Poner el plazo de los cien días para conocer el alcance que tendrán las administraciones ha sido desde hace un tiempo una especie de costumbre o tradición de los gobiernos, también de los mexicanos. Corto periodo considerado como un cáliz o ensayo. No faltan los que ven en este plazo una prueba de fuego para vislumbrar como será una gestión de gobierno que inicia.
La gestión de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum no es la excepción. Como tampoco es excepción que en su informe presentado el domingo 12 de este muy frío enero, además de referir las obras y promesas realizadas o que ya están en marcha, también se suman un conjunto de anuncios, propósitos, proyectos y muchas buenas y sanas intenciones.
Cuando el primero de octubre tomo posesión del máximo cargo público, lo que muchos esperaban, _según la tradición de los relevos presidenciales_ era un cambio radical en la forma y estilo de gobernar. Cambio y estilo que la deiferenciara de su antecesor. A López Obrador, los comentócratas, sobre todo, lo ubicaron como un político de izquierda que encabezó un gobierno de ese mismo signo. En buena medida se le dio ese calificativo para diferenciarlo del resto de los partidos que derrotó en las elecciones del 2018. Su perfil de izquierda, de una izquierda clásica que además de la justicia pugna por la igualdad y un reparto más equitativo de la riqueza gravando más al capital, no va más allá de la izquierda tal y como la conocimos en el PRI. De no haber abandonado este instituto político, AMLO sería un claro e insuperable ejemplo de la izquierda priista. Como de izquierda lo habían sido Carlos Madrazo (padre), Reyes Heroles; que además de izquierda se sentía heredero de los liberales decimonónicos al igual que Obrador, o como González Pedrero, su maestro y amigo; Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo que moriría enfrentándolo, por mencionar a los más notorios. Su perfil de izquierda se inscribe dentro de la izquierda del PRI. Una izquierda adscrita a la ideología del nacionalismo revolucionario. A diferencia de sus pares lo que lo vino a diferenciar fue su praxis y su cercanía de viajero incansable al lado de lo que él llama pueblo y algunas de sus reivindicaciones. Es de izquierda no tanto por su formación académica y teórica sino por su trayectoria colmada de práctica política. La razón para dudar de que sea de izquierda obedece a que son muy conservadoras sus posturas frente al feminismo y el cambio climático con el empleo de las energías limpias solo por mencionar dos temas.
De un matiz y perfil diferente es la presidenta Claudia Sheinbaum. Ella viene de una izquierda más moderna de matriz antipriista y antineoliberal. Lo que se explica por ser de otra generación, haber tenido una trayectoria y formación política en su juventud distinta y hasta antagónica a la de su antecesor. Universitaria, académica y científica es hija de una activista y simpatizante del movimiento del 68. Su incursión en la política fue en la izquierda universitaria del CEU en la UNAM de los años 80´s y 90´s. El discurso y práctica de este movimiento era contrario a las políticas neoliberales de los tecnócratas priistas y en favor de la educación pública a cargo del Estado. En su juventud, Claudia fue una antipriista.
Cuando López Obrador llega al frente del gobierno de la ciudad de México la invita a colaborar en su administración. Comienza así la cercanía e identidad con el político y proyecto del tabasqueño que la apoyaría para ser jefa de gobierno dejando de lado a un pragmático ambicioso, cargo que le serviría como plataforma de lanzamiento a la presidencia de México. Por eso es que su proyecto de gobierno más que una ruptura será una continuidad del proyecto obradorista. No será su títere ni habrá el deslinde que la oposición espera. ¿Qué puede esperarse de la primera presidenta de nuestra historia después de cumplidos los cien días en el cargo?