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miércoles, 24 abril, 2024
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¡Música!

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Por: CÉSAR ENCINA •

La Gualdra 530 / Música / Aniversario 11

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¡Música! ¿Es un lenguaje?, ¿por qué la necesidad de manifestarse como un discurso?, ¿existen propósitos discursivos en la manufactura de la música ya preestablecidos en diferentes épocas? Cuestionamientos variables, respuestas interdisciplinares. 

Quizá el aportar o sugerir que la música es un lenguaje procura discusiones ya agotadas por diferentes disciplinas del pensamiento, siempre en el tenor del significado de lo que comunica; y es que al igual que en la lingüística, existe una emisión de sonidos relacionándose con diferentes capacidades cognitivas del ser humano cuando es expuesto a la música, propiciando representaciones, con códigos simbólicos propios, lenguajes en constante proceso de cambio, susceptibles a quiénes son los emisores, determinantes en su lectura y condicionantes en la aproximación a su significado, pero; ¿por qué la necesidad de un accesorio lingüístico?, es decir, instrumentos, herramientas provistas de diversos mecanismos con utilidades bien definidas. Estas herramientas han significado, a lo largo de varios siglos, una extensión lingüística en diferentes culturas, determinadas por contextos sociales, geográficos, filosóficos e históricos.

La música ha necesitado de un autoconocimiento para permitirse convivir con los diversos procesos de desarrollo y modismos propios en los instrumentos, características susceptibles a usos y manifestaciones discursivas, que permiten reconciliar diversas inflexiones del aire o el percutir de una cuerda. 

El momento por el cual transito se manifiesta inevitablemente un sonido primigenio, conectándome con almas y manos transformadoras de un cosmos sonoro del cual, en este momento, soy un observador más, tratando de visualizar lo que no contemplé y ya no viviré, pero de lo que formo parte. 

La música ha sido una presencia abstracta acompañada de diferentes contextos formativos y parte fundamental de innumerables coloquios, el cuestionamiento por excelencia de compositores e intérpretes es “qué se quiere hacer con él”. No ha sido suficiente con perseguir el sonido conceptual; los compositores han buscado un sonido dócil, colores y sellos tímbricos específicos, para poder transmitir e inquietar al oyente.

El vocablo emoción puede confundirse con otros términos estrictamente románticos que nos harían percibir toda la música de la misma manera, la música está ligada al sentimiento o emoción, el inferirlos en ella depende del contexto histórico y estilístico al que se someta, proceso meditativo de las diferentes edades de la música, prólogo de tantos públicos y su justificación originaria.

La música ha pasado por diferentes modificaciones sonoras y mecánicas, pero siempre respondiendo a una exigencia estética, que como experiencia filosófica, está determinada por las diferentes percepciones que en su momento se dieron, siempre regresando al pasado para conocer el futuro, donde la música de los compositores y sus periodos cronológicos pasados hablan, responden preguntas, pero muchas veces sin dar respuestas concretas: ¡pareciera que la música es una interrogante eterna!, la resignación de sus pianísimos, el reclamo de sus crescendos, y una expresividad comparable con la majestuosidad de una catedral gótica.

La temporalidad para la música no existe, existe en un limbo perpetuo, se presenta como una epifanía en el espacio vacío; pensamientos y emociones, técnica e historia, vidas ya transitadas, trascendencia de sonidos, la ingravidez del sonido, épocas delineadas por hombres y mujeres, necesidad de la eternidad, música que nos ancla, que gravita: ¡la divinidad!

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