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miércoles, 24 abril, 2024
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■ El Péndulo

La izquierda debe ser feminista y el feminismo debe ser la vanguardia antineoliberal

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

A fines de la década de los años setenta, la izquierda mexicana inició su larga marcha por su unidad, hasta que una década despues, en 1988, se conviertió en una opción política real con posibilidades de covertirse en la corriente política mayoritaria, hecho que se convirtió en positivo apenas en 2018. Aunque el feminismo es un movimiento centenario, en México inició sus avances más significativos a partir de los años noventa, y las mujeres del siglo XXI han venido siendo protagonistas de un movimiento global de alcances masivos. El feminismo nunca había gozado del nivel de legitimidad que alcanzó a partir de 2010, llegando a ocupar un espacio que lo vuelve imprescindible referente ético en todas las esferas y espacios. Esta efervescencia de los movimientos organizados de mujeres feministas implicó una explosión global, que en México coincidió con la llegada del Movimiento Regeneración Nacional a la presidencia de la República. En el mismo lapso, el antifeminismo enarbolado por las ultraderechas mundiales se ha convertido en una bandera de los diversos grupos neofascistas que van en ascenso en algunos países europeos y de América Latina. En síntesis, las ultraderechas son antifeministas, y las feministas deben ser antineoliberales.

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A partir de 2016, en México el movimiento feminista ha logrado colocarse en un lugar protagónico de la movilización social, develando algunos de sus rasgos característicos: poseer una legitimidad innegable en el discurso público; su naturaleza masiva y el protagonismo de adolescentes y jóvenes; organizarse mediante las redes sociales; manifestarse en las calles a través de colectivas, mayoritariamente autónomas, autogestivas y locales; aglutinar una diversidad de demandas que se unificaron en la exigencia de una vida sin violencias e incorporar unánimemente la lucha por la despenalización del aborto. También se ha colocado como elemento imprescindible de las políticas públicas, los planes de gobierno y los programas políticos. Empujó la presencia de más mujeres en cargos de decisión y asentó la idea de que no es posible una democracia sin la participación de las mujeres. Aunque presenta desavenencias muy profundas en su interior, tiene un potencial de politización y de intercambio intergeneracional con enemigos comunes: las derechas confesionales, antidemocráticas y oligárquicas, el machismo retrógrada y los valores neoliberales.

  

Sin embargo, no se puede negar que el conservadurismo existe no sólo en los partidos, grupos y organizaciones de derecha, que es transversal cuando se trata de las personas, los cuerpos y la sexualidad. El Movimiento Regeneración Nacional debe diferenciarse con claridad de los conservadores, incluyendo en sus prioridades una visión feminista sobre la sexualidad de todas las personas; reivindicar e impulsar cambios de género que nos permitan, a mujeres y hombres de todas las opciones sexuales, y a quienes no se consideran ni mujeres ni hombres, gozar de una ciudadanía plena exigida por los grupos que se han venido manifestando masivamente en los últimos tiempos. Su agenda requiere también la defensa del Estado laico en cuanto a la sexualidad. Con sus claves de respeto a la diversidad sexual, y el respeto y la garantía de los derechos humanos, como principios rectores de una política de Estado impulsados para la convivencia social y la vida personal.

No podemos olvidar que, a partir de los años noventa, con la hegemonía neoliberal, también llegó una instrumentalización de los principios feministas más superficiales para ser utilizados en su versión individualista y personalista. Ha quedado en evidencia que, sin politización anticapitalista, el feminismo instrumentalizado es potencial aliado de los valores hegemónicos neoliberales, bajo consignas que apelan a que la liberación individual está por encima de la emancipación de las mujeres en su conjunto. Uno de los más importantes ejes de instrumentalización neoliberal y mercantilista del feminismo, con afectaciones para todas las mujeres, fue insertar la justa lucha de los años setenta por la llamada “liberación de la mujer” en el cauce de la hipersexualización. En un entorno de exacerbación de la violencia como consecuencia de las diferencias sociales y de la estrategia fallida de la guerra contra el narcotráfico, los cuerpos cosificados y deshumanizados de las mujeres se han convirtido en blanco de la cara más atroz de las violencias patriarcales: el feminicidio. 

Durante el proceso político que desembocará en las elecciones de junio de 2024, los candidatos izquierdistas deben comprometerse a actuar para materializar todos los derechos y lograr que los avances legislativos alcancen a todo el país y se deroguen todas las normas que atentan contra ellos, en primerísimo lugar, las reformas constitucionales que atentan contra los derechos humanos de las mujeres y las niñas. La nueva política de Morena debe ser explícitamente un recurso para eliminar el sexismo, el machismo, la misoginia, la homofobia y otras fobias sexuales discriminatorias y violentas. Deberá promover valores, principios y prácticas que han impulsado movimientos feministas, movimientos de mujeres, y movimientos por la libertad y la diversidad sexual, el derecho a decidir, a optar y disentir, tanto como a afirmar identidades personales sin demérito del valor intrínseco de las personas en igualdad. La izquierda debe ser claramente antipatriarcal y promotora de la dignidad y la integridad de las personas, de la igualdad y la equidad, la seguridad humana y las libertades democráticas. 

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