal, una manera de habitar un espacio en el tiempo, cruzarlo y dejar que convivan pasado y presente como filtros que se superponen sobre la misma imagen. El Ahualulco de Mercado actual, que, tras una visita rápida al Google Maps, nos presenta una población de más de 8000 mil personas, nuevas farmacias y empresas transnacionales que conviven con el relato del autor; piponeros y fantasmas. A la manera de Geoge Perec y su Tentativa de agotar un lugar parisino, Me acuerdo o Lo infraordinario, Ernesto Lumbreras nos entrega una serie de observaciones minuciosas, descripción de personajes y lugares, sensaciones e impresiones que nos ayudan a conocer este espacio a través de los cinco sentidos plasmados en cada página.

El narrador es un flȃneur, un caminante niño y joven a la vez, que se sorprende o entristece, que siempre mira con asombro y nosotros vemos a través de él. Un caminante que se pierde, realiza derivas, se detiene y nos entrega su ciudad. Funda un espacio con cada una de sus observaciones. El narrador dibuja personajes, se detiene a tomar agua fresca, observa la lluvia de ceniza y la recoge con palabras. Aquello que no suele bosquejarse, termina plasmado en este museo de la memoria.

A la manera de Thomas de Quincey y su Bosquejo de la infancia, Lumbreras pasa de impresiones de un narrador impúber a estampas solitarias como La mujer del 20, el Tomaso o el tío Melquia. En lugar de reconocer los No lugares de Marc Auge, el autor abre puertas hacia los Sí lugares; espacios del pasado y del presente, flujo de miradas entre personas que terminarán por conocerse, ya sea por el chismerío de doña Liboria, la Huarachería de don Cuco que ve crecer la horma del pie de los habitantes del pueblo, la Farmacia Pasteur que surte lavativas o jarabes o la paletería de la plaza que entrega a los parroquianos sueños más frescos. Todos estos, símbolos de una condición que se desvanece y se pierde hacia los lugares de paso, los sitios anónimos, los Starbucks de la memoria donde esperamos u otros nos esperan.

Quizá este libro nos ayude a preguntarnos cómo habitamos nuestras ciudades. ¿Podemos acaso describir a nuestros vecinos? Los sitios donde nos detenemos a tomar un café, a donde vamos a tomar agua, medicina, fruta, ¿qué lugares son? En contracorriente con la etnología de la soledad, Lumbreras se apropia de la historia, la llena de la musicalidad de la poesía, de la visión del poeta que crece entre ensueños de una ciudad que cambia, de personas que mutan, con el humor de la derrota y de las verdades.

Como objetos ordenados en la sala de un museo están los cuadros de los piponeros, la vitrina en la que podemos ver los dibujos de la vida secreta del Cuájano Maduro, una serie de retratos con tremenda carga pictórica y trazos visibles sobre el lienzo, paisajes y también murales, un museo completo. El ábaco de granizo con que la mujer del 20 cuenta su fortuna se derrama sobre estas páginas de una novela, un libro de historia, prosa poética, un recorrido, una deriva que nos invita a perdernos, a aprender a habitar los lugares.

 

Ábaco de granizo, Ernesto Lumbreras, Era ediciones, 2022, pp. 129.

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra566

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